El delito de no se detiene en México, al contrario, va en aumento. Sólo en 2024 los reportes de pornografía rompieron récord en los últimos cinco años y seis de cada 10 víctimas son mujeres y 66% de éstas tienen entre 13 y 17 años.

Las entidades con mayor incidencia son: Estado de México, Puebla, Tabasco, Jalisco y Morelos, de acuerdo con cifras del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia.

Durante 2024, los reportes de pornografía aumentaron 79% con respecto a 2023.

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“En México y en todo el mundo el cuerpo de la mujer siempre tiene la vulnerabilidad de ser percibido como un objeto que puede ser comercializado y ser usado sólo como un medio de morbo o para generar placer en el hombre, quien ostenta la simetría de poder patriarcal”, advirtió María Elena Esparza.

La doctora y consejera de género explicó que la vulnerabilidad asociada con la corporalidad como mercancía, como un espacio para replicar el poder patriarcal y para ejercer control, está presente en medios digitales.

A esto se le suma que la mayoría de víctimas no denuncia, pues de 613 reportes, sólo 27 han abierto una carpeta de investigación.

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En 2020 recibieron 29 reportes de pornografía; en 2021 hubo 27 y en 2022 sólo 39. Para 2023 se registraron 149 y en 2024 hubo 267 casos.

Sin embargo, durante enero y febrero de 2025 han recibido 92 reportes. Del total de víctimas, 16% son niñas y adolescentes, mientras que 11% son menores de 13 años.

Los agresores aprovechan redes sociales como Facebook para distribuir estos contenidos, hasta 20% de los reportes ocurrieron en esta red, 18% se dio a través de Instagram, 16% en WhatsApp, 5% en Litmatch y Telegram. Las víctimas se acercan al consejo para buscar asesoría de cómo bajar el contenido pornográfico de estas redes, donde 49% de los agresores son desconocidos.

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“Desde el cuerpo se controla y tenemos esta existencia digital tan fuerte, pues desde lo digital se controla, se desprestigia, se presiona, se amenaza. Puede haber cruces con la extorsión y amenazas que son delitos. Las víctimas son mujeres, por lo que debemos mirar este delito con perspectiva de género”, aseguró.

Un 14% de los agresores son novios o exparejas de las víctimas, 6% son personas conocidas, 5% son amigos, 3% son compañeros escolares y 3% sus propios familiares.

¿Liberación femenina y decisiones propias?

Con respecto a las mujeres mayores de edad que están de acuerdo en la participación de contenidos pornográficos, Esparza Guevara apuntó: “Hay casos que aunque ellas acepten, son violadas, son explotadas sexualmente. Hay que observar cómo muchas veces detrás del supuesto ejercicio libre de la pornografía hay historias de abuso, sumisión, maltrato y de un condicionamiento sicológico que impide a la propia víctima asumirse como tal”, destacó.

La también presidenta de Ola Violeta explicó que el feminicidio emocional es la anulación de la voluntad y la autoestima por la reiterada agresión sicológica, por lo que detrás de la pornografía hay manipulación de ese supuesto ejercicio libre.

“¿Cuánta manipulación, cuánto maltrato, cuánta afectación de la autoestima, cuánto feminicidio emocional hay detrás de esa supuesta declaración? Es como cuando decimos: ‘Por qué no se va de esa relación si la tratan tan mal’. A veces la víctima no tiene las herramientas para irse”, lamentó.

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En Estados Unidos, al menos una vez al mes una actriz porno se suicida, otras más mueren a causa de enfermedades de transmisión sexual o por sobredosis de drogas, y la gran mayoría lidia con acoso sexual en su vida cotidiana.

En México, a esto se le suma que las mujeres son víctimas de trata o explotadas por sus propios esposos, conocidos como managers.

“Es un negocio multimillonario, las categorías asociadas a la pornografía siempre reivindican una simetría de poder: “Es la empleada, la alumna, la menor de edad. Quien diga que el machismo no existe, que se meta a ver qué categorías hay, como la apología, la pedofilia. Es una de las principales asimetrías de poder que hay, es menor de edad, es débil, es frágil, pueden hacer lo que quieran con ese cuerpo”, subrayó.

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Además, en la pornografía hay una parte que domina sobre otra, lo que también es apología al abuso, la fuerza, la sumisión y al poder infringido desde un cuerpo hacia otro cuerpo.

Algo que desde el movimiento feminista se visibiliza: los efectos negativos del mandato de sumisión, uno de los mandatos de género más frecuentes.

“Nos afectan desde niñas en muchas áreas de la vida, pero si además también desde el vínculo sexual se reivindica una y otra vez, genera una idea errónea para quienes consumen esos contenidos durante etapas formativas. Adolescentes que a lo mejor tienen 12, 13 o 14 años piensan que el sexo es una manera de controlarla a ella, que la mujer sufra y que es normal que sea violento”, precisó.

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Los efectos de la pornografía

Wendy Figueroa expuso por su parte que la pornografía se considera una forma de opresión y explotación que causa daño y debe ser abolida para garantizar la igualdad de género y la liberación de las mujeres. A pesar de esto, la industria pornográfica se ha normalizado en plataformas digitales, con un consumo que inicia a edades cada vez más tempranas.

“Este acceso sin restricciones puede fomentar narrativas que perpetúan la violencia sexual, el machismo y la cosificación de los cuerpos de las mujeres, siendo una herramienta del sistema patriarcal que explota principalmente a mujeres y niñas, reforzando roles de género basados en la subordinación y el dominio masculino”, afirmó.

Entre las consecuencias que trae consigo esta industria se encuentra la objetivación y deshumanización de las mujeres, dado que la pornografía suele mostrar a las mujeres como objetos sexuales, despojándolas de su humanidad y degradándolas a su valor sexual, de acuerdo con la sicóloga feminista.

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También normaliza la violencia, lo que puede desensibilizar y normalizar las prácticas de dominación, humillación y abuso que contribuyen a la cultura de la violación y la misoginia.

“En la pornografía, la representación de cuerpos ideales y estereotipados puede impactar en la autoestima de las mujeres, creando dudas acerca de su propio cuerpo y promoviendo comparaciones irreales.

“También puede influir en cómo las mujeres viven su propia sexualidad, generando un desajuste entre el verdadero deseo sexual y lo que se muestra como ‘normal’ en la misma”, agregó.

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Además de la explotación sexual y la trata, en ocasiones las mujeres son obligadas o persuadidas a involucrarse, lo que causa daños a la salud mental: depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y alto riesgo de suicidio.

Aunado a ello está la estigmatización social, las mujeres que logran salir de la industria enfrentan discriminación y marginación.

Desde el feminismo abolicionista, dijo la experta, resulta crucial progresar hacia la prohibición de la pornografía, respaldada por políticas públicas que brinden alternativas concretas a las mujeres, tales como acceso a la educación, la vivienda, la salud, un trabajo digno y programas de apoyo integral.

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A pesar de que este delito está castigado con prisión de siete y hasta 14 años, sólo aplica a quien promueva, obligue, publique, gestione, facilite o induzca por cualquier medio a una persona menor de 18 años a realizar actos sexuales o de exhibicionismo corporal con el objeto de videograbarlos o fotografiarlos a través de anuncios impreso, sistemas de cómputo electrónicos o sucedáneos.

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