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Con la venera de rector colgada al cuello, la insignia de oro que se le impone al asumir la responsabilidad de dirigir los destinos de la universidad, Enrique Graue Wiechers recibió cientos de abrazos y felicitaciones al tomar posesión para su segundo periodo al frente de la UNAM. Todos significativos, pero algunos abrazos fueron más políticos que otros.
En las primeras filas de honor de sus invitados, y formados para felicitarlo personalmente, estuvieron cuatro secretarios de Estado de la Cuarta Transformación: los titulares de las secretarías de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval; de Economía, Graciela Márquez Colín, y de Sedatu, Román Meyer Falcón, así como el subsecretario de Educación Superior de la SEP, Luciano Concheiro, en representación de Esteban Moctezuma Barragán.
También estuvieron presentes algunos de los personajes de la academia más cercanos a la Cuarta Transformación: el jurista John Ackerman, una de las voces con mayor presencia mediática a favor del gobierno federal y esposo de la titular de la SFP, quien lo estrechó y lo felicitó efusivamente.
También se formó una sonriente directora del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla, quien fue investigadora en la UNAM antes de asumir el cargo público y hoy se le reconoce como uno de los personajes cercanos al presidente Andrés Manuel López Obrador, y Rosaura Ruiz, de izquierdas e integrante del gobierno capitalino de Claudia Sheinbaum.
“Muchas, muchas felicidades”, le decían al oído.
“Gracias, ¿qué te digo, mano?”, contestaba el rector.
Estuvieron presentes el empresario Carlos Slim, egresado de la Facultad de Ingeniería e integrante de la Fundación UNAM; el exlíder moral de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; el presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova; y el expresidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Luis Raúl González Pérez.
Más de una hora duraron los empujones, los abrazos, los besos en la mejilla. Hasta su esposa, Mercedes Hernández, batalló para llegar a él.
“Está muy apretado por aquí, ¿por qué mejor no te mueves para allá?”, le dijo cuando, después de casi media hora, por fin logró atravesar una marea de personas que a empujones buscaban abrirse paso para acercarse al rector.
“Primero dame un beso”, le respondió él antes de acercarse brevemente según le permitieron quienes lo abrazaban y le pedían selfies.
Ayer, el oftalmólogo de 68 años de edad rindió protesta en el patio principal de la Antigua Escuela de Medicina, recinto emblemático para los médicos de la UNAM.
Tras contestar un enérgico “¡Protesto!” para jurar velar por que se respeten los derechos de la universidad y por el constante progreso de la institución, “teniendo siempre en cuenta el bien de México y el progreso social de la humanidad”, un invitado rompió la solemnidad con porras.
Graue lo acompañó con el puño levantado: “¡Goya, goya, cachún, cachún, ra, ra! ¡Goya! ¡Universidad!”, retumbó en el patio de la Antigua Escuela de Medicina.