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La música regional que pobladores de la Mixteca de Oaxaca le llevaron hasta sus oficinas a Andrés Manuel López Obrador, encendió algo en el presidente electo que lo obligó a salir de su encierro y, por un instante, casi hacerlo bailar al ritmo de la tambora.
Desde las 9:30 horas, las oficinas de Chihuahua 216 fueron un caos. Mientras López Obrador se reunía con embajadores y encargados de negocios de Asia, la música de banda entró por las ventanas de la casona. Eran unos 25 indígenas de la sierra de Oaxaca, quienes además de expresar su apoyo con bailes y flores, viajaron seis horas en camión para pedir apoyo para sus comunidades.
El folclor se vio interrumpido por un grupo de cinco jóvenes anarquistas que hicieron su aparición con vestimentas negras, pelucas de colores y máscaras para exigir la liberación de presos políticos en Eloxochitlán, Oaxaca. En su protesta, en la esquina de Monterrey y Chihuahua, uno de los anarcos impidió que un automóvil avanzara, poniendo las manos en el cofre, ante las miradas de policías que resguardaban la casa de la colonia Roma.
En cinco minutos detuvieron el tránsito, extendieron una manta en protesta, tiraron propaganda y huyeron sin decir más.
Los pobladores de Santo Domingo Yanhuitlán, Oaxaca, regresaron a lo suyo: soplaron fuerte las trompetas, le dieron duro a la tambora y rasparon el asfalto con sus bailables.
Ataviados con trajes típicos, bordados a mano, las mujeres hicieron una rueda y comenzaron a bailar, mientras lanzaban porras al tabasqueño y gritos de agradecimiento que hicieron que hasta la encargada de atención ciudadana, Leticia Ramírez, moviera el cuerpo con tan contagiosas melodías.
López Obrador salió a la calle de Chihuahua y les pidió seguir con los tonos mixtecos.
“La música qué, pues”, gritó el presidente electo, entre empujones de un grupo de seguridad civil y el equipo de transición, quienes hacían lo imposible para que llegara hasta la representante de los indígenas, quien muy cerca, casi en la oreja, le pidió que los apoyara con construir caminos porque su región está incomunicada.
La tambora siguió y él tomó una canasta de flores, al momento que una mujer lo agarró de los brazos para bailar. Contagiado, el presidente electo se dejó llevar y por un instante se contoneó de un lado a otro con la canasta en la cabeza. Intentó bailar, pero se contuvo.
Los mixtecos, con sus flores y sus bailes, lograron lo que muchas protestas no habían podido hacer en dos meses: que el próximo presidente saliera a atenderlos y hasta se puso por instantes un sombrero de paja que le regalaron. Le pidieron la pavimentación de un tramo carretero para 120 pueblos de la Mixteca.
López Obrador se retiró de sus oficinas entre un caos, no sin antes prometer a los oaxaqueños que los visitará en la gira del agradecimiento y, entonces sí, bailará con ellos.