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El 1 de diciembre de 2018, durante su toma de protesta, el presidente Andrés Manuel López Obrador lo dijo claro y alto: “No se permitirá el fracking”. Lo reiteró al publicar sus 100 compromisos, cuando dejó negro sobre blanco en el número 75: “No usaremos métodos de extracción de materias primas que afecten la naturaleza y agoten las vertientes de agua, como el fracking”.
Pero la realidad de su política energética y petrolera ha sido la de permitir y fomentar esta técnica de extracción de hidrocarburos, que se denomina en español fracturamiento hidráulico.
La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), órgano dependiente del gobierno federal y encargado de conceder parte de los permisos para la exploración y explotación de estos recursos, aprobó en 2019 siete planes para “incorporar recursos de aceites y gas en plays [extensiones productivas] no convencionales”.
En una investigación de la asociación Alianza Mexicana contra el Fracking, se lee en diversos documentos a los que tuvo acceso EL UNIVERSAL que de esos siete planes para asignaciones que la CNH aprobó en 2019, tres son nuevas exploraciones y cuatro son ampliaciones de los plazos pactados.
Es decir, las empresas preguntan al organismo si pueden seguir explorando o si pueden comenzar a hacerlo en estas reservas de hidrocarburos y, pese al compromiso federal, la CNH aprueba y concede esos términos, los cuales incluyen la perforación de pozos no convencionales.
Se solicitó a Presidencia una postura sobre la aprobación de estos planes, pero hasta el cierre de esta edición no había contestado.
Los proyectos
El fracking es un grupo de técnicas de extracción de hidrocarburos contenidos en rocas con una permeabilidad casi nula, lo que impide que se puedan extraer con técnicas convencionales.
Se perfora un pozo vertical y luego, una vez alcanzado el yacimiento profundo, se desvía la tubería y se hace una sección horizontal. Con una serie de cargas se realizan perforaciones para comunicar el pozo y la roca, y se inyecta un mezcla de 90% agua con arena y aditivos químicos, muchos de alta toxicidad, lo que fractura la roca y permite que fluyan hidrocarburos.
De acuerdo con la Enciclopedia Británica, esta práctica se emplea desde los 90 y tiene riesgos medioambientales, como la contaminación de agua fresca, polución por las aguas de desechos y el incremento de la actividad sísmica.
Pemex Exploración y Producción es la encargada de gestionar seis de las áreas aprobadas, mientras que la otra es para la empresa Operadora de Campos DWF.
Todas están en la cuenca Tampico-Misantla, en Veracruz y Puebla, afectando un total de más de mil 800 kilómetros cuadrados.
La exploración de estos yacimientos se realiza usando fracking para comprobar el potencial para su explotación. Los planes tienen vigencia de 25 años y, cuando se llegue a la fase de explotación, ésta necesita múltiples pozos con fractura hidráulica para extraer los recursos.
En las autorizaciones la redacción es muy similar. Sus objetivos suelen ser “evaluar el potencial e incorporar reservas asociadas a los plays no convencionales de aceite y gas (...) mediante la perforación de pozos no convecionales”.
Una de las asignaciones, la A-1022-Tampico-Misantla, aunque es un plan aprobado para un yacimiento convencional, tiene como objetivo, según su proyecto de exploración, “dar continuidad a la producción de los plays no convencionales de los tres pozos establecidos que se encuentren en producción temprana”.
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Esta información se obtuvo en la Sesión Ordinaria de la CNH celebrada el 5 de diciembre de 2019.
En dos de estos pozos, según registros de la CNH y la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) conseguidos vía transparencia, se usó fracking para su perforación después de que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales.
“Empezamos a ver que, pese a que desde la Presidencia de la República se había señalado que el fracking no iba a tener lugar, la CNH seguía dando permiso a Pemex y a otras empresas para realizar exploraciones en yacimientos no convencionales. El gobierno está apostando por esta técnica al darle presupuesto”, explica Aroa de la Fuente, integrante de Alianza Mexicana contra el Fracking.
“Acceder a esta información no es sencillo. Hay que conocer a la CNH, sus canales, la legislación, qué es relevante o no y cómo pedirla a transparencia. Es un puzzle que tienes que armar y en el que no hay una comunicación clara ni una transparencia directa”, dice.
El 23 de octubre de 2017, Claudio de la Cerda, entonces director General de Exploración y Extracción de Hidrocarburos de la Sener, participó en el foro Fracturación hidráulica: actualidad de la explotación de hidrocarburos en México, donde explicó que los yacimientos no convencionales son de “baja permeabilidad, se presentan en áreas extensas y son considerados inusuales o diferentes para producir hidrocarburos.
