La hizo un llamado a atender la pobreza material, moral, espiritual y cultural de la sociedad con proyectos integrales en los que participen sociedad, gobierno y empresas, así como exigir que pongan a la persona al centro.

A través de su editorial Desde la Fe; la Iglesia indicó que atender todas las pobrezas significa no absolutizar una sola respuesta.

“Frente a la carencia material están el pan, el trabajo digno y las políticas públicas que rompen círculos de exclusión; pero frente a la pobreza de dignidad, hacen falta tutela de derechos, participación y cultura del encuentro”, dijo.

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Aunado a ello, señaló que para la pobreza moral y espiritual se requieren comunidades que sanen soledades, perdonen, acompañen y abran caminos de sentido y, por supuesto, el fortalecimiento del principal núcleo social: la familia.

Añadió que ante la pobreza cultural, la formación y la educación son igual de urgentes y frente a las fragilidades personales o sociales, es necesario fortalecer el cuidado de la salud mental, la construcción de redes de apoyo y la protección de la infancia.

En ese sentido, la enfatizó que primero “se debe reconocer en los pobres un espejo de nuestra propia vulnerabilidad, porque nadie está a salvo de la intemperie del corazón”.

Segundo, “acercarnos a estos rostros de la pobreza: conocer nombres, historias; compartir tiempo, escuchar y tejer vínculos. Esos rostros incluso pueden estar en nuestra propia familia, en nuestros círculos cercanos”.

Tercero, “pasar de gestos aislados a proyectos integrales en los que participen sociedad, gobierno, empresas, y que unan asistencia, promoción humana y defensa de derechos”.

Cuarto, “incidir, votar con conciencia, exigir políticas que pongan a la persona al centro, apoyar iniciativas que creen trabajo y respeten el cuidado del planeta”.

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Quinto, “educar, formar la mirada de niños y jóvenes para que comprendan que la pobreza no es un tema social, sino una cuestión que atañe a la humanidad entera y que, en el caso de quienes somos creyentes, toca el núcleo de nuestra fe”.

“Estos rostros de la pobreza no son los otros: son nuestros, son familia. La, y cada uno de nosotros, tiene en ellos maestros de esperanza. Atender todas las pobrezas es el camino concreto”, expresó.

Además, destacó que la exhortación apostólica Dilexi tenos desarma múltiples prejuicios, entre ellos el “los pobres son pobres porque quieren”.

Agregó que en dicho documento el abre el panorama y destaca la necesidad de observar los distintos rostros de la pobreza: “la de quien carece de sustento material; la del marginado sin voz para defender su dignidad; la pobreza moral y espiritual; la cultural; la de quienes viven fragilidades personales o sociales; y la de quienes no tienen derechos, espacio ni libertad”.

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mahc/LL

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