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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
El coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa Patrón, sostiene que el ciclo de las legislaturas 62 y 63, de 2012 a 2018, son las más productivas de la historia de México, y el mérito es de todos sus integrantes, con quienes “siempre busqué privilegiar la política, a fin de alcanzar acuerdos y consensos”, y casi siempre tuvo la mayoría simple que necesitó.
La conducción de la bancada priísta dio a Gamboa la oportunidad de “vivir muy cerca del presidente Enrique Peña Nieto, de poder tener plena confianza de ida y vuelta entre él y [el legislador]”.
En entrevista, comenta: A Peña Nieto “le dije todo lo que pensaba, no me quedé con nada. Tuve momentos duros con él, como debe ser cuando le tienes cariño y confianza a un amigo”.
Con más de 40 años de trayectoria en los altos niveles de la política, Gamboa Patrón cita un caso de divergencia con el Presidente: “Le dije que estaba verdaderamente en contra de la reelección [consecutiva de senadores]”.
¿Cómo entiende usted, senador, la política?
—Tengo más de 40 años en el primer nivel de la vida política de mi país, soy una [persona] que entiende la política como la capacidad de servir a la gente que menos tiene.
¿Qué cambió a lo largo de cinco años y más?
—Mi cambio fundamental es una pérdida muy profunda en la vida personal, el fallecimiento de mi mujer, acercarme mucho a mis hijos y a mis nietas, y la decisión de no dejar de trabajar. No tengo otra cosa más, lo único que hago es trabajar en el Senado, no pierdo tiempo en nada porque no tengo nada. No tengo una gasolinera, negocios, restaurante, una empresa. Nada. Ocupo las 24 horas del día pensando sacar las cuestiones difíciles del Senado.
¿Cómo es un diálogo duro con el presidente Enrique Peña Nieto?
—Yo viví al Senado y transmitía lo que el Senado me decía al Presidente de la República. Yo le decía: ‘Creo en lo que me están diciendo mis compañeros’. Siempre fue muy atento, a lo mejor no me decía: ‘Nos vamos a ir por ahí’, pero me decía: ‘Ya te escuché. Déjame escucho otros planteamientos y tomaré la decisión’. Y así fue. Yo sabía que salía sin una respuesta concreta del Presidente, en una plática muy respetuosa, pero jaloneada.
¿El Pacto por México cómo funcionó en su momento [en 2013]?
—Hubo un acuerdo entre los partidos más importantes del país. Llegaba a [la Cámara Alta] una iniciativa consensuada por los líderes —que no quiere decir que pasara tal y como nos las habían enviado—. Se debatieron durante meses: seis la energética, casi un año la educativa, y tuvimos que salir del Senado a una sede alterna.
Fue un proceso difícil. De repente oías a compañeros de otros partidos que no estaban de acuerdo con lo que les habían enviado sus coordinadores o sus presidentes de partido; sin embargo, fuimos trabajando, lo hicimos.
¿Fueron días intensos?
—Los debates. Salíamos en la madrugada, antes del amanecer, y hubo cinco o seis días que me quedé a dormir en mi oficina, en el Senado de la República, porque al otro día a las ocho y media estábamos ya los coordinadores viendo cómo destrabábamos lo que se había atorado.
Fue una época importante para México, se transformó la Constitución como nunca en la vida, para bien, las reformas estructurales siempre tuvieron 100, 110 votos a favor, 20 en contra, 25 en contra, pero buscábamos siempre el mayor consenso entre las diversas fuerzas que configuran el Senado de la República.
¿Cómo se acabó el encanto del Pacto por México?
—Me da la impresión de que los mismos presidentes de los diversos partidos y el Presidente de la República y su gobierno vieron que habíamos aprobados demasiadas reformas estructurales, que todas tienen un contenido económico, todas, y vieron que tenían que irse ya mucho más despacio. Se toma la decisión de darnos un impasse. Pero llegamos ya a una sucesión presidencial, y yo creo que se tomó la definición de cada quien por su lado, saque la reforma que pueda.
El Partido Acción Nacional daba la impresión de que era muy agresivo en sus planteamientos como condición para hacer los consensos...
—Hicieron valer toda la segunda fuerza en el Senado de la República, recibió instrucciones o un diálogo con sus senadores el [entonces] presidente del [PAN], Ricardo Anaya, y apretaron la mano fuerte en todo lo que fue la reforma electoral.
En innumerables ocasiones usted dijo que el PRI no tenía mayoría. Y la mayoría dispersa nunca se integró y nunca lo puso en jaque. ¿O sí?
—Nunca. La verdad que no.
¿Cómo le hizo para que se diera de esa forma?
—Trabajamos mucho, con muchos compañeros senadores, y traté de evitar que [otras fuerzas políticas] me ganaran la mayoría simple.
¿Cómo se le hace?
—Se negocia, se cultiva una amistad, se plantea el problema, se hace una reflexión a fondo [con] los legisladores que tenían inquietudes, e hicimos la mayoría. El primer año, en la época de Ernesto Cordero, nos ganaron una elección, y se vale. Ellos tuvieron la mayoría.
Esto es numérico, son 128 senadores, nosotros tenemos 55 y 5 del Partido Verde Ecologista de México, es todo lo que tengo. Era una cámara dura, con juicios muy severos, algunos ofensivos contra el Presidente de la República, aun así transitamos cinco años ocho meses.
¿Cuál es el secreto para construir mayorías y lograr los consensos?
—Vemos cuáles son nuestras prioridades, y me iba a ver a los coordinadores, empezando por el de Acción Nacional, que es la segunda fuerza, le platicaba que teníamos inquietudes, que teníamos esta posible iniciativa. Y sin duda alguna negociábamos.