En Guerrero los productores de están bajo amenaza. Su comercialización es un negocio boyante que según el gobierno local mueve más de 200 millones de pesos al año. Acá se producen más de un millón de litros anuales de la bebida. Y el crimen lo sabe. Con presencia en todos los rincones del territorio estatal los grupos delincuenciales extorsionan, roban, destruyen y condicionan el traslado de los insumos para la producción. O el mezcal mismo.

Lee también:

Son 16 grupos de la delincuencia los que tienen presencia en las siete regiones de Guerrero, según un mapa oficial. En el Centro donde está Tixtla y Chilpancingo, dos de los municipios con tradición mezcalera de más de un siglo, discurren tres: los Tlacos, los Ardillos y Cárteles Unidos. En Acapulco dos: los Rusos y el Cártel Independiente de Acapulco (CIDA). En Costa Grande seis: Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), los Viagras, Familia Michoacana, los Granados, los Arreola y los Maldonado. En Costa Chica cuatro: los Ardillos, los Rusos-Cártel de Caborca, los Añorve y los Carrillo, estos dos últimos en las colindancias con Oaxaca.

En la Montaña tienen presencia dos: los Ardillos y los Tlacos-Rojos. En la región Norte tres: los Tlacos, la Bandera —reminiscencias de Guerreros Unidos— y la Familia Michoacana. Y en la Tierra Caliente tres: Familia Michoacana, CJNG y Los Tequileros.

El mezcal de Guerrero se produce en tres regiones: Centro, Norte y Tierra Caliente, y una región más en proyecto desde hace dos gobiernos: la Sierra.

Once de los 16 grupos tienen presencia en estas zonas productoras de mezcal. Tlacos, Ardillos, Cárteles Unidos: Centro. Bandera, Familia Michoacana: Norte. Cártel Jalisco, Tequileros: Tierra Caliente. Viagras, Granados, Arreola y los Maldonado en la Sierra, por el lado de la Costa Grande.

En la zona Centro se concentra el mayor número de mezcaleros, según el Comité Estatal Sistema Producto Maguey-Mezcal. Y acá son los Tlacos y los Ardillos los que dominan. Estos últimos mantienen amenazado a don Mateo, un mezcalero de Chilpancingo que tan pronto se le pregunta sobre las amenazas del crimen a los productores dice “¡vaya que las hay!”

Don Mateo tiene miedo y no lo oculta. Cuando se le entrevista pide no revelar su nombre completo ni la ubicación de su fábrica. “He enfrentado todo tipo de abusos”, dice. Y vuelve a pedir con empeño no citar su nombre completo y el lugar preciso de su destilería.

—Me exigen cuota para dejarme trabajar y si no, me amenazan. Me roban el maguey. A veces tengo temor hasta de salir de la casa. Por esa causa he tenido que salir por temporadas de la zona y cerrar mi destilería. ¿Que cómo le he hecho? He ido sorteando el problema.

Dice que, aunque ha interpuesto demandas penales no consigue nada. Muchas de las veces ni caso hacen. “¡Son los mismos! Ya mejor ni denuncio”.

—¿O qué haces, te arriesgas? —pregunta.

Productores de La Estacada, un poblado de Tixtla, en el Centro del estado, tienen problemas similares. A ellos les impidieron bajar la leña para el cocimiento del maguey. Félix Moreno Peralta, productor de ese pueblo dice que allí tuvieron que organizarse y denunciar en una conferencia de prensa que la delincuencia los extorsionaba para dejarlos trasladar su leña.

En entrevista para saber si las condiciones persisten dice que por ahora se ha llegado a un acuerdo en el que el ayuntamiento intervino. “Hablamos con el presidente municipal, Moisés González Cabañas, con el jefe de la policía. Con la síndica”. A partir de allí el acoso cedió, afirma. De todos modos hay más problemas: la certificación, la comercialización en otros mercados, que los productores rurales no pueden hacer. Y hay mucho coyotaje en el sector, dice. Los coyotes son los que se llevan las grandes ganancias. Compran barato y le sacan el doble o hasta el triple cuando lo embotellan y le ponen su etiqueta.

Toda la cadena del sector

Jesús Robledo Rodríguez, presidente de Comité Estatal Sistema Producto Maguey-Mezcal, una organización que aglutina a unos 2 mil 240 productores —de un total de 7 mil, según la Secretaría de Agricultura del estado— dice en entrevista que además de todos los problemas que ya se conocen en el sector: crisis del maguey, comercialización, robo de agave que va a dar a “fábricas clandestinas”, falta de apoyo institucional, falta de certificación (sólo 30% la tiene, 70% restante es “informal”) está el problema de la inseguridad que permea en todos la cadena de producción.

—Los problemas más graves que tenemos registrados son en Tierra Caliente y la sierra. Ha ocurrido que en la sierra los grupos del crimen impiden el tránsito y se roban el mezcal. Lotes completos ya envasados. Y con tal de no tener mayores pérdidas los compañeros les piden no llevarse todo. ‘Déjenos pasar. Le damos dos cajas’, les ofrecen. Pero no, el robo es total. Y ni a quién recurrir.

—Y en Tierra Caliente hombres armados destruyeron las vinatas de los productores hace un par de años —se le recuerda.

—Así es. Fue en Zihuaquio, Coyuca de Catalán. Un poblado pequeño con un mezcal reconocido. Muy bueno. Fueron afectadas muchas familias que se dedican a la elaboración de mezcal. Casi todos salieron del poblado. No hace más de un año que volvieron.

