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pedrovillaycana@eluniversal.com.mx
Los ojos de María Clementina Vázquez Hernández no resisten más: las lágrimas aparecen y su voz se quiebra al recordar a María Inés Hernández, su hija, quien lleva 17 años desaparecida en México tras su salida de Honduras para dirigirse a Estados Unidos en busca del “sueño americano”.
Doña Cleme ha buscando “hasta por debajo de las piedras” a su hija y muestra la fotografía que cualga de su pecho, mientras cruza México. “Por si alguien la ha visto que me informe. Ella salió de su país a la edad de 22 años, el 15 de noviembre de 2001, a las 6 de la tarde. Ahora tiene 39”.
Aquel día le dio la bendición antes de que se subiera al autobús y viniera a México junto con unos amigos, “pero desde 2001 no sabemos de ella, desapareció y no sabemos nada de mi hija. Ella iba con un pantalón de tela color gris pálido, una blusa blanca y una gorra guinda. Si alguien sabe de ella, por favor díganle que se comunique conmigo porque la quiero abrazar”, entre lágrimas que recorren las arrugas del rostro de esa madre.
Doña Cleme lleva puesto un suéter rosa, una chamarra café y una bufanda rosa para protegerse del frío que se siente en la Ciudad de México. Su vida no ha vuelto a ser la misma desde que vio partir a su hija: “¿Cómo estará mi hija? ¿Habrá comido? ¿Estará en Estados Unidos, y como no tiene papeles no me podrá visitar?”, se pregunta y con ello se explica en el paso de los días la ausencia de María Inés.
La señora ha puesto las pocas fuerzas que le quedan para visitar embajadas, albergues y sumarse a marchas de desaparecidos para buscar a su hija, aquella que salió un domingo en busca de darle una mejor vida a ella y al resto de la familia.
“Por favor hijita, si estas leyendo esto, comunícate , quiero saber cómo estás, quiero abrazarte y que estés conmigo antes que me muera, porque casi me estoy muriendo en vida. Te quiero besar y decirte que te quiero mucho, me haces mucha falta y quiero que estés conmigo”, comenta mientras transcurre un día más sin saber nada de María.
Clementina dice que han sido muchas las lágrimas que ha derramado, “así como el sufrimiento y angustia que tengo de no tener a mi hija a mi lado. Ella salió en búsqueda de un futuro mejor para ella y para mí. Mejor se hubiera quedado en nuestra casa, pobres pero juntas”.
Con la consigna de seguir en la búsqueda de su María por todos los rincones de México, la mujer no descansa ni un segundo “porque hasta que no sepa dónde estás María, mis ojos y mis pies cansados te seguirán buscando hasta que me muera”.