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El fresco que marcó la mañana del 1 de diciembre no mermó la emoción. A coro, un centenar de personas entonó el Himno Nacional y luego inició la cuenta regresiva: “¡Estamos haciendo historia contigo, Andrés Manuel!”, fue la consigna.
Por primera vez, las puertas de Los Pinos se abrieron al público. Hasta el último minuto del 30 de noviembre era la residencia oficial de quien fuera el Presidente de México, pero desde ayer es un espacio abierto dentro del Bosque de Chapultepec que hasta ahora no se tiene claro si se convertirá en museo.
La casa Miguel Alemán centró las expectativas. “¡Que regresen los muebles!”, “¡Se llevaron todo!”, expresaron las familias que recorrían los cuartos vacíos del segundo piso y que fueron las recámaras de la familia presidencial.
En la cocina blanca, equipada con hornos rosticeros y de microondas, dos refrigeradores y estufas de inducción, “no dejaron ni cucharas”, señalaron visitantes que venían de Acapulco.
En “este comedor caben mis hermanos, mis padres y mis abuelos, ¡qué gusto me daría verlos sentados aquí!”, señaló Ernesto García, padre de familia que llegó de Puebla junto con sus hijos.
¡Teníamos duda de cómo era esta casa, está llena de tantos lujos y eso que casi no hay muebles!, señaló al salir de la sala de cine.
“¿Qué pintura es esa?”, preguntó una señora a uno de los 40 voluntarios que dispuso en el lugar la Secretaría de Cultura, quienes trataban de mantener orden y fluidez, pero la cantidad de visitantes los sobrepasaba.
Abrieron las puertas. Faltaban minutos para que la entrada 3 de la residencia, en el interior del Bosque de Chapultepec, abriera. Elementos de la Policía Militar quitaron los señalamientos de acceso restringido que se encontraban en el portón verde; los gritos, aplausos y júbilo no se hicieron esperar.
“A partir de ahora, esta es la casa del pueblo”, arengó uno de los visitantes, a lo que siguió el canto de “¡sí se pudo, sí se pudo!”.
En la puerta 1, sobre Parque Lira, un grupo de personas ingresó al grito de “¡Presidente, Presidente!”, mientras ondeó la Bandera tricolor. Los nuevos “inquilinos” pasaron por un filtro de seguridad que contemplaba revisión de bolsas y mochilas por policías militares, y arcos detectores de metal.
La gente se enfiló entonces hacia la Casa Miguel Alemán. En medio del bullicio, los militares se mostraron confundidos, nunca faltó un saludo o una contestación amable, aunque también fungieron como guías y en ocasiones “regañaban” a quienes abrían las puertas de los balcones, fumaban u “olvidaban” su basura en los jardines.
“Somos pueblo y venimos a conocer Los Pinos”, afirmó Jesús Basilio Rivera, quien llegó desde Iztapalapa a la puerta de hierro forjado.
Gabriela Barrientos Piñón fue la primera en ingresar. Salió de su casa en Copilco para ser la primera en la fila.
Los visitantes caminaron por la plaza Francisco I. Madero, construida sobre un estacionamiento subterráneo de tres pisos, hasta llegar a la galería del Estado Mayor Presidencial, inaugurado en 2006 y en el que pueden observarse pinturas, medallas y bandas presidenciales, entre otros objetos.
“Queremos que se recuperen los espacios públicos que le pertenecen a todos los mexicanos, 64 mil metros no pueden ser ocupados por una sola persona”, afirmó Martha López, quien viajó desde Mexicali.
El verdadero júbilo llegó cuando López Obrador apareció en las pantallas que se dispusieron en los jardines de la residencia. Prometió acabar con la corrupción y la impunidad, lo que derivó en aplausos y festejos, aunque fue el anuncio de la abrogación de la reforma educativa la que se llevó la ovación. Hubo incluso lágrimas.
Por cada crítica a los sexenios pasados, la gente respondía con gritos y puños en alto. Se informó entonces de la instalación de la comisión que dará seguimiento al caso Ayotzinapa y hubo un conteo hasta el 43.
Cuando dijo que no perseguirá a nadie, se escucharon algunos abucheos. La emoción y los gestos de esperanza fueron más. Los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Venezuela, Nicolás Maduro, también fueron ovacionados.
Y así cayó la tarde, con decenas de personas que se quedaron con las ganas de conocer Los Pinos, pero con la invitación abierta para volver a la que ha sido bautizada como la “Casa del pueblo”.