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En el PRD “estamos curados de espanto”, aseguró su presidente nacional Jesús Zambrano, al señalar que su partido no necesita ni dependerá más de “líderes carismáticos y caudillos” para acumular mayoría en el Congreso de la Unión.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el sonorense fue enfático al señalar que Andrés Manuel López Obrador está confirmando como presidente los rasgos autoritarios que se le notaron desde que fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México, cuando no se habían distanciado y Zambrano era integrante de su gobierno.
“Debemos fortalecer direcciones colegiadas, liderazgos amplios y diversos, caminar con la sociedad civil y ya no depender de ningún líder carismático, sino tener la fuerza, resultado de la suma de capacidades de muchos liderazgos”, dijo.
Aseguró que el PRD se quebró, pero no se terminó tras la salida del ahora Presidente. Indicó que luego de la derrota ante Enrique Peña Nieto en 2012, el objetivo de López Obrador en ese momento fue “chupar” hasta vaciar al PRD, lo cual, sostiene Zambrano, no sólo no logró, sino que muchos militantes que lo siguieron hoy están regresando.
¿Cómo ve el panorama rumbo al proceso electoral 2021?
—Se han agravado las circunstancias de la vida del país. Hay todo un conjunto de zonas preocupantes y un mar de posibilidades. Por un lado está un escenario promisorio para construir un cambio mediante la correlación de fuerzas.
[Por el otro] la profundización de la degradación con que el gobierno de la República ha avanzado hacia la parálisis de la economía, su incapacidad para tomar medidas para enfrentar las crisis sanitaria y social, las consecuencias de la pandemia; así como la concentración del poder en un solo individuo, el riesgo de perder conquistas democráticas logradas durante décadas, y que se atente contra la autonomía del órgano electoral.
Usted conoce al Presidente desde hace muchos años, ¿se imaginaba que llegaría a ser merecedor de estas críticas que ahora le hace?
—Sí, pero no en virtud de los extremos a los que está llegando. Mis críticas son duras, pero también son propias de su actuación. Lo traté muchos años: en el partido, él en el gobierno del DF. Conocí los rasgos autoritarios de un hombre que nunca acepta que se esté equivocando, que busca imponerse a como dé lugar, que escucha muy poco a los demás, aunque hace creer lo contrario.
Cuando en 2006 toma la decisión de hacer el plantón en Reforma, empezamos a tener diferencias claras, porque nunca estuvimos de acuerdo: le dijimos que estaba sellando su derrota rumbo a 2012 en lugar de aprovechar su capital político.
En 2012 lo apoyamos con todo, sin reserva, sabiendo que iba a ser terriblemente difícil que ganara. Después decidió alejarse, legalizar su propio partido y tomó su camino. Para 2018 estaba claro que no teníamos coincidencia, que se iban a acentuar sus rasgos autoritarios si llegaba a ganar la Presidencia de la República.
¿Qué se llevó López Obrador cuando se fue del PRD? ¿Terminó con el partido?
—No, si hubiera terminado no estuviéramos aquí. Nos quebró a la mitad, pero todavía en las elecciones de 2015, el PRD tuvo más votos que Morena y más diputados. Se llevó a una gran cantidad de cuadros políticos, de simpatías de nuestros votantes tradicionales. En 2018, cuando tuvimos un candidato del PAN que no cuajó en las simpatías de la militancia del PRD, una gran parte de nuestro electorado apoyó a López Obrador.
Terminó chupándose una cantidad importante de nuestro electorado: su intención era vaciarnos por completo, pero tuvimos todavía 5.5% de la votación.
¿Cómo está el partido?
—Después de eso, con todo lo valioso que quedó y centenares de cuadros que siguieron fieles [muchos de los que se fueron están regresando, decepcionados por lo que están viendo], estamos en una recuperación franca, real y clara. Aquí seguimos, con mucha determinación y energía.
En su momento fue el ingeniero Cárdenas, luego López Obrador; hoy por hoy, ¿quién sería el principal activo del PRD?
—Estamos curados de espanto. El PRD no puede regresar a necesitar un bastón para caminar. Hoy estamos con la convicción de fortalecer direcciones colegiadas, liderazgos amplios y diversos, caminar con la sociedad civil y ya no depender de ningún líder carismático, sino tener la fuerza, resultado de la suma de capacidades de muchos liderazgos.
¿Qué hay de los liderazgos históricos del partido?
—Algunos hemos estado durante décadas en la dirección del partido, tenemos un reconocimiento ante la militancia y hay que saberlo manejar con responsabilidad, pero no porque estemos construyendo al nuevo caudillo, al nuevo líder carismático, al hombre que necesitamos venga a salvar al PRD. Nadie nos necesita salvar, estamos a salvo solos.
Lo que necesitamos es ampliar nuestra capacidad de influencia, traer a más gente valiosa y fortalecer al PRD.
En torno a la alianza con PRI y PAN, ¿qué aprendieron de la experiencia de 2018?
—En 2018 se cometió el error de que unos cuantos representantes de las cúpulas de los partidos de la coalición tomaron decisiones por encima de los estados.
Al mismo tiempo hay que asumir que no se trata de un acuerdo sólo entre partidos políticos, sino de partidos con sociedad civil. No puede repetirse el ejercicio en el que se diga o piense: “Ahí están los mismos de siempre repartiéndose el pastel”, no. Lo que queremos es que esa separación entre los partidos y la sociedad no se repita ni se presente de nuevo. Hemos aprendido de nuestros errores. Sería una irresponsabilidad y una tragedia que no entendiéramos las críticas, los señalamientos y que siguiéramos haciendo lo mismo.
¿Se está configurando una elección de Estado en 2021?
—Está configurándose si dejamos que se haga realidad la pretensión de López Obrador: someter a los órganos autónomos, capturar al Tribunal Electoral, golpear para debilitar en todo lo que pueda al INE, para terminar siendo él el árbitro.
López Obrador está llegando a lo peor que llegó a tener el PRI en sus peores momentos, al papel de Fox cuando le gritó “cállate, chachalaca”, ahora el chachalaca es él, quien todos los días golpea a la oposición. Tanto que criticó la intromisión indebida e inconstitucional del gobierno y ahora está haciendo lo mismo.
¿Qué diferencia hay entre la visión de izquierda de López Obrador, del PRD y algunos sectores del PRI?
—López Obrador no es un hombre de izquierda y su gobierno tampoco; está obsesionado en concentrar todo el poder del país en una sola persona, como lo hacen todos los dictadores; sus políticas públicas y decisiones no tienen nada que ver con la izquierda democrática, sino con una reedición reforzada del neoliberalismo, del capitalismo de cuates, la acentuación de la corrupción que tanto criticó.