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En operación hormiga, espontáneamente y desde hace más de un mes, la mayoría de los senadores ordenaron a sus colaboradores la mudanza de salida, que en nada se parece a la de llegada. Entonces, cuando la vida ofrecía promesas de poder y fama a manos llenas, los legisladores llegaron a sus oficinas asignadas y sólo faltaba el corte de listón para la toma de posesión, pero esta vez dejan los espacios de forma aislada y de ello se encarga el asistente del asistente.
Muebles personales, cuadros, retratos, libros, piezas de artesanía, bicicletas, papeles y archivos han salido de la sede senatorial de Paseo de la Reforma y también de los siete inmuebles adicionales que tiene la Cámara Alta, y de la cual aún se dan de baja cientos de asesores, secretarios técnicos y colaboradores de diversos niveles, quienes utilizaban bienes propios o de los senadores.
La Torre de Comisiones prácticamente ha sido desalojada y los secretarios técnicos, al proceder a su finiquito, deben responder por el resguardo de diversos equipos, con lo cual los inventarios vuelven a la posesión del Senado de la República. En ello se han aplicado las direcciones de Recursos Materiales y Servicios Generales; de Informática y Telecomunicaciones, así como de Resguardo Parlamentario, las cuales han seguido un protocolo de colaboración para recuperar los bienes que le fueron asignados a las comisiones y a los legisladores.
Un puñado de senadores todavía permanece en sus oficinas del edificio Hemiciclo, con las pertenencias con las cuales se apoyaron para el cumplimiento de sus responsabilidades, como es el caso de Mario Delgado Carrillo (PT-Morena), quien hacia el final de la presente semana organizará su mudanza y dejará el espacio, a tiempo para que sea objeto de arreglos antes de recibir a los integrantes de la próxima 64 Legislatura.
“Ya vamos a empezar a empacar este fin de semana para desalojarla y que la puedan arreglar, pintar para un nuevo senador. ¡Ya nos vamos!”, dice el legislador morenista.
Otros senadores que continúan labores en sus oficinas son Ernesto Ruffo Appel, Pilar Ortega, Marcela Guerra y Luis Sánchez Jiménez. Otros integrantes de la Comisión Permanente están por pedir que les manden un diablito para bajar cajas al estacionamiento y despedirse así del fuero en el ejercicio de descolgar los cuadros de los muros entre los que vivieron la experiencia de representar a sus estados.
Unas 850 cámaras de videovigilancia son ojos abiertos las 24 horas del día, y en las puertas de salida las instrucciones del personal de Resguardo Parlamentario incluyen que “nada que no lleve el aval de las tres áreas responsables de la salida de bienes se va”.
Los estacionamientos lucen semivacíos con sus mil 129 espacios para legisladores, servidores públicos y visitas, y las oficinas —ya desocupadas en su mayoría— han pasado al control del ejército de empleados que arreglará los espacios para que en días próximos de agosto sean entregados a los 128 ganadores de un escaño.
Todos los movimientos de salida de bienes están registrados en la memoria digital de la red de videovigilancia del Senado, como parte de los dispositivos para que el retiro de pertenencias de los senadores ocurra sin contratiempo. Hay una disposición que bloquea el retiro de objetos inventariados que pertenecen al Senado.
Lo que respecta a la propiedad personal de los legisladores, secretarios técnicos y colaboradores, sólo puede ser retirado de las oficinas mediante el uso de una tarjeta electrónica que tiene en su poder el personal de la oficina de cada senador; para llevar a cabo movimientos, en cada piso un integrante del grupo de resguardo toma nota y los reporta a los cuadros de mando; si todo cumple las normas, se levanta un listado de pertenencias que salen y se conserva como un comprobante en caso de alguna reclamación.
Los pasillos de las oficinas de los senadores, en el llamado edificio Hemiciclo, son recorridos por un número menor de personas. Algunos senadores asisten a últimos asuntos. El personal de limpieza lleva a cabo sus tareas con cubetas, escobas y jergas; a ellos se les abren las puertas de par en par, las cuales —los últimos seis años— había que tener cuidado de no cruzar para no interrumpir reuniones.
Por lo que toca a bienes muebles a cargo de los grupos parlamentarios y que no están inventariados por el Senado, lo usual es que queden en un resguardo especial de la bancada para que los reciban sus compañeros de nuevo ingreso.
Así, en menos de dos semanas, el Senado va a cambiar de piel, a la espera de los nuevos inquilinos que llegan a una casa donde todo se ve y nada se mueve sin salvoconducto. Los mismos diablitos que hoy bajan objetos, pronto subirán los implementos de los que llegan.