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El 5 de enero de 2012 fue un día especial para Miguel, porque cumplía 20 años. Había que festejarlo junto a su inseparable amigo David, un joven estudiante de ingeniería cibernética y apasionado del futbol.

Tenían un plan: tomaron la carretera rumbo a Ixtapa Zihuatanejo. David mandó mensajes a su madre María de Lourdes para avisar que están bien, el último fue cuando pasaban por Ciudad Altamirano.

A los cinco minutos después de que Miguel envió el texto a su madre, uno de sus amigos recibió otro: es de Miguel avisando que se llevaron a David. El amigo marcó a María de Lourdes y le dio la mala noticia.

Deborah, hermana de David, se comunicó al celular, pero no le contestó. Lo intentó en repetidas ocasiones, pero nada. Pasaron seis horas y por fin contestó David. Está llorando, asustado.

“¡Estoy en problemas! ¡Por favor, ayúdame!”, imploró el joven estudiante.

Unos de los secuestradores le quitó el teléfono a David y tuvo comunicación con Deborah.

“¿Quiénes son? ¿Son policías? ¿Qué quieren?”, cuestionó ella.

—¡Esto es un secuestro. Pásame a los papás!— dijeron.

El miedo invadió a Deborah y colgó. Le dijo a su madre lo que sucedió. María de Lourdes se comunicó al teléfono de su hijo, le respondió el secuestrador y exigió dinero para que deje libres a David y Miguel.

La familia llamó a la Policía Federal, de inmediato atienden el caso. Por 10 horas negociaron hasta que se concretó el monto del pago y la entrega de los jóvenes.

El pagador se trasladó a Ciudad Altamirano con el dinero.

Llegó un comando en camionetas.

—¿El dinero está completo? ¿Vienes solo?— dijo uno de los hombres armados.

—Sí— respondió el hombre.

—¿Y los muchachos?

—¡Espera en la glorieta, ahí llegan!

Pasó una, dos, tres horas. David y Miguel no llegaron. Arribó una policía estatal y le indicó que no podrá permanecer ahí.

El ambiente se puso tenso, el negociador se retiró y buscó un hotel, el más cercano. A primera hora del día siguiente salió de Ciudad Altamirano, sin David ni Miguel.

Se realizaron las investigaciones, les dijeron que se había realizado un operativo posterior. Les mostraron fotografías, pero Deborah identificó que esas fotos las habían bajado de internet. Les aseguraron que estaba ubicado el secuestrador, les dieron su nombre, su alias, su ubicación y que iban por él. Pero la familia de David comenzó a investigar por su cuenta y contrató gente. Ese no era el criminal. Aseguró que la familia ya tiene identificado al secuestrador.

“Derechos humanos no se presenta, la SEIDO no resuelve nada. Hay orden de aprehensión que tardó año y medio porque no tenían impresora, la tienen pero no la ejecutan. Hubo inconsistencias en el expediente, asentaron que el pago de rescate se había realizado en Michoacán cuando fue en Guerrero”, denunció Deborah. De la negociación todavía tiene las grabaciones, “es un tormento escucharlas de nuevo”, todos los días sueña con que su hermano cruza la puerta.

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