Hace 50 años, el sacerdote católico Enrique Meza incitó al pueblo de San Miguel Canoa, en Puebla, a l inchar a cinco jóvenes , a quienes acusaron de comunistas en ese poblado que se encuentra en las faldas de La Malinche.
A pesar de los años, Puebla se mantiene a la cabeza de crímenes comunitarios, impulsados por la desinformación, la injusticia y la impunidad, que suman 15 durante este año.
Apenas el mes pasado, el campesino Alberto Flores Morales, de 53 años, y su sobrino Ricardo Flores Rodríguez, de 22, fueron señalados de “robachicos” en la comunidad de San Vicente Boquerón y asesinados horas más tarde en la cabecera municipal, en Acatlán de Osorio, entre aplausos y videograbaciones con teléfonos celulares.
Aunque eran inocentes, esos dos hombres fueron asesinados por la turba como ocurrió hace 50 años en San Juan Canoa con cinco jóvenes trabajadores y estudiantes, cuya historia quedó plasmada en la película "Canoa" de Felipe Cazals, realizada en 1975.
En aquel momento, el movimiento estudiantil se encontraba en su cumbre, 15 días antes de la matanza del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Los señalamientos hacia los estudiantes, que rayaban en la satanización, eran de "comunistas" y por lo tanto, de anticatólicos hacia la juventud.
San Miguel Canoa se ubica a 12 kilómetros al noreste de Puebla, la capital del Estado, el cual se encuentra entre la migración hacia Estados Unidos y el problema del huachicoleo, en la actualidad.
Para autoridades y especialistas en sicología social, el comportamiento de la muchedumbre, para mancharse de sangre sin pensar en las consecuencias, es síntoma de un enojo colectivo por la falta de justicia y una crisis de autoridad, según recogió Édgar Ávila en esta nota publicada el domingo pasado, a propósito de los linchamientos en Puebla.
La iglesia de San Miguel Canoa, desde donde se encabezó el linchamiento del 14 de septiembre de 1968, luce casi igual a como hace 50 años.
cg