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Para Salvador Antonio Artiga Morales, llevar una década sin saber nada de su hijo Gustavo es doloroso; sin embargo, nunca se rendirá.
Desde El Salvador, el padre viene periódicamente a México para emprender búsquedas en vida del joven, quien migró en 2015 y fue visto por última vez en Altar, Sonora.
“Las brigadas nos ayudan a seguir luchando, a no olvidar, aunque el dolor siempre anda con uno. Somos padres, siempre está ese dolor y siempre hay que estar en la lucha. Primero Dios, vengamos el otro año, pero estas autoridades no lo dan fácil, al fin de tanto, el tiempo pasa y ya tenemos 10 años de estar en la lucha”, cuenta.
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El 30 de agosto de 2015 recibió la última llamada de su hijo de 33 años, a quien no puede buscar siempre por lo costoso que representa viajar hasta Sonora desde El Salvador.
A pesar de esto, los colectivos y activistas apoyan a la familia, y la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) también, aunque la ayuda es limitada.
Salvador recuerda a su hijo: un activista que vela por personas en adicción, que da sesiones en Alcohólicos Anónimos, devuelve a la vida a gente que no es escuchada y que es rechazada por la sociedad.
“Él hizo buenas obras, sacó a varias gentes del alcoholismo, cuando se dieron cuenta de que había desaparecido, la misma gente dijo que por qué personas buenas como él desaparecen. Él sacaba a personas que andaban en la calle, las metía otra vez a la familia, a la sociedad. Ese era su mejor trabajo, porque es un ser humano con buenos principios”, cuenta el padre.
“La autoridad de El Salvador es peor que la de acá. No hacen nada y dicen que no les compete, pero somos seres humanos y tenemos derecho porque somos salvadoreños, tienen que luchar por nosotros, pero no se hace nada, sólo es pura política. Es difícil venir cada año, sólo venimos por un par de semanas porque de ahí nos vamos de regreso todas las madres buscadoras”, cuenta.
A finales de abril pasado, padres y madres de El Salvador, Honduras y Guatemala realizaron la tercera Brigada de Búsqueda en los estados de Tamaulipas, Sonora y Baja California.
“Las madres se ven bien unidas, eso sí es una cadena que no se puede romper, ni aunque las autoridades quieran. Aquí las mamás nos dan oportunidad a los padres, nos integran. Desde El Salvador y hasta donde sea necesario, voy a buscar a mi hijo”, asegura.