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La mirada de José Ángel Córdova Villalobos, entonces secretario de Salud, se dirigió hacia el famoso teléfono rojo de su oficina. A tres años de ostentar el cargo, lo descolgó por primera vez para hablar directamente con el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa y pedirle una reunión en Los Pinos porque había una emergencia: un nuevo virus de influenza, el AH1N1, acechaba y mataba a mexicanos.

“Oiga, rara vez lo molesto, pero necesito que me reciba lo más pronto que pueda”, dijo el funcionario con preocupación a Calderón Hinojosa. “Vente de inmediato”, le respondió el mandatario. “Era jueves 23 de abril, lo recuerdo perfecto, estaba en mi oficina, ya pasaron 10 años, pero parece que fue ayer”, comparte en entrevista con EL UNIVERSAL el exfuncionario federal.

Desde que asumió su puesto, Córdova Villalobos se mantenía alerta ante la posible propagación del virus de influenza H5N1, que según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) provocaría la muerte de un millón 800 mil personas, “entonces, cada año en temporada de invierno pensábamos que vendría el lobo”, cuenta.

En marzo de 2009 se percató de que había fallecimientos anormales por influenza, “era gente joven y moría por problemas respiratorios y neumonías fulminantes, no sabíamos qué pasaba”.

La bomba explotó porque una señora embarazada en Oaxaca se puso muy grave por neumonía y falleció a pesar de que la enviaron a terapia intensiva; al realizarle la autopsia, se encontró que su enfermedad fue causada por un coronavirus.

A una década de que millones de mexicanos decidieron quedarse en casa, de que las calles lucían vacías y quienes salían a trabajar usaban cubrebocas y gel antibacterial, Córdova Villalobos se siente orgulloso de haber sorteado “el mayor desafío en mi vida profesional como médico” y llama a la sociedad a no bajar la guardia, los invita a vacunarse contra la influenza y a seguir medidas preventivas.

“No estamos exentos de una pandemia, ya lo dijo la Organización Mundial de la Salud, ese día va a llegar y con la salud no hay que jugar, porque lo único que no se puede recuperar cuando se pierde, y no se puede comprar, es la vida. Siempre habrá posibilidad de que surja otra pandemia y tenemos que estar preparados”, dice.

La autopsia de la paciente de Oaxaca arrojó que la mujer murió a causa del Síndrome Respiratorio Agudo Grave que se conoce como SARS, “entonces nos angustiamos, visitamos hospitales y vimos que había más muertes de lo común en esa época, en su mayoría eran jóvenes y tenían problemas como obesidad, diabetes o habían tomado antibióticos”.

El paso a seguir fue enviar muestras de los casos a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta, y como no se obtuvo respuesta se mandaron a Canadá.

“El 23 de abril llegaron a mi oficina Mauricio Hernández, que era subsecretario de Prevención, y Celia Alpuche, directora del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos [Indre]. Me dijeron que tenían malas noticias, el informe de Canadá decía que las personas habían muerto por un virus de influenza AH1N1, de origen animal que se transmitía muy fácilmente y no se sabía qué tan letal era”.

Después de reunirse con el expresidente, con el exjefe de gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, y con el exsecretario de Salud capitalino, Armando Ahued, se decidió que la primera acción sería el distanciamiento social.

Pasaban de las 23:00 horas de aquel jueves cuando en cadena nacional José Ángel Córdova le decía a los ciudadanos que había una epidemia y hasta nuevo aviso se suspendían las clases en todos los niveles educativos, les pedía mantenerse alejados de personas con insuficiencia respiratoria, lavarse las manos con agua y jabón, no saludar de beso ni de mano y evitar lugares multitudinarios.

“Salimos a anunciar que el viernes 24 no habría clases, que había una emergencia por un virus nuevo, por más que quisimos explicarlo sin generar pánico, pues vimos escenas de las calles vacías en la Ciudad de México, la gente se encerró el 24, 25 y 26 de abril. Vimos los estadios de futbol sin público, la ciudad parecía pueblo fantasma, pero la gente reaccionó bien, usaba cubrebocas, no saludaba de beso y mano, fue difícil, pero logramos contener al virus”, recuerda.

Asegura que como secretario de Salud tenía que reaccionar rápido ante el nuevo virus y actuar de acuerdo con los protocolos internacionales.

Lo más difícil, menciona, no sólo fue identificar el virus y esperar que las reservas de oseltamivir, medicamento que se adquirió desde que Julio Frenk estaba al frente de la Secretaría de Salud, hiciera efecto, sino ir contra la marea y los rumores de que la influenza era un mito.

“Había muchos rumores, pero el tiempo nos dio la razón. Por supuesto que de momento la gente piensa y opina lo que quiere, pero era obvio que no me podía inventar algo así y tener el respaldo de la OMS”.

Además del oseltamivir, se establecieron medidas como el estornudo de etiqueta, evitar los saludos de beso y mano para no propagar microbios y el lavado de manos. Para el exsecretario de Salud la respuesta de la población fue extraordinaria.

“Logramos la contención de los casos nuevos porque estaba siendo exponencial que un caso contagiaba a dos y dos, a cuatro, y cuatro, a ocho y así hasta que gracias al distanciamiento social se empezó a cortar esa transmisión y bajaron los casos en aproximadamente dos semanas, con gran satisfacción vimos que los pacientes respondían muy bien al oseltamivir, era útil”.

Otro obstáculo fueron los dichos acerca de que la influenza era una estrategia del gobierno en turno para obtener votos en las elecciones intermedias que se celebraron en 2009.

“Por fortuna no se contaminó el tema de salud con el electoral porque en abril de 2009 era época de elecciones intermedias y se manejó que había un objetivo electoral y nada de eso, lo bueno es que había mucho trabajo en equipo con el gobierno capitalino y de los estados y eso nos ayudó a que la gente no pensara cosas que no eran”.

Una vez que se controló el virus, el funcionario informó a los mexicanos que la emergencia sanitaria había concluido y seguiría la vigilancia epidemiológica.

“Las clases se reanudaron el 11 de mayo y poco a poco todo volvió a la normalidad, en julio hubo otro brote en Chiapas y a fin de año en Chihuahua, pero con la experiencia y con algunas vacunas que nos habían llegado se pudo proteger a las personas, así fue como se contuvo la primera pandemia del siglo XXI”, relata.

Aunque la alerta sanitaria se lanzó el 23 de abril, se estima que el virus de influenza AH1N1 se propagó en el país desde el 17 de marzo de 2009.

A una década de distancia, Córdova Villalobos resalta que entonces se demostró que México estaba preparado y se adquirieron experiencias para reforzar la capacidad de respuesta ante nuevos retos.

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