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La rabia y la indignación no encontraron freno pese a la pandemia por Covid-19. Las mujeres, con furia, gritaron “juntas, libres y sin miedo” a la muralla de planchas que colocó el gobierno federal alrededor del Palacio Nacional, que algunