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Los días posteriores a aquel 23 de marzo de 1994, día del atentado que cobró la vida de Luis Donaldo Colosio, quedaron marcados por el caos y la confusión informativa.
Dentro de aquella vorágine, EL UNIVERSAL recogió en Tijuana las declaraciones de testigos y de fuentes cercanas al caso que perfilaron entonces la posibilidad de que el candidato del PRI no fuera víctima sólo de un asesino solitario sino de un complot entre varios individuos con el fin de quitarle la vida.
En su edición del lunes 28 de marzo de 1994, el Gran Diario de México dio cuenta de la detención como posible cómplice de Mario Aburto de Tranquilino Sánchez Vega (su segundo apellido se confirmaría después como Venegas), un viejo elemento de seguridad que participó en la valla de protección del extinto candidato.
Los testimonios y las fuentes recabados en ese entonces por los reporteros de EL UNIVERSAL dieron cuenta de las terribles fallas en la seguridad que privaron antes, durante y después del crimen en donde poco se hizo para preservar evidencias.
También se informó cómo se decidió trasladar a Colosio Murrieta a Lomas Taurinas a un evento que no estaba en la agenda, pese a las advertencias de muchos actores de que se trataba de un sitio inseguro no sólo por la presencia de delincuencia sino por tratarse de un espacio que no garantizaba la integridad del candidato.
Años más tarde, en el 20 aniversario del magnicidio, también EL UNIVERSAL dio cuenta de una serie de grabaciones de las charlas telefónicas que Mario Aburto Martínez, hasta hoy el único detenido y sentenciado como asesino confeso, tuvo con su familia desde el penal.
Aburto sostuvo en esas charlas con su padre y madre que hubo “otro Aburto” en las investigaciones del crimen. “Utilizaron a otra persona que se parecía a mí”, dice en una de esas llamadas telefónicas.