Nahuatzén, Mich.— La localidad de Comachuén se encuentra en lo más alto de la meseta purépecha y el jaripeo es un espectáculo que a cientos de sus habitantes les apasiona cada que se festeja algún santo de la Iglesia católica.
Montar a un toro y no caer a ras de tierra es una habilidad que no cualquiera realiza, pues te puede costar hasta la vida.
Charro de Zacapu, Cachorro de Morelia, Espuelito de Tiríndaro y Flaco de Jalisco son sólo algunos de los jinetes que participan en los jaripeos de la meseta.
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Ellos se encomiendan a la Virgen de la Candelaria antes de participar, luego se preparan con sus espuelas, chaparreras y algunos con careta para evitar algún accidente.
Belicón y Brincos Dieras son de los bovinos más grandes y más difíciles de domar. Son animales que pesan más de media tonelada y se necesitan más de cinco personas para poder llevarlos al ruedo.
Los jinetes deben durar arriba más de ocho segundos si no quieren llevarse abucheos.
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Cuando un jinete dura más de dicho tiempo es recompensado con una dotación de cerveza y ovaciones del público exigente. La fiesta es una tradición muy importante en la región, ya que fortalece las relaciones entre comunidades purépechas.