Durante 26 años Carlos Romero Deschamps fue el secretario general del sindicato más importante del país. Fue trabajador petrolero durante más de 62 años.
Hijo de una familia humilde de Tampico, Tamaulipas, cuna de la industria petrolera mexicana. Su vida giró de la escasez al bienestar y al poder.
Se le escuchaba en discursos de aniversario de la Expropiación Petrolera o en campañas electorales del PRI. Es un hombre del sistema que prefiere el bajo perfil, sin dar entrevistas, ni responder a las críticas, acusaciones y denuncias de la disidencia gremial, que lo señala de uso de la fuerza para el control sindical y de actos corruptos, uno de ellos, robar combustible de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Pese a que era un fantasma en el pleno legislativo, en el sistema político priista fue personaje de primera línea.
Este hombre juega su estrategia de callar y aguantar, probada con cinco presidentes de la República como secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
Se trata de un líder priista que ha sido dos veces senador y diputado federal en tres ocasiones, pero la tribuna, el debate, no es lo suyo. Es jefe de una cúpula sindical que desde la expropiación petrolera (1938) actúa sin contrapesos en su vida interna, con fama de dispendio fabuloso y poderío político.
Ese fue el estilo de la generación sindicalista de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, su paisano de Tampico, con quien creció Romero Deschamps.
Se conocen en la refinería de Salamanca y el joven que resistía las cornadas de la estrechez económica es llevado a Azcapotzalco como ayudante del líder seccional, por orden de Hernández Galicia, y sirve a La Quina de chofer en sus visitas a la Ciudad de México y lo frecuenta en Ciudad Madero.
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El cultivo de su relación con Hernández Galicia rinde frutos en 17 años, pues su benefactor lo designa secretario general de la sección 35, la de Azcapotzalco, a la que integra Tula, Hidalgo.
Su poderoso padrino es detenido el 10 de enero de 1989, en el llamado Quinazo, y sentenciado a 35 años de prisión. Carlos Romero Deschamps es uno de los pocos líderes que se salvan de la limpia.
Y en cuatro años, en 1993, conquista el principal cargo del sindicato como interino de Sebastián Guzmán Cabrera. Tendrá cinco elecciones. La última, adelantada un año, con voto depositado en urna transparente, con nombre y número de trabajador escrito en la cédula. La primera vez, en 1994, se vota por él a mano alzada.
En el mando resiste las olas de oposición y los movimientos disidentes. Tiene el control sindical. Después del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, en la campaña del priista Francisco Labastida Ochoa tiene lugar el desvío de mil millones de pesos del sindicato petrolero a la campaña del sinaloense.
Se adapta a la alternancia con fuero de diputado federal. El caso en su contra prescribe con ayuda de los años y del desdén de la PGR panista.
Con Felipe Calderón Hinojosa, el gobierno intenta romper el monopolio petrolero del Estado, lo cual se conseguirá con Enrique Peña Nieto, en el retorno del PRI al poder.
La negociación de la reforma energética ocasiona un daño colateral al sindicato, el cual es desterrado del Consejo de Administración de Pemex, donde tenía cinco consejeros de 15, como exigió el PAN para dar su voto.
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Tras la derrota, en 2018, de su candidato presidencial, José Antonio Meade, postulado por el PRI, y ante las primeras decisiones de Andrés Manuel López Obrador, en enero de 2019, rompe su silencio con una carta en solidaridad con el Presidente en el combate al robo de combustibles y la corrupción.
López Obrador, el sexto presidente en su trayectoria, dice que no hay denuncia alguna presentada contra el líder sindical, a quien los disidentes lo acusan de estar involucrado en el robo de petrolíferos de la refinería de Tula.
Son pormenores de un líder petrolero en tres transiciones del poder, con trayectoria de bajo perfil, donde hubo antecesores que se dieron vida de fábula de Alí Babá. *
*Texto elaborado por el autor antes de fallecer el pasado 17 de febrero.