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El gobierno debe afrontar el problema de la violencia “sin prejuicios”, a fin de establecer un diálogo con todos los grupos armados, con los del crimen organizado y no sólo con los de autodefensa, afirma Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancingo-Chilapa.
Luego de que este martes la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, señalara que han estado dialogando con grupos que quieren deponer, el prelado comenta a EL UNIVERSAL que se debe escuchar a todos los involucrados en la violencia, escuchar los motivos que los han llevado a delinquir.
El obispo, quien en ocasiones anteriores se ha pronunciado a favor de hablar con grupos criminales, resalta que la violencia se “dejó crecer”, con lo que el crimen organizado fue ganando terreno; considera el diálogo como un instrumento “de oro” para pacificar a México.
Para el prelado todos tienen una “partecita de bondad” que hay que buscar, con el objetivo de comprender las razones por las que forman parte de alguna banda criminal, no verlos como “enemigos”.
¿El gobierno debería dialogar con grupos criminales y no sólo con autodefensas?
—Como fraile franciscano, siempre he apoyado el diálogo. Se tiene que hablar con todo el mundo, ya sea con las autodefensas o con los grupos de narcotraficantes; es muy importante escuchar las razones de los demás. Ni el gobierno ni los grupos de autodefensa ni los narcotraficantes tienen toda la verdad.
Hace un mes estuve en la sierra platicando con un señor [a quien le dicen] El Teniente; incluso llegué a conversar con El Carrete y otras personas. Este muchacho [El Teniente] me decía: “Yo me metí porque mataron a mi padre y a mis tres hermanos”. Las autodefensas —no nos debemos engañar— están al servicio de los narcotraficantes; atrás de ellos están los jefes. Por eso se debe dialogar con las autodefensas y con los narcotraficantes, porque ellos también tienen algo que decir, también tienen sus razones.
¿Cómo ve la situación de violencia en el país?
—El diálogo ha sido un instrumento de oro. A este gobierno de [Andrés Manuel] López Obrador le vieron la parte buena, ya le tomaron la medida, y entonces, en cuanto entró más pacífico, más tranquilo, estos señores se aprovecharon. Las causas de la violencia ya las sabemos: no hay oportunidades y por eso se dedican a la delincuencia.
El gobierno se ha mostrado débil, dejaron crecer mucho a los grupos de narcotraficantes; se fue retirando, fue creando vacíos de poder y ese vacío lo ocuparon los narcos.
¿El gobierno debería entrar al diálogo con grupos criminales?
—Deben entrar sin prejuicios, abiertamente, afrontar al enemigo. Se trata de escuchar distintos puntos de vista y recordar que la verdad no es monopolio de una persona ni de algunos grupos, porque yo considero falso eso que dice el gobierno [de] que la institucionalidad no puede dialogar con delincuentes. ¿Eso dónde está escrito, de dónde sale?
¿El diálogo con criminales debe implicar la amnistía?
—Yo sólo hablo del diálogo; eso no quiere decir que se llegue a la amnistía ni que estoy con la amnistía así, en general: la amnistía tiene que ser gradual, poco a poco, [tienen que ponerse] condiciones.
Por ejemplo, están fuera de la ley estos campesinos que sembraban la amapola, ¿por qué no darles la amnistía a [estas personas], a estos campesinos que los narcotraficantes obligaban a sembrar amapola. Paulatinamente se puede ir aplicando la amnistía, [aunque] no [en] general, [porque] tampoco es para todo el mundo.
Si Dios nos dio la amnistía general a todos, el perdón, ¿por qué el gobierno no?, pero de una manera prudente, selectiva, no general.
¿Usted ha estado presente en estos diálogos de las autoridades con los grupos armados?
—Yo sólo participé cuando López Obrador nos pidió un proyecto de pacificación, pero en esas reuniones yo no he estado.
Definitivamente se debería aprovechar que nosotros, como Iglesia, estamos hasta el último rincón donde están ellos, la población, y somos una autoridad moral, porque nunca los hemos abandonado; siempre hemos estado con ellos, en todas estas zonas. Yo creo que los mejores informados de cómo está la situación son los sacerdotes y obispos.
Deberían tomarnos en cuenta para este acercamiento, para este diálogo [sin] prejuicios. [Estamos dispuestos] a dialogar en ese sentido.
¿Qué llamado haría a las autoridades para no tenerle miedo a este diálogo?
—La pacificación del país no es exclusiva del gobierno o de las instituciones: hay otros grupos. Está la sociedad civil, por ejemplo, [y] las iglesias pueden cooperar en esto. Yo siempre les pongo el ejemplo de San Francisco de Asis, cuando fue a dialogar con el Lobo de Gubbio: Francisco fue a escuchar al lobo para saber [por qué] mataba.
Debemos estar abiertos a este diálogo y no sólo vernos como enemigos; yo siempre he dicho que toda persona tiene un resquicio, una partecita de buena y de bondad, ¿por qué no buscar esa parte de bondad que tienen las personas y no verlos como enemigos, sino acercarnos, escuchar sus razones?
Tenemos que hacer que converjan las distintas verdades o los distintos puntos de vista; esa sería una de las formas en las que podemos pacificar a México.