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Cuernavaca, Mor.- El muchacho creció y recibió sus primeras enseñanzas de mecánica automotriz en ese taller del municipio de Cuautla, al oriente del estado. Al llegar a la juventud pidió apoyo a su patrón para instalar su propio negocio e independizarse. Tenía ganas de salir adelante, pero comenzó a juntarse con hombres de comportamiento extraño, y su conducta cambio a los ojos de sus compañeros y mentores.

Ramiro “N”, el patrón, cuenta que la noche del 27 de diciembre del año pasado, el autor de su secuestro era el muchacho que vio crecer en su taller: “No le guardo rencor, pero ante Dios y la justicia tiene que pagar su error”, dice el hombre de 64 años de edad.

Relata que en cautiverio los pensamientos se arremolinan y surgen imágenes de la familia, los hijos, la esposa. Ahí se valora la vida y sólo se pide a Dios que los secuestradores no dañen a su familia.

“Sabía que tenían que hacer algo, nunca perdí la esperanza, aunque muchas veces no se confía en la autoridad, y más con la amenaza de estas personas de que ‘no denuncies’, pero me mantuve firme”, señala Ramiro “N”.

Cuenta que luego de una sesión de Alcohólicos Anónimos, llegó a su casa, y cuando ingresaba el auto al estacionamiento un grupo de hombres armados lo interceptaron, lo metieron con lujo de violencia a un automóvil y se lo llevaron. Su esposa y su hija lo esperaban en la parte alta de su casa. No se percataron del plagio hasta que recibieron la primera llamada de los captores.

Laura, hija de Ramiro “N”, tomó el timón del barco porque su mamá se quedó paralizada del susto. Consultó con amigos y familiares, y los segundos le dijeron que ni siquiera pensara en acudir a las autoridades para denunciar porque “ellos están coludidos”. Una de sus amigas le contó que en Cuernavaca estaba la Unidad Especializada de Contra el Secuestro y la Extorsión (UECS), y conocía algunos casos de éxito en el rescate de personas plagiadas.

Laura viajó a la UECS para entrevistarse con Adriana Pineda Fernández, titular de la institución. Siguió puntualmente las instrucciones y al cabo de dos días recibió una llamada de un número privado.

“Me dijo que mi padre estaba a salvo y que todo había salido bien. Yo le respondí muy poco porque pensé que era una trampa de los secuestradores para saber si había denunciado, y por eso colgué para llamar enseguida al asesor de la unidad y me dijo que era verdad”, narra Laura.

Su padre atravesó por la misma incertidumbre, porque cuando el comandante entró al cuarto donde estaba en cautiverio no creyó que estaba liberado: “Yo pensé que era otro grupo de secuestradores que me iban a llevar porque quienes me detuvieron dijeron que si no recibían el dinero de mi familia me iban a entregar a otro grupo delictivo, me iban a transferir”, recuerda Ramiro.

Ante la incredulidad, el jefe policiaco lo enlazó vía telefónica con su hija. Entonces supo que estaba libre después de 48 horas de estar sometido y bajo la presión sicológica de sus raptores.

“Acredito el profesionalismo del grupo antisecuestros. Yo le comenté todo a mi yerno y me contestó ‘de qué país está hablando, porque no creo que haya una policía aquí en México que tenga ese profesionalismo’, pero es cierto, yo mismo no creía en las instituciones, pero en esta ocasión me sorprendió la operación de la institución, relató.

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