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En la esquina de la calles San Fernando y Héroes, de la colonia Guerrero, alcaldía Cuauhtémoc, donde se encuentra el célebre Museo Panteón de San Fernando que alberga los restos de importantes personajes de la historia mexicana, como Vicente Guerrero, Francisco González Bocanegra o Benito Juárez; se asoman tras el enrejado unos tiernos amiguitos maulladores, esponjosos y peludos.
En junio de 2022, surgió “Catacumberitos”, palabra que hace alusión a cat -gato en inglés-, catacumbas y un diminutivo para estos pequeñines, explica la germinadora de este proyecto, Diana Arredondo.
La activista y vecina de la colonia Guerrero cuenta que, al rondar el panteón durante la pandemia, se percató de que había gatitos habitando la parte trasera del inmueble. Sin embargo, notó que el estado de salud de éstos era deplorable a causa de las constantes peleas, derivado de que la población de felinos no estaba esterilizada.
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“Decidí alimentarlos por fuera, como los vecinos de la colonia han hecho desde siempre. Luego, pedí permiso a la coordinación de aquel entonces, al líder coordinador de proyectos. Le comenté que mi propuesta era alimentar, pero en particular, esterilizar para que cada vez hubiera menos gatitos y que los que estuvieran lo hicieran en buenas condiciones. Así nació Catacumberitos”, expone.
Diana relata que cuando comenzó con “Catacumberitos” no había nadie con ella. No obstante, a partir de que efectuó el primer TNR (Trap-Neuter-Return), es decir, la captura, esterilización y liberación de michis, más personas se fueron sumando.
“En Instagram, le explico a las personas lo valiosos que son los donativos en especie porque los gastos veterinarios son altísimos; la cirugía veterinaria es carísima. Cuando nos apoyan con el alimento, los recursos que nos llegan de gente que nos ayuda económicamente podemos destinarlos completamente a los cuidados veterinarios y así dejamos gatitos 100% sanos que van a vivir muchos años”, refiere.
Sin embargo, esta labor que ha desarrollado se ha visto obstaculizada tras el cambio de dirección administrativa dentro del museo. La activista apunta que con las autoridades anteriores había llegado a un acuerdo, con el cual, ella podía entrar cuatro veces a la semana al recinto, incluidos los fines, en un horario donde no interrumpiera con las actividades.
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“Me dejaban tener allá adentro cuatro costales de 11 kg de alimento; además, un botiquín de primeros auxilios. La primera vez que hicimos el trampeo aquí, el coordinador que estaba se asombró de que sí funcionaba, pero desafortunadamente él se fue y con él muchas de estas accesibilidades”.
“La nueva administración que entró alrededor de noviembre de 2023 ha puesto muchas trabas para que yo pueda alimentar como lo hacía antes y, ahora, si hay casos urgentes los atienden lentamente o no los notifican. No entrar aquí los fines de semana significa que los gatos se quedan sin comer viernes, sábado, domingo y lunes porque yo vuelvo a hasta el martes, pero no hubo esa apertura de comunicación. Me dijeron que ellos les daban de comer; sin embargo, los vecinos me comentaban que notaban a los gatos hambrientos y sedientos. Yo lo reportaba, pero no había respuesta”.
En un primer conteo, dos años atrás, la población de gatos era de 30, de los cuales 27 pudieron esterilizarse. No obstante, durante un año a Arredondo no se le permitió hacer trampeo, por lo cual el número de mininos aumentó a 40. Sin excepción, todos cuentan con un nombre, que les asignó la activista junto con vecinas de la colonia.
Precisamente, Laura Ibarra, residente de la zona, narra que desde 2005 se ocupa de llevarles de comer a esta comunidad gatuna que debe de lidiar con varias amenazas. “Comencé a cuidar de ellos porque me preocupaba que la gente los agrediera. Una vez llegué y me encontré con una gatita que estaba aquí y vi su cola cercenada tirada allá adentro. Había un tipo que pasaba y siempre que la veía la ahuyentaba a patadas. Una vez confronté al sujeto y me encaró. Entonces, a raíz de eso me preocupó mucho la situación porque son animalitos indefensos”.
Por su parte, Ulises Clemente, quien forma parte del Frente Ciudadano Pro-Derecho Animal (FRECDA), advirtió que felinos del panteón han muerto a causa de la insensibilidad de las autoridades de esta administración. “Hubo el caso de un gato, llamado Felix, los vecinos reportaron que estuvo agonizando en una tumba y no se nos dio conocimiento, pese a que la Agencia de Atención a los Animales (AGATAN) dio recomendaciones para que también les notificaran este tipo de situaciones y ellos entraran con su equipo médico. La cuestión es que se entiende que esa no es la actividad de las autoridades del panteón, pero a nivel constitucional tienen la obligación”.
Además, señaló que un foco de atención de esa zona es que la gente abandona ahí a los michis, al igual que arroja basura o desechos de ritos de brujería y santería.
“También las personas en situación de calle hacen sus necesidades aquí. Ahí es donde existe una contradicción. Las autoridades no tienen funciones para cuidar a los gatitos, pero sí expresamente tienen funciones para ver la gestión del panteón”, precisa.
Pese a que EL UNIVERSAL buscó un posicionamiento de la administración del Museo Panteón de San Fernando a cargo de la líder coordinadora de proyectos, Alejandra Correa González, al respecto de las declaraciones de Arredondo, no hubo respuesta.
Las demandas de Diana Arredondo, así como de vecinos de la colonia Guerrero y activistas son claras: la apertura de diálogo por parte de las autoridades del panteón para llegar a acuerdos en beneficio de ambas partes. Más días que incluyan al menos uno en fin de semana para brindarles una mejor atención a los felinos. Permitir que se hagan trampeos periódicos cada tres meses. Facilidad en el acceso en casos de emergencia. Conceder la entrada a una o dos personas más del grupo de “Catacumberitos” y, finalmente, que veterinarios que prestan sus servicios voluntarios puedan entrar a revisar a los gatitos para cerciorarse de que están bien.