En el presídium presidencial sólo hay una silla, flanqueada por dos banderas tricolores, un buró con el 6o. Informe de Gobierno y un pequeño atril. Desde ahí, abajo del balcón central de Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló por 125 minutos.

Fue el largo preludio de un adiós, que tuvo un tono de despedida pues a partir del próximo 1 de octubre el Mandatario entregará la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México, momento inédito y que lo pondrá, como todo los exmandatarios, bajo el escrutinio de la historia.

“No te vayas” exclamaron los lopezobradoristas de Sinaloa, Aguascalientes, Ciudad de México, Sonora, Veracruz, Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Zacatecas, Michoacán, Estado de México, pero también los de Iztapalapa y un grupo de maestras de la Narvarte.

“Me voy a jubilar con conciencia tranquila y muy contento”, señaló el Mandatario mientras un hombre del Sinaloa reviró a grito pelado: “¡Gracias viejón! ¡Con tu ayuda estoy aquí porque pagué mi pasaje!”.

Son las horas del adiós en el reloj del sexenio que está por llegar a su fin, pero también los tiempos que marcan un nuevo inicio.

Testigos del momento fueron las imágenes de los expresidentes Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, que forman parte de decorado de luces por las fiestas patrias, que el presidente López Obrador tuvo de frente.

A su izquierda vio las siluetas de Francisco Villa, Emiliano Zapata, Los hermanos Flores Magón y los padres de la patria Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz, José María Morelos y Leona Vicario, con cuyos ideales López Obrador gobernó durante su administración.

Con carteles y fotografías del Mandatario; con camisetas con frases como “me canso ganso”, o con el libro Gracias en mano, acudieron al corazón político del país.

La AMLOmanía estuvo presente con un sinfín de productos, pero dos llamaron la atención, amlitos kawaii de 25 pesos que se agotaron una vez que terminó el mensaje y un Pato AMLO parlante, que repite con la voz del tabasqueño: “¡fuchi caca!”, “Ricky Riquín”, “¡Tengan para que aprendan!”, “¡Al carajo la delincuencia!” y “lo que diga mi dedito” por 200 pesos.

“¿Ya se cansaron? Que conste que les dije de que iba yo a tardar, pero ya vamos a la mitad”, advirtió el Presidente a su público que en tres ocasiones respondió que no.

El iniciador del movimiento de transformación también aprovechó, a su manera, para despedirse de sus adversarios.

El misil político lo envió en contra del Poder Judicial al hacer una consulta a mano alzada, “no como las encuestas de Massive Caller”, y demostró el sentimiento del pueblo en favor de su reforma para que jueces, magistrados y ministros sean electos por los ciudadanos. El pueblo, al unísono lo respaldó a una voz: ¡Fuera Piña! ¡Fuera Piña! ¡Fuera Piña!

De paso, envió un mensaje al otro lado del río Bravo “para que lo internalicen nuestros vecinos, amigos y vecinos de Estados Unidos, lo digo con todo respeto”.

En las dos horas y cinco minutos de alocución, el Presidente buscó en tres ocasiones que se aclamara a Claudia Sheinbaun, al encabezar él mismo la arenga: “¡Pre-si-denta! ¡Pre-si-denta! ¡Pre-si-denta!” pero la respuesta fue tibia pues ésta no se comparaba con el rugido de “es un honor estar con Obrador”.

Es el adiós de un líder social, del primer presidente emanado de la izquierda, que en 28 días dejará la Silla del Águila, que por decreto acabó con el noeliberalismo y la corrupción y que se autoexiliará, anunció, en su quinta ubicada en Palenque, Chiapas.

La próxima vez que el Presidente vea un Zócalo lleno será para la ceremonia del Grito de Independencia. ¿Cómo lo recordará la historia? Eso lo dirá el paso de los años, pero ayer para millones de personas el tabasqueño siempre estará en su corazón y en su memoria…

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