Don Jesús insiste con el tema en la sierra porque sigue ocurriendo. Dice que los mezcaleros de allá están condicionados para transitar en los caminos. No se ha llegado a ningún arreglo. A ninguna negociación, “porque por desgracia se tiene que negociar con los malos”. Además de que ya no sabe ni con quién. “Hoy hablas con uno y resulta que al rato ya lo mataron y mañana es otro con quien tienes que hablar. Una cosa imposible”.

Y agrega: “vives en el estrés, pensando que a lo mejor ya te están esperando afuera de su casa. Conozco compañeros que se han tenido que desplazar. Uno de ellos que conocí bien se vino a Chilpancingo amenazado y aquí murió de un infarto”. Se le pide su nombre. “Don Juan Díaz. Él era de los desplazados de Zihuaquio, Coyuca de Catalán, de Tierra Caliente. “Por eso muchos se mantienen con perfil bajo. No revelamos cuántos litros producimos, por ejemplo. Cuando se conoce eso nos extorsionan y si nos negamos a pagar nos cierran las fábricas”.

Con todo, no se conoce bien a bien cuántos mezcaleros sufren algún tipo de acoso de parte del crimen. Grupos de 40 familias allá, de 30 acá, de 15 por otro aquel otro rumbo. En Petlacala, San Miguel Totolapan, Tierra Caliente, por ejemplo, otras 25 familias fueron afectadas por las amenazas del crimen en días pasados, dice don Jesús. “Está muy complicado en la Tierra Caliente”. Tampoco nadie se anima a mencionar a los grupos que los acosan.

Perfil bajo

La secretaria de Fomento y Desarrollo Económico del estado, Teodora Ramírez Vega, conoce del problema. Se sabe otros y los enumera en entrevista en el auditorio Sentimiento de la Nación donde tuvo una actividad con artesanos. Su despacho le queda enfrente. En el Recinto del Ejecutivo. La certificación, es uno. Dice que de más o menos un millón y medio de litros que se producen al año en el estado, sólo 70 mil están certificados.

La falta de infraestructura de los productores, es otro. La comercialización y que se haga de esta actividad una actividad sustentable, dos más. Lo segundo lo dice por la crisis del maguey que, al menos el silvestre, se está acabando. Y evade, evade pero se llega al tema de la inseguridad. No quiere hablar mucho del tema.

—La inseguridad —dice al fin— es un problema de todos los sectores, aunque por el tipo de actividad que desarrollan (los mezcaleros) son presa de la delincuencia porque sí, están siendo extorsionados.

Dice y guarda silencio un par de segundos. Parece que estuviera pensando lo que dijo.

—Pero que no se vaya a decir mañana “la secretaria de Desarrollo Económico dijo que los mezcaleros están siendo extorsionados” —dice en un intento de desdecir lo que ya había dicho.

—¿No denuncian las extorsiones? —se le pregunta en la entrevista a don Jesús Robledo, el presidente del Comité Estatal Sistema Producto Maguey-Mezcal, también delegado del Comercam, la organización certificadora de mezcal en el país, con sede en Oaxaca.

—No. Muchas de las fábricas están instaladas en zonas dominadas por el crimen. Nosotros llegamos primero, claro. Por eso sigue ocurriendo.

—¿Y la autoridad? —se le insiste.

—Hemos tenido acercamiento con los ayuntamientos para que al menos vigilen los caminos. Aunque en la mayoría de los casos tenemos que negociar. Es lamentable. Pero tenemos que hacerlo para que nos dejen trabajar. Porque por mucho que quieras defender tu mezcal, tu casa, te expones a perder la vida.

Y así es. José Luis Correa, comercializador del mezcal Calehual en Chilpancingo habla de todo, de todo menos de la inseguridad. Hasta de la historia de la bebida y sus avatares. Y de cómo en el siglo pasado fue moneda de cambio. Tenía otro valor. “Dabas mezcal y te daban frijol, maíz, arroz. Comestibles”. Habla de su familia y desde cuándo se dedican a la producción y al envasado. Sólo que cuando se toca el tema de la violencia el tono de su voz cambia. Se atenúa. Y su padre, que está en una sala contigua, pide en voz alta que de eso no se hable. “De ese tema no hablamos. Perdón. Por las razones que ustedes deben conocer”, dice imperativo. Y José Luis, un muchacho cercano a los 40, se sonroja pero obedece. Perfil bajo.

Lee también:

Estamos bien así

Don Jesús Rafael Sostenes, un indígena nahua de Tlanipatla, municipio de Eduardo Neri, en la región Centro es “fabriquero” de mezcal. Ellos así se llaman “fabriqueros”. No maestro mezcalero ni cosas parecidas. Como le ha dado por llamarlos la oficialidad. Don Jesús viene de su pueblo hasta Chilpancingo a vender su mezcal por litro. Vende natural y fermentados. Su elaboración es artesanal. Pero por la deforestación ya no usan leña sino diesel para cocer el maguey con vapor en algo que llama “autoclave”.

Él como todos los de su pueblo, unos 15 productores, y los del vecino Axaxacualco no les preocupa tener marca. Dice que en asamblea han platicado que eso les puede acarrear otros problemas. No habla sólo del pago de impuestos, que también, sino de llamar la atención del crimen “y que luego ahí nos estén pidiendo dinero. Es lo que no queremos”. De todos modos, su mezcal es bien reconocido entre los transeúntes de las calles del centro de la ciudad. Varios se acercan a preguntar. Alguien le compra tres litros en ese rato. A 140 pesos cada uno.

—Es que ya no sabemos ni quién nos está viendo —dice.

—¿Ese su temor, por eso no se certifican, no buscan una marca?

—Nosotros sólo queremos trabajar. Con lo que gano del mezcal con eso he sacado adelante a mis hijos —dice.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión y muchas opciones más.

Comentarios