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Ante la falta de políticas públicas para Santa Ana Tlacotenco, un pueblo de Milpa Alta al sur de la Ciudad de México, Silvia Meza Jardines fue electa, por tres años, como una de las primeras líderes comunales del lugar. La mujer, que defiende el bosque y su comunidad, ha llegado a padecer amenazas y un intento de asesinato.
Lo primero que pide Silvia para tomar la entrevista con EL UNIVERSAL es que no sólo se hable de ella, sino de todos los que en el pueblo están haciendo un gran esfuerzo para defender su comunidad y mejorar sus condiciones de vida; desde el Consejo Comunal Nahua de Santa Ana Tlacotenco hasta los brigadistas y la nueva guardia formada por los pobladores que combaten la tala ilegal.
En el bosque, nos señala una vereda, “en este tramo de aquí hacia la federal fui amenazada de muerte, pero no sentí miedo, sentí coraje. En la comunidad también me aventaron un carro, o sea, un intento de homicidio. Tampoco tuve miedo, tengo mucho coraje al encontrarme con gente corrupta”, repite mientras nos esperan integrantes del consejo comunal que la acompañan ante el peligro inminente.
Con 51 años, Silvia reparte sus días en el campo donde siembra maíz, haba, frijol y calabaza, “lo que se dé”, explica. Tras la cosecha se vuelve comerciante, entre tanto atiende a sus hijos y esposo, a los trabajadores que tiene en casa, luego si tiene que presentar alguna documentación en instancias gubernamentales viaja a Milpa Alta o al centro de la Ciudad de México.
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La mujer está segura de que las cosas pueden cambiar. Inició en su cuadra, en dónde debido a la inclinación del cerro, hay una “rampa”, donde los hijos de sus vecinos caían a un terreno baldío hasta que, harta por el peligro que representaba para sus dos hijos, decidió pedir que se pusiera un muro de contención y barandal.
Luego, quiso agua y drenaje, pero nadie hacía mucho, así comenzó el papeleo y se organizó para que su cuadra tuviera los servicios básicos, teléfono e incluso internet. Así continuó hasta que participó en los trabajos para construir una primaria y una preparatoria en Santa Ana.
Consiguió con apoyo de sus hijos y otros habitantes ganar presupuesto participativo para instalar un comedor en la primaria. “¿A poco eso sólo lo pueden tener en la ciudad?”, cuestionó.
Ella se describe a sí misma como una mujer “entrona, luchona y aguerrida”. “Yo siempre he dicho que todos nos ponemos límites. Tú decides. Quiero servir bien aquí para después poder, no sé, algún día delegar en más espacios, pero primero yo quiero estar bien aquí en mi pueblo. Queremos viviendas dignas, que los niños tenga un cuarto donde dormir, un lugar digno de ellos donde estudiar, digno de dónde comer, que sea una casa, una vivienda digna. (...) Queremos que nuestro centro de salud esté bien equipado y con personal capacitado, y que se termine la violencia contra las mujeres. Es lo único que pido”, aseveró.
En Milpa Alta hay 12 pueblos originarios, todos tenían un sólo Consejo, pero no se daba abasto porque el territorio es muy extenso. Hasta que, el 28 de enero del 2024, tras una asamblea y elección, se instaló el primer Consejo en Santa Ana Tlacotenco, el cual está conformado por 12 integrantes, actualmente sólo hay 11 porque uno murió. De estos puestos, tres son ocupados por mujeres y los demás por hombres.
“Se lleva a cabo la asamblea y afortunadamente, gracias a Dios, por la confianza que me tiene el pueblo, me propone, es el momento que tomé la decisión, ¿por qué no? Si la gente me tiene confianza es por algo. Se los voy a recompensar con mi trabajo”, relató Silvia, quien no recibe ninguna paga, así como sus compañeros comuneros.

“El bosque es vida, es agua, es aire”
Silvia se disculpa porque no está vestida como una mujer nahua. “Soy orgullosamente indígena”, pero anda de un lado para otro, entonces anda de botas, con pantalón, a veces a pie, en moto o en auto. En el trayecto, antes de llegar a la zona boscosa, responde los saludos de la gente que la ve pasar.
Desde pequeña, Silvia vio a sus abuelos defendiendo la tierra, su bosque porque “el bosque es vida, es agua, es aire”, ahora como comunera, su trabajo es defender el bosque, el agua y no permitir que se construyan casas fuera del casco urbano.
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“Nosotros somos la parte alta de la CDMX, nuestra humedad se filtra y es de ahí de donde la ciudad obtiene agua. Porque nuestras aguas es lo que se llevan para allá abajo. Entonces, en el momento en que nosotros cuidamos un árbol, estamos cuidando el futuro de 20 años”, explicó.
Su principal apoyo son los brigadistas, un grupo de 12 habitantes de la comunidad de Santa Ana Tlacotenco que recibe un pago mínimo de seis mil pesos cada tres meses. Silvia considera fundamental que esto cambie.
“Por amor a nuestro bosque, la gente se queda a cuidar en las casetas, las brigadas están 24x24, ellos arriesgan su vida, ya vienen los calores y con ello aumentan los incendios. Necesitamos uniformes, vehículos, equipo para que suban a apagar el fuego”, sostuvo.
“Un brigadista está aquí en el monte, ellos, de verdad, mis respetos, porque dormir fuera de tu casa, ¿quién te atiende a los hijos? Tienen que buscar a terceras para que los ayuden, por eso a las mujeres y hombres brigadistas se les debe valorar su trabajo porque nadie vive con 6 mil pesos en tres meses. Le pido al Gobierno Federal y al de la Ciudad de México, que hagan un análisis, estas gentes merecen ser valoradas”, exigió Silvia.

De acuerdo con la mujer, la tala ilegal no es un “gran problema” en el pueblo como en otras comunidades, sin embargo, tienen su propia guardia. A los talamontes o personas que descubren bajando madera, se les hace un exhorto verbal para evitar que sigan destruyendo el bosque, pero nunca falta quien decide que no está pidiendo permiso. Por eso, Silvia habla bajito y esquiva las preguntas sobre el tema.
Silvia Meza busca poner el alto el nombre de Santa Ana Tlacotenco, para ella romper vidrios no es forma de participar y que las mujeres avancen en la historia, para ella es la defensa de su territorio, del bosque, enseñarle a los más jóvenes el cuidado de la tierra y del medio ambiente “para que en 20 años no seamos hombres muertos”, sentenció.
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