De inteligencia dura, la joven Citlalli Hernández Mora , en el ala izquierda del salón de sesiones del Senado , sabe ser interlocutora con los legisladores del otro lado del espectro político, y puede encontrarse con sus pares en los espacios de consenso.

La agenda de esta senadora de Morena es la de los derechos humanos desde una perspectiva de izquierda: Ayotzinapa, desaparecidos, la violencia de género, la interrupción legal del embarazo.

Originaria del oriente de la Ciudad de México, nacida en abril de 1990, sólo contaba con siete años cuando Cuauhtémoc Cárdenas Solózano ganaba el gobierno de la capital del país, y en septiembre pasado, al rendir protesta como senadora de la República por la Ciudad de México, encarnó a la generación que toma la estafeta, la bandera de izquierda.

Activista urbana, mujer seria, de imagen fuerte —en Citlalli Hernández Mora nada puede ser visto como débil, frágil, endeble—, personifica a la lideresa que apoya. Es reservada, analítica, discreta. Primero piensa y luego actúa.

El pasado 17 de mayo, organizó la celebración del Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, y dio espacio a representantes de la comunidad LGBTTTI en un foro en el que se expresó la diversidad sexual.

En esa ocasión había felicidad en los cientos de concurrentes, emoción detonada por el hecho de que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó la bandera distintiva de este movimiento que en la Cámara Alta era resumida con una palabra: amor.

A los 29 años de edad, esta senadora suele vestir pantalones de mezclilla, blusas sencillas, y por ello puede pasar como una estudiante universitaria, como una más de los miles que cursan estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Es exponente de Morena en la capital del país y en su trayectoria de política temprana se expresa de manera plena toda la Cuarta Transformación.

Es firme, fuerte, dura, pero tiene la visión suficiente para exponer en los debates la visión política de Morena sin lanzarse como proyectil demoledor, tipo kamikaze, contra priistas y panistas, como otros morenistas suelen precipitarse.

Defiende la igualdad, los derechos de las mujeres, de las niñas, de los indígenas, y en ello puede acompañar y ser acompañada por las senadoras de las otras bancadas, que han visto en ella la inteligencia de izquierda.

Llega al Senado de la República como compañera de fórmula de Martí Batres Guadarrama, fundador de Morena, líder en la capital mexicana, y se abre espacio como secretaria de la Comisión Anticorrupción y como integrante de las comisiones de Derechos Humanos, Trabajo, Juventud y Deporte, y de Relaciones Exteriores, América Latina.

Estudió Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, aunque dejó trunca la carrera universitaria, mientras que se metía de lleno al activismo, en apoyo de Andrés Manuel López Obrador, a quien ha seguido desde la adolescencia.

Ha tenido experiencia como legisladora, en la Séptima Legislatura de la Ciudad de México, justo antes de dar el salto al mármol negro y los muros blancos del Senado de la República, donde personaliza una nota roja, esta que es la noche de un día difícil.

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