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Aunque tradicionalmente cuando termina un año hacemos el recuento de lo vivido, y palomeamos o tachamos lo alcanzado y lo que no logramos, en cualquier momento debemos tener claras nuestras metas , incluso podemos replantearlas como proposito para el siguiente Año Nuevo , afirma la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Guadalupe Medina Hernández.
El único requisito para establecer propósitos es que siempre estén fincados sobre la realidad, porque construir “castillos en el aire”, es decir, crearse ilusiones, puede causar daño; las caídas son “duras y depresivas”.
Con motivo de la celebración de Año Nuevo, la experta menciona que, por supuesto, esperamos que 2023 sea un periodo bueno, de esperanza, en especial porque parecería que estamos saliendo de una pandemia que nos llevó más de dos años de vivir en confinamiento y con incertidumbres.
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“Eso ha tenido efectos a nivel emocional en todo el mundo; y en México lo veo reflejado en temores e inseguridad. Por eso, muchas personas esperan un ciclo diferente, positivo”, dice.
La experta explica que es distinto “tener la esperanza de que mi vida cambie si consigo un trabajo más acorde a lo que me gusta o si me reconcilio con mi familia, todo ello fincado sobre una realidad, a tener la ilusión de que los virus van a desaparecer –porque han estado siempre–, o que ya no me voy a enfermar, porque mientras estamos vivos existirá la posibilidad de tener achaques o adquirir algún padecimiento”.
La incertidumbre genera demasiada ansiedad y hasta angustia. Los seres humanos buscamos tener certidumbre, caminar sobre seguro, sobre garantías y no tenerlas estos últimos años nos metió en un ambiente de mayor vulnerabilidad, y eso fue más riesgoso para la salud; sin embargo, si lo analizamos, nos daremos cuenta de que, a pesar de que buscamos certezas, nunca las tenemos, porque la vida siempre está cambiando y los planes que hoy tenemos mañana la realidad me presentará algo diferente y nos estaremos adaptando a lo nuevo. Estos años de pandemia también nos ayudaron a concientizarnos de que podemos morir en cualquier momento.
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La gente se deprimió, sobre todo los jóvenes, y hasta la fecha continúan esos efectos; en especial ellos están enojados con la vida porque les quitó libertad, porque los planes que tenían les fueron arrebatados en varios casos.
Ante esta situación, es necesario sensibilizar a la población en el sentido de hacerle ver que la vida es un constante cambio, es movimiento, nos mudamos de casa, de escuela en cada etapa y eso nos genera duelos que causan un sufrimiento, pero luego nos adaptamos, encontramos nuevas personas en el camino, etcétera; el “para siempre” no existe.
Soltar lo negativo
Aunque lo que pasó con la emergencia sanitaria fue delicado, seguimos vivos, y eso hay que agradecerlo; hay que retomar la vida e identificar los aspectos buenos que a veces no apreciamos, como son familia, un techo, trabajo, salud, escuela, etcétera. Cada quien debe, de forma personal, hacerlos visibles.
Adaptarse
Aún la gente con duelos no resueltos puede lograrlo, recalca la experta. A lo largo de la vida enfrentamos pérdidas; nos puede costar trabajo separarnos de alguien o de algo, pero salimos adelante cuando lo “soltamos”. Esa es la virtud del ser humano, adaptarse, hasta aceptar las pérdidas.
En la pandemia, por ejemplo, hubo gente que enfrentó el fallecimiento de seres queridos. En ese y otros casos, los “duelos hay que vivirlos, no podemos saltárnoslos, hay que llorar a la persona que murió, si así lo sentimos, sobre todo si la liga afectiva con ella era muy fuerte”. No se deben impedir las lágrimas, el sollozo, el recuerdo, sino vivirlos. La tristeza, la depresión o el enojo que se producen son parte del duelo, pero son transitorios.
Reflexión
Necesitamos un tiempo para reflexionar sobre la persona que falleció, lo que me deja, y aprender a vivir sin ella; entender que nuestra vida no será igual nunca, pero que vivirá en nuestro pensamiento y corazón.
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maot