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María Herrera Magdaleno, originaria de Michoacán, es madre de ocho hijos y protagonista de una historia de dolor y sufrimiento. Durante 10 años ha buscado a cuatro familiares desaparecidos sin ayuda de ninguna autoridad y sin tener éxito.
Sobre sus hombros lleva las pérdidas de Raúl y Salvador Trujillo Herrera, quienes desaparecieron en 2008 en Atoyac, Guerrero, luego de realizar un viaje para comprar oro y después venderlo; ese era uno de los modos en que la familia de María subsistía; sin embargo, tras lo ocurrido todo cambió.
La hoy activista se dedicó en cuerpo y alma a encontrar a sus seres queridos. Para lograrlo acudió con autoridades municipales y estatales de Guerrero y Michoacán, pero no recibió apoyo. También visitó la comunidad donde supuestamente ocurrió la desaparición y realizó su propia investigación, la cual fue desechada por las instituciones de seguridad.
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Así transcurrió la vida de María entre 2008 y 2010, pues en este último año volvió a sufrir la desaparición forzada de dos hijos más: Luis Armando y Gustavo Trujillo Herrera. Estos dos jóvenes fueron víctimas mientras buscaban a sus hermanos, que dos años antes habían corrido la misma suerte.
“A las autoridades no les importa el sufrimiento de las personas. Nos dicen que ya están buscando, que tendrán una respuesta sobre lo ocurrido, pero son indolentes con nosotros. Ya pasaron tres gobiernos (Felipe Calderón, Peña Nieto y López Obrador) y nadie nos ha ayudado a aliviar este dolor”, señala.
Cuando María no recibió apoyo municipal ni estatal, en 2011 buscó una reunión privada con el presidente Felipe Calderón para ponerlo al tanto de su situación. Ese encuentro, que era una de sus últimas esperanzas, tampoco rindió frutos y sólo alimentó su dolor.
Debido a que María Herrera ya expuso su situación ante todas las instancias de seguridad en el país, ahora busca que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conozca su caso, lo investigue y emita algún pronunciamiento.
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Sin embargo, acusa que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) no ha realizado los trámites correspondientes para que esto sea posible. “Teníamos la esperanza de que este gobierno iba a entrar con todo; estábamos hartos de tantas injusticias y ahora estamos en las mismas. Este gobierno nos atiende, no hay que decir que no, pero hasta no ha resuelto absolutamente nada”, asegura.
A más de una década de sufrir múltiples pérdidas, la herida sigue abierta en María, quien sólo espera que la vida le alcance para saber el paradero de sus seres queridos.
“No me quiero morir sin saber dónde están mis hijos. Cada vez me quedan menos fuerzas, me cuesta más trabajo salir a buscarlos y sé que tal vez no me quede mucho tiempo, pero no me quiero ir de este mundo sin saber la verdad, sin tener justicia”, dice.