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El escultor Sebastián fue vigilado por el Estado mexicano a través de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) cuando todavía era alumno de la Escuela Nacional de Artes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y activista dentro del plantel.

El expediente que la DFS, antecesora del Cisen, hizo de Enrique Carbajal, nombre de pila del artista, está ubicado en el Archivo General de la Nación (AGN). Ahí se detalla que en marzo de 1969, cuatro meses después de los hechos ocurridos el 2 de octubre en Tlatelolco, Fernando Gutiérrez Barrios, titular de la Dirección Federal de Seguridad, firmó un reporte para que se vigilaran a diversos activistas universitarios, entre ellos el escultor de El Caballito.

“El día 28 de los corrientes El Grupo 65, de la Escuela Nacional de Artes que presiden Alberto Antón, Arnulfo Aquino [y] Enrique Carbajal, abrirán una exposición de grabados y dibujos en la Casa de Cultura de la Paz, BC. La exposición permanecerá abierta hasta el 15 de abril y posteriormente será presentada en Guadalajara, Jalisco, del 21 de abril al 15 de mayo, y en junio siguiente se presentará la misma en la Casa de la Paza en esta ciudad”.


 

El reporte era tan detallado que incluso señalaba: “Algunos elementos del grupo citado ya se encuentran en La Paz, BC”.

Por su participación como activista del movimiento estudiantil de 1968, el escultor estuvo preso en el Campo Militar Número 1.

Además, en 2011 construyó un monumento afuera de las instalaciones de la Normal Superior de México en memoria a las personas que perdieron la vida durante los hechos conocidos como el Halconazo, ocurridos el 10 de junio de 1971.

Detenido el 2 de octubre en Tlatelolco y encarcelado en Campo Marte. El jueves 14 de febrero de 2002, en entrevista con esta casa editorial, el artista recordó su experiencia durante la tarde del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y su posterior estancia, por dos semanas, al Campo Militar Número 1.

El Chihuahua, sobrenombre por el que era conocido entre sus amigos de la Academia de San Carlos, evocó los primeros disparos, la atemorizada masa, los amagos, y los constantes golpes y culatazos de los que él y sus compañeros fueron objeto.

En dicha entrevista, Sebastián indicó que llegó a la Academia de San Carlos desde Ciudad Camargo, Chihuahua, donde debido a la escasez de recursos económicos convirtió a su escuela en su nueva casa: ahí dormía, comía, trabajaba y estudiaba.

A veces, señaló, tenía que pasar la noche en la calle caminando desde de la escuela, en el centro de la ciudad, hasta Chapultepec.

Admirador de su paisano Siqueiros, así como de Pancho Villa y de su hermano quien fue maestro normalista, Sebastián se fue haciendo de un pensamiento de izquierda.

“Llegué a San Carlos que era ya un semillero de ideas socialistas, aunque más tarde me di cuenta de que mi revolución tenía que ser mi obra y que meter el arte en los panfletos no tenía sentido”.

Le decían El Chihuahua por su origen. Se hizo amigo de las modelos que posaban para los artistas y estudiantes de la Academia.

Para ganarse unos pesos se ponía a dar clases a sus compañeros sobre Henry Moore, uno de los escultores más importantes del siglo XX: “Cómo sabe El Chihuahua , le decían, sin saber que mucho de lo que les contaba de Moore lo inventaba.

El artista señaló que la tarde del 2 de octubre en Tlatelolco, tras el inicio de los disparos de arma en la Plaza de las Tres Culturas, escuchó que sus amigos pedían a los presentes que no corrieran pero él no hizo caso a los llamados de sus compañeros y se tiró al piso; tan pronto escuchó los primeros silbidos de las balas empezó a huir a rastras entre la desconcertada masa de gente.

“Por todo lados salían soldados, vociferantes y agresivos”.

En el torbellino de la confusión, alcanzó a ver la entrada al sótano del edificio Chihuahua donde ingresó junto con otros jóvenes.

Largas y tensas transcurrieron las horas hasta que se hizo de noche, momento que Sebastían junto con otro joven que era su amigo, salieron y vieron que la agitación y el movimiento de personas seguía y los balazos no cesaban.

Unos hombres con guante blanco en una de las manos los detuvieron y los subieron a un camión militar, junto con otros 30 presos.

Por la mente del artista pasó toda una película: se vio con un balazo en la cabeza y sangrando. Un culatazo en la espalda que dice no haberle dolido, le sirvió para darse cuenta de que seguía vivo.

El joven escultor que acababa de montar una exposición en Ciudad Juárez, después de las golpizas, fue llevado en un camión al Campo Militar número Uno, donde pasó 15 días arrestado.

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