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Bruselas.— El gran desafío para los estados en la fase de desconfinamiento será crear las condiciones para un retorno seguro al trabajo, particularmente de los más jóvenes, pues es el segmento más golpeado por las medidas para hacer frente a la pandemia por coronavirus .
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que de no fortalecer las capacidades de respuesta ante los efectos desproporcionados que ha tenido la crisis sanitaria en los trabajadores jóvenes, existe el riesgo de que el legado del virus acompañe a las sociedades durante décadas, exacerbando las desigualdades existentes entre los países y a escala nacional.
“El riesgo de dar lugar a una generación de confinamiento es real y ninguna nación está exenta”, dice a EL UNIVERSAL Paula Jahn, de la organización especializada en la protección de los intereses de la infancia SOS Children’s Village.
“La generación de confinamiento será aquella compuesta por los jóvenes que severamente se verán afectados por la crisis de coronavirus, algo muy similar a la económica hace 10 años”, afirma.
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Recuerda que cuando las crisis estallan, las empresas no abren vacantes, suprimen las prácticas profesionales, reducen salarios y las condiciones laborales: “Los jóvenes son los más vulnerables (...) La consecuencia más severa de no lograr desarrollar su pleno potencial laboral será que no sean capaces de contribuir a la sociedad”, alerta la investigadora de la organización con sede en Viena, Austria.
Comenta que antes de los confinamientos, interrupciones de los negocios, restricciones de viaje y cierres de escuelas y centros de formación, la situación de los jóvenes ya arrojaba señales de alarma.
De acuerdo con la OIT, antes de la pandemia más de 267 millones de jóvenes no tenían empleo ni participaban en ningún programa educativo. La proporción de mujeres rebasaba 31%, frente a 13.9% en el caso de los hombres.
El desempleo entre personas de 15 a 24 años estaba en ascenso. El índice juvenil a escala mundial se ubicó en 13.6% en 2019, por encima de 12.3% en 2007, antesala de la crisis financiera global.
Este sector era más proclive a tener un empleo de peor calidad. Tres de cada cuatro trabajadores jóvenes en todo el mundo estaban ocupados en la economía informal en 2016, aunque en subregiones como África Subsahariana y Asia Meridional la tasa alcanzaba 96%.
Ahora que ha comenzado el levantamiento de las medidas de encierro queda por ver si aquellos que tenían empleo logran conservarlo.
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Las perspectivas no son alentadoras, particularmente para los 178 millones que estaban activos en los cuatro sectores más afectados por las políticas de distanciamiento social, concretamente en los servicios de hotelería y alimentación, comercio, actividades de fabricación y el sector inmobiliario.
Casi tres cuartas partes de los jóvenes que trabajan en esos sectores (131 millones) desempeñaban sus tareas en la informalidad.
“Sin duda, los jóvenes estarán entre los más severamente golpeados por la crisis económica desencadenada por la pandemia.
Otro segmento en peligro es el que no podrá superar el impacto por la interrupción de los cursos escolares y de formación. Entre ellos figuran los jóvenes que por cuestiones tecnológicas o de infraestructura no fueron capaces de ser partícipes de la educación a distancia, método introducido para amortiguar el cierre de centros académicos.
Se estima que la mitad de los alumnos de las escuelas que cerraron sus puertas por las medidas restrictivas no tienen computadora en casa y alrededor de 43% no cuentan con internet en el hogar.
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Según una encuesta mundial sobre los jóvenes y el Covid-19 realizada en el marco de la Iniciativa Mundial sobre Empleo Decente para los Jóvenes, 60% de las mujeres y 53% de los hombres jóvenes vislumbran su futuro profesional con incertidumbre o inquietud.
Alrededor de la mitad de los jóvenes que cursan estudios temen finalizarlos con retraso y 10% considera que no podrá terminarlo.
“Esas consecuencias podrían repercutir de forma muy adversa en el bienestar mental de los jóvenes”, advierte el informe.
Sin lugar a dónde ir
Entre el universo juvenil hay un subgrupo demográfico aún más vulnerable: aquellos que por distintas circunstancias crecen en familias de acogida, viven en núcleos familiares problemáticos o sin cuidado paternal.
“Necesitan la atención particular de la comunidad internacional, [pues] de por sí tenían menos probabilidades de encontrar trabajo. Ante una crisis como la del coronavirus existe el riesgo de que queden en el abandono”, considera.
Nirali, de 20 años, creció en un campamento de SOS Children en Faridabad, India. Abandonó su localidad natal para estudiar Trabajo Social en la Universidad Devi Ahilya Vishwavidyalaya, en Indore, India; sin embargo, tras la pandemia, sus sueños están en riesgo. Al estallar la crisis todos abandonaron los dormitorios universitarios, excepto ella, quien no tuvo a dónde ir ni a quién pedirle auxilio.
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“Me quedé sola en mi alojamiento para estudiantes por más de 30 días. He estado viviendo sola desde el cierre”, cuenta.
Nirali tenía la expectativa de ser independiente, rentar un departamento y darse gustos, pero ahora la pandemia ha reducido severamente las probabilidades, no sólo de encontrar empleo, sino de poder continuar con sus estudios.
“Todos ellos son los jóvenes en riesgo de quedar relegados a un segundo plano”, dice Jahn, al precisar que los desafíos entre continentes y países serán distintos.
Por ejemplo, en Europa uno de cada tres jóvenes trabaja en los sectores más golpeados por el coronavirus, mientras que África, siendo la región peor equipada para educación a distancia, registró el índice más elevado de cierre de centros de enseñanza durante la pandemia.
Para evitar que los efectos de la crisis en los jóvenes dé lugar a la pérdida de una generación y de toda su capacidad productiva, Guy Ryder, director General de la OIT, pidió la adopción de políticas urgentes, concretas y a gran escala.
El organismo considera necesario prestar apoyo de forma inmediata y sin precedentes a trabajadores y empresas, al ofrecer ayuda financiera, fiscal y otros medios de alivio.
Propone estimular la economía y el empleo mediante una política fiscal activa, así como intervenciones en el plano normativo para abordar los retos que afrontan los jóvenes, en particular los más vulnerables.