Sobre un escritorio lleno de papeles y libretas, libros y lápices, la ministra comienza a explicar el plan que presentará a sus compañeros, los próximos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), para abatir el posible rezago de asuntos que llegue cuando dejen de funcionar las salas que hoy coadyuvan en el trabajo del Máximo Tribunal del país.

En primer lugar, asegura, se tienen que establecer criterios más claros para saber qué asuntos debe atraer y admitir la Suprema Corte; después de eso, la ponencia del próximo ministro presidente, Hugo Aguilar, deberá decidir cuáles se turnan y cuáles se sobreseen. Sobre los turnos, la autodenominada Ministra del Pueblo afirma que la designación de asuntos a cada ministro debe hacerse de manera más transparente, incluso aleatoria.

En entrevista con , Batres Guadarrama admite que no conoce bien a sus próximos compañeros, pero que en el primer acercamiento que sostuvieron, el 23 de junio, le llamó la atención algo de todos ellos: el primer tema a discutir fue “lo que quiere ver la gente en el nuevo Poder Judicial”.

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Dice no sentirse presionada por ninguna figura política ni por haber aparecido en los acordeones que se le adjudicaron a operadores de Morena en la elección judicial: “Yo me hago responsable de mi campaña, totalmente, pero de nada más (…) Ojalá sí me sienta presionada, pero por la gente”, afirma.

A su versión de 12 años que fue espiada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en la década de los años 80, la ministra le recuerda que “el trabajo no ha terminado”.

“No, este no fue mi proyecto de vida. Para quien no tiene resultados, [en] todas las condiciones económicas, los proyectos de vida terminan siendo los que uno puede hacer, pero, al final, aquí estoy, con esta responsabilidad enorme con la gente de mi país”.

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¿Cómo ve usted la nueva conformación de la Corte?

—Pues va a ser más diversa. No los conozco bien, nos vamos a conocer apenas, y pues no hay mejor forma de conocerse que en el trabajo, en la actuación, en las votaciones.

¿Cómo le fue en su campaña?

—Pues yo creo que me fue bien. Me maravilló el grado de información que tiene la gente sobre este tema. Me pareció, además, muy importante la sensibilidad de la gente en los temas de justicia.

En particular, una reunión con la gente de Motul, en Yucatán, ejidatarios y palacio municipal, ya en la noche, me gustó mucho porque la gente en lugares no urbanos también está muy enterada de los asuntos y muy necesitada de la intervención sobre justicia.

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En México condicionamos el acceso a la justicia con la mediación de abogados. O sea, nadie puede ir directamente ante un juez.

Necesitamos que los abogados nos representen, pero la gente puede o no tener dinero para abogados y quien no lo tiene solamente tiene una alternativa, que son las defensorías de oficio, donde se comentan cosas terribles, como que les cobran, están saturadas, pero, además, no tienen método de trabajo para garantizar algo que es muy elemental, y es que funcionen los abogados.

Usted hizo una propuesta: simplificar los métodos de denuncia para que la gente lleve sus propios asuntos y fue muy criticada por abogados litigantes. ¿Ve en esta renovación del Poder Judicial una oportunidad para que avance su propuesta?

—Yo no veo a los abogados como la garantía de la justicia, por eso es que me atrevo a plantear una posibilidad más amplia de representación jurídica, que es la de uno mismo, cuando los asuntos lo permiten, claro, hay espacios donde no es posible.

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Yo di clases en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México y en esos años me maravilló que los alumnos internos eran tan dedicados al estudio. Eso tiene sentido porque lo que quiere es entender su asunto, quiere saber y guiarse de si lo que está haciendo su abogado es correcto.

Yo creo que si alguien lo cree, pues bajo su propio riesgo puede defenderse, pero si a alguien lo obligan a tener un abogado y ese abogado sale maleta… puede condenarlo.

¿Siente alguna presión ahora que es de las primeras ministras electas por voto popular?

