Rodrigo Fernández dice que no fue un héroe, pero hace ocho años salvó a dos niñas en las vías de un tren, aunque la locomotora que se acercaba le cercenó una pierna. Detalla que desde entonces le perdió el miedo a la muerte. Hoy sale todos los días y enfrenta la epidemia de coronavirus sin miedo. Sabe que si no patea un balón de futbol frente a decenas de coches en busca de que le regalen una moneda, su familia no comerá.

No usa cubrebocas, no tiene seguro social ni garantizado su acceso a servicios médicos en la capital del país. No sabe qué hará si se contagia de Covid-19, lo único que le importa es juntar 300 pesos para darle de comer a su hijo y a su mujer, cubrir sus gastos y seguir: “La vida es como el futbol, el balón sigue rodando y no hay que parar”, comenta.

Todos los días sale de la colonia Guerrero, se junta con sus amigos Jorge y Chava, uno viene desde Chalco y otro de Iztacalco. Normalmente se juntan los fines de semana para jugar en una liga de amputados en la alcaldía Benito Juárez, pero ahora lo hacen para mantener a sus familia, la epidemia no los detiene.

Son casi las 11:00 horas. La luz se pone en rojo, dos de ellos se apoyan en sus muletas y salen disparados hacia el cruce peatonal. Uno a 10 metros del otro. El primero toma el balón, lo domina y lo lanza con un pase elevado a su compañero y éste, con una gran agilidad, inmoviliza la pelota y comienza a dominarla. Otro pase y van hacia los autos por una moneda, muchos sí les dan, unos un peso, otros dos, los mejores son de cinco.

“Esta es nuestra epidemia. La situación de nuestro virus. Está difícil. Para nosotros esta muy difícil porque vivimos de la gente. La vemos dura y sí nos afecta demasiado. Salimos a generar algo para la familia. Esto es para tener comida, la meta son 200 o 250 pesos diarios, yo salvó el día con 300, pero es bien difícil”, detalla.

Cada uno usa su uniforme del equipo preferido. Rodrigo trae uno que le regalaron en las canchas de la Benito Juárez, donde juega con Titanes, es defensa al igual que Chava, Jorge es el creativo, juega en medio campo. No pierden el ánimo.

A Rodrigo no le gusta que les digan amputados: “Somos personas con capacidades diferentes y así debemos enfrentar la epidemia. Es algo muy complicado porque tener una discapacidad nos hace más difícil todo, que de por sí ya es complicado, nos echa a perder la poca estabilidad que hemos logrado. Usamos el futbol para enfrentar los obstáculos que nos pone la vida, aquí lo estamos haciendo de nuevo”, dice el jugador.

—Hay una epidemia y tienes que salir a trabajar, ¿no te da miedo de enfermar?, —se le pregunta.

—Miedo no. Las circunstancias nos obligan y hay que llevar de comer a casa.

Rodrigo lo toma tranquilo y ríe: “Cuando llego a la Guerrero, pues a descansar porque hoy ni al parque se puede ir, todo está cerrado”.

Así pasan las horas. Para el mediodía Rodrigo, Jorge y Chava hacen un alto. Buscan una sombra y cuentan las monedas: 240 pesos, de a 80 para cada uno, tienen que seguir para juntar al menos 200 por cabeza.

Cada uno muestra sus cualidades como futbolista. Dominan el balón con el pie, la pierna, el pecho, la cabeza, usan sus muletas para “flotarla” mientras hacen girar el esférico. La gente los ve bien, pero falta un rato para que logren juntar 200 pesos que necesita cada uno para cubrir el día. Hay luz roja en el semáforo, viene el pase largo de Jorge y Chava mata el balón... Rodrigo ríe ante la adversidad diaria.

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