“Los más comunes de este tipo son: aceite o gas de lutitas, gas en arenas compactas, metano de carbón y los hidratos de metano”.
Para explicar las diferencias entre yacimientos convencionales y no convencionales, el funcionario comparaba que, mientras en un pozo convencional “el hidrocarburo fluye de manera natural a los pozos y la cantidad de estos es de acuerdo con la dimensión del yacimiento, uno no convencional requiere pozos horizontales con fracturamiento hidráulico.
“Necesitas mayor número de pozos para obtener producción económica. El pozo no podrá extraer hidrocarburos fuera de la zona de fracturas”, manifestó.
Cada pozo fracturado requiere, en promedio, 21 millones de litros de agua, lo que equivale a más de ocho piscinas olímpicas.
Otra muestra de la continuidad de la política energética de fomento a la fracturación hidráulica se puede encontrar en el Presupuesto de Egresos de la Federación.
A través de Pemex Exploración y Producción, en 2018 se asignaron mil 705 millones de pesos para el Proyecto de Inversión Aceite y Gas en Lutitas.
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En 2019, primer año de la administración federal actual, se asignaron 3 mil 350 millones, casi el doble, mientras que en 2020 aumentó más de un tercio, llegando a los 4 mil 655 millones.
En ese sentido, el Plan de negocios de Pemex 2019-2023, publicado el 19 de julio de 2019, cuando López Obrador llevaba ocho meses como Presidente de México, indica “continuar el desarrollo de estudios para evaluar el potencial petrolero en plays”, como “Play PRE-Sal, areniscas del Jurásico Superior, aceite y gas en lutitas”.
Las afectaciones
“La lista de las afectaciones del fracking es bastante larga”, comenta Roberto Ochandio, antiguo ingeniero petrolero y quien es activista contra esta práctica.
“[Algunas afectaciones son] consumo elevado de agua; contaminación de agua superficial por derrames y accidentes y subterránea por pérdidas a través de la aislación de tuberías y cementación; contaminación con productos químicos; contaminación del aire por el uso extensivo de camiones pesados y las pérdidas de gas natural; destrucción superficial porque cada plataforma de perforación ocupa una hectárea de terreno; se hacen miles de pozos; contribución al calentamiento global, y su relación con los terremotos”, detalla.
En México, el fracking lleva practicándose con frecuencia al menos desde 2003. No sólo se da en los yacimientos no convencionales, sino que en los convencionales se usa como técnica de estimulación; es decir, cuando comienza el declive de producción, se realiza una serie de fracturas hidráulicas para aumentarla.
De acuerdo con una investigación realizada por Cartocrítica, en colaboración con la Alianza Mexicana contra el Fracking y basada en información enviada por la CNH, en 2018, 7 mil 879 pozos, 25% de los 32 mil que había entonces en México, habían sido fracturados en algún momento de su vida productiva.
Las empresas que explotan los yacimientos tienen la obligación de mandar un reporte muy básico con información sobre la perforación y operación de los pozos a la CNH, por lo que Cartocrítica solicitó esos datos vía transparencia.
Les contestaron con el listado de 7 mil 879 pozos —que va de 1994 a 2016— que fueron fracturados, algunos en más de una ocasión, hasta sumar un total de 36 mil fracturas. De estas, 32 mil fueron en pozos en desarrollo, es decir, que fueron fracturados en etapa de producción.
Como en este tipo de pozos la fractura hidráulica tiene la función de aumentar la producción, es probable que se haya seguido usando para aumentar la de los pozos en activo durante los últimos años, pero la CNH reserva esta información por dos años, de modo que en la actualidad es imposible saber si se ha seguido informando del uso de fracturamiento hidráulico durante el sexenio actual.
Desde Cartocrítica, también preguntaron vía transparencia si la Comisión Nacional de Hidrocarburos, la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, la Secretaría de Energía o Pemex habían realizado alguna acción para prohibir el fracking. Ninguna había dado ni un paso en esa dirección.
El 1 de diciembre de 2019, el Presidente presumió que había cumplido 89 de sus 100 compromisos. Entre esa mayoría de supuestos cumplimientos, esta justo el 75: “No usaremos métodos de extracción de materias primas que afecten la naturaleza y agoten las vertientes de agua, como el fracking”. Pero la técnica que prometió prohibir se permite y fomenta desde la silla del águila.