—No, pero ojalá me sienta presionada por la gente. Si me observan y vienen grupos y se quejan de que yo quiero resolver en contra de los derechos de los niños, del derecho a la libertad de expresión, del derecho a la seguridad ciudadana, pues qué bueno que me presionen, ¿no?

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Pero aquí, en la Corte actual, la única presión que se siente es de las corporaciones. Nos pasamos en la Segunda Sala con el asunto de una trasnacional y un despido injustificado, a mí no me presionó nadie y voté en contra, pero se discuten asuntos corporativos. ¡Qué derechos constitucionales ni qué ocho cuartos! Ese nivel tenemos hoy.

Para el rezago que genere la eliminación de las salas de la Suprema Corte de Justicia, ¿tiene algún plan?

—Yo creo que puede resolverse de varias formas. Una es que la Suprema Corte atraiga menos asuntos. Si no es clara la ley al respecto —sobre qué temas debemos o estamos obligados a traer—, entonces vamos a tener que restringirnos a nosotros mismos y formar esos criterios.

Dejarle a los tribunales colegiados que resuelvan los amparos en revisión y sobre las contradicciones, que se supone se crearon los plenos regionales para resolverlas, teniendo un criterio más estricto. Eso lo puede hacer directamente el presidente de la Corte y no haríamos tantos proyectos para luego desecharlos.

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Además, una petición que ya hice en la primera reunión que tuvimos como ministros electos es que tengamos una forma más transparente de asignación de los asuntos, que no sea por decisión de quien ocupe la presidencia, como sucede ahorita. Incluso puede ser de forma aleatoria, que no genere dudas de los criterios por los cuales se le manda a nadie determinado tipo de asuntos.

¿Qué opina de sesionar sin toga y de una Corte itinerante?

—Creo que no son propuestas sustanciales, es más importante que podamos abordar el acceso a la justicia, que se establezcan mecanismos para prevenir la corrupción, y el tema de las remuneraciones, esto es muy importante.

No sé si en las próximas reuniones que tengamos se tomarán ya decisiones sobre estos temas, por lo menos yo estoy proponiendo que formen parte de nuestro programa de trabajo, que la primera decisión que tomemos sea sobre nuestras remuneraciones y prestaciones. Eso es fundamental. No basta con ganar menos que la Presidenta, hay que revisar también otras prestaciones. Hay quien tiene escoltas y además viaja con las escoltas, hay quien tiene no sé cuántos vehículos asignados y hasta seis celulares propiedad de la Corte. Eso hay que revisarlo.

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¿Sabía que su nombre iba a aparecer en esos acordeones que le adjudicaron a Morena?

—Yo me dediqué a hacer una campaña para promover mi postulación. De esa es de la que me hago responsable totalmente y nada más. Eso es lo que hice de principio a fin: con mis recursos y con mucha gente con quien me comuniqué para pedirle ayuda para organizar eventos, pagando mis propios boletos de avión para ir a los 32 estados.

¿Qué le diría Lenia Batres, la ministra de la Corte, a la Lenia de 12 años que en 1981 era espiada por la extinta DFS?

—Hace sólo dos años no me veía como ministra de la Corte. Deja tú lo que yo quería a mis 12 años de edad. No, este no fue mi proyecto de vida. Para quien no tiene resultados, [en] todas las condiciones económicas, los proyectos de vida terminan siendo lo que uno puede hacer y no lo que visualizas… al final aquí estoy, con una responsabilidad enorme con la gente de mi país.

Soy más que afortunada de estar en un momento de transformación tan fuerte y estoy contenta por pensar (...) que voy a contribuir a tener una justicia accesible para la gente. Mis padres eran maestros (...) A esa edad no me imaginé ni el ser abogada, nunca vi como ambición llegar al servicio público, a lo mejor soy poco ambiciosa, sólo me he dedicado a trabajar y afortunadamente hoy trabajo aquí.

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