Un enorme árbol de nochebuena y un intenso olor a ponche de frutas con canela —el primero natural; el segundo, que emana de pequeñas figuras de cera con temática navideña— resguardan las ilusiones de una familia de artesanos emprendedores de Xochimilco que sueñan con consolidar esas velas aromáticas en el mercado.
Hace cinco años, Nayeli Hernández comenzó el negocio y hoy, en su taller en el pueblo de Santiago Tepalcatlalpan, se dice incrédula al ver lo que ha logrado, pues, asegura, sus innovadores diseños fueron un éxito el Día de Muertos, y para la temporada navideña, con 40 modelos, espera superar lo ya logrado.
“Yo me dedicaba a otra profesión, siempre quise empezar algo por mí misma, comenzó como un hobbie y pues las velas irradian luz, de alguna forma se asemejó a lo que estaba buscando y poco a poco mi familia se fue involucrando, y fuimos descubriendo que con la cera se pueden hacer muchos productos y también magia, por llamarlo así, porque a cada vela tú le pones tu toque personal”, aseveró Nayeli, joven emprendedora que prevé, a corto plazo, operar al 100% su tienda en línea.
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Segura de que los aromas transportan recuerdos y de que la nostalgia es su aliada, la artesana, contadora de profesión, comenta que gracias a su trabajo y al de cinco integrantes más de su familia, entre hermanas, madre y un par de tíos, sus velas ya “han llevado un cachito de México” a Estados Unidos y Chile, y no descarta alternar lo artesanal con lo semiindustrial para cubrir la demanda alta que ha alcanzado.
“Aquí ya juegan varios factores. Por ejemplo, yo que quiero expandirme, no podría hacer la producción a mano, para eso se necesita algo semiindustrial, sin que se pierdan las características como la pintura a mano. No se pierde la esencia porque la vela se va a desmoldar y se va a decorar a mano”, agregó.
La artesana dice sentirse orgullosa de ver que la gente que compra sus productos “sí se profundiza mucho con el sentimiento porque llegan a nuestros puestos, huelen el aroma y como que se trasladan a su infancia o a algún recuerdo, y ver una parte de nosotros que provocó eso tan representativo para ellos, es muy emotivo”.
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En el pequeño taller, en el que todavía quedaron algunos elementos de cera que pusieron en su ofrenda de Día de Muertos, y en donde poco a poco van ganando lugar pinos de Navidad, nochebuenas, galletas de jengibre y pesebres que aluden al tradicional nacimiento de Jesús, Nayeli platica que los diseños de sus velas son innovadores porque simulan diminutos alimentos típicos de la cultura mexicana que, además, tienen olores muy semejantes a los reales, como café, mermeladas, tacos y chocolate.
“Somos pioneras, sí existen más en el mercado, pero son productores dedicados a cirios religiosos, sí existen más personas, el sector velero es muy amplio y juega mucho el toque personal que cada empresa le ponga a su trabajo (…) No es un producto de la canasta básica, no es una necesidad, le metimos talacha, ya colocamos varios productos ‘estrella’ y ya poco a poco la gente nos empieza a buscar, y eso fue de lo más difícil en estos cinco años, pero ya entramos en el mercado y la meta es consolidarnos”, aseguró la microempresaria, quien también se ha colocado en actividades para impartir actividades lúdicas al personal de las corporaciones.
“Vamos caminando, me estoy preparando, estoy estudiando negocios, al principio fue a prueba y error, pero nunca pensé el impacto que íbamos a tener: Día de Muertos fue una locura, no nos dábamos abasto en la romería de la alcaldía Xochimilco, en [pedidos] en línea, la gente los subía a sus estados en redes sociales, y es lo que también buscamos, ofrecer una vela, pero con una intención”, recordó.
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Conmovida por la creencia de que sus abuelos fallecidos —quienes trabajaron la tierra de esa zona lacustre de la capital— la cuidan e inspiran, ella ilumina su recuerdo de forma simbólica, de vez en cuando les enciende una veladora hecha por ella misma y dice sentirse plena porque seguirá trabajando hasta que pueda ver sus artesanías exhibidas en supermercados.
“Yo recuerdo que mis abuelitos sembraban el cempasúchil a campo abierto, cuando iban cortar los ramos, eran ramotes anaranjados y mi hermana y yo nos aventábamos al cempasúchil cuando éramos niñas y todo el aroma se nos quedaba, hoy sigue la tradición, innové con las velas, ellos producían cempasúchil y yo fabrico velas con el olor que se parece mucho, de una u otra forma, seguimos conectados”.