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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Los millennials representan la esperanza de la sociedad y de la Iglesia, desean movilizarse, luchar por un cambio positivo, afirmó Francisco Robles Ortega, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
En un mensaje emitido durante la 105 Asamblea Plenaria de la CEM, Robles Ortega destacó la importancia que los jóvenes tienen en el proceso electoral, los mexicanos entre 18 y 38 años, que representan 41 millones de votantes, casi la mitad del padrón.
“Para nuestra sorpresa, su anhelo de participar en las próximas elecciones es muy alto, y lo más importante es que estos jóvenes, estos millennials, como algunos les llaman, tienen esperanza de que algo cambie”, expresó.
Destacó que aunque parecen apáticos y en ocasiones aburridos, son los adultos los que los aburren; sin embargo, tienen deseos de movilizarse y luchar por un cambio positivo, que se sostenga a través del tiempo.
“Los jóvenes urbanos y no urbanos, los altamente educados y los que apenas tienen formación, los jóvenes varones y mujeres, a veces parecen apáticos, aburridos, parece que no les interesa el bien común. Sin embargo, esto es falso, lo que sucede es que nosotros somos los que los aburrimos, pero ellos sí que desean moverse y luchar por un cambio positivo”, enfatizó.
Resaltó que los jóvenes representan uno de los grandes retos de la Iglesia, pero si se logra detectar esos resortes motivacionales e interpretarlos con empatía, se descubrirá “que no todo está perdido”.
“Poseen nuevos lenguajes, nuevos signos, nuevos resortes motivacionales que si logramos detectarlos e interpretarlos con empatía y simpatía, descubriremos que no todo está perdido, sino que la dosis de esperanza para la sociedad y para la Iglesia es muy grande”, expresó.
Destacó que la cantidad de jóvenes que hay en el país presenta el reto educativo para “evangelizar” a través de la educación, a fin de construir caminos para que los adolescentes crezcan y avancen por rutas que no se han previsto, pero una vez que se descubran conducirán a la Iglesia y sociedad a “una nueva primavera”.