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En el multifamiliar de Tlalpan hay doble preocupación. El retiro de las Fuerzas Armadas los hace sentir inseguros en los campamentos improvisados en lo que era el área de recreación para las familias de ese complejo habitacional; y un peritaje en los edificios no los convence del todo y están indispuestos a vivir en una construcción que podría colapsar y dejarlos sepultados.
“¡Aquí ya no hay seguridad! ¡El Ejército y la Marina ya se retiraron!”, dice en tono de preocupación Jorge Cornejo, vecino del edifico 3-C afectado por el temblor que sacudió la Ciudad de México el 19 de septiembre.
Ante el retiro de las Fuerzas Armadas de la zona de desastre, el señor Cornejo, del departamento 208, junto con sus vecinos comenzaron a hacer guardias nocturnas. Es la segunda noche sin cuerpos de seguridad del Ejército o Marina.
Su edificio fue uno de los marcados con el color verde, es decir, podría ser habitado, porque las autoridades no encontraron fallas estructurales. Pero los vecinos dudan de ese peritaje, no los convence.
Mientras disfruta de un café con sus vecinas en el campamento, Jorge Cornejo advierte que no regresarán a sus departamentos hasta que se cuente con un documento avalado por peritos expertos.
El viernes, una comisión enviada por el delegado Valentín Maldonado realizó una revisión, que para los vecinos fue “superficial”, puesto que con lo que alcanzaron ver fue que determinaron en cada edificio si había o no afectación en la estructura.
El temor para los vecinos es que las autoridades no revisaron los sótanos, una parte importante de la estructura de los edificios; sin embargo, las autoridades ya marcaron su edificio con color verde. Explica que en dos ocasiones han llegando expertos del Colegio de Ingenieros, pero las autoridades no les permiten hacer una revisión.
“Queremos empatar el estudio de las autoridades con un peritaje externo. Que no se quieran aprovechar de todos nosotros”, reclama a nombre de las familias afectadas por el sismo.
Viven con temor. Paulina y Bianca, originarias de Ecuador, aprovechan, 11 días después del sismo, para ingresar al edificio 4-A y sacar lo más que puedan en sus maletas.
Se sienten felices de vivir en México, estudiar una maestría y un doctorado en la UAM Xochimilco, pero el ver un edificio de Tlalpan derrumbado, cerca del suyo, las ha dejado con temor. Ya no piensan regresar al 4-A.
“Volver a escuchar otra alarma de sismo es llenarse de pánico, es pensar si va a ser un temblor igual que el anterior. La alarma nos tiene nerviosas”, comenta Bianca.
El edificio en el que habitan Cristina Castillo y su esposo Sergio Rojas fue marcado con el color amarillo, es decir, necesita reforzamientos estructurales y con eso podrá ser habitado. Pero tampoco tienen confianza en el peritaje que hicieron las autoridades.
Quieren un nuevo estudio, porque el que hicieron fue antes de que utilizaran las retroexcavadoras y temen que por vibraciones de la maquinaria, los edificios estén más frágiles.
La noche ya está por caer. Los vecinos se preparan para hacer guardia; les ha llegado el rumor de que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ya quiere quitar las lámparas en el campamento y que en casas aledañas al multifamiliar ya se metieron a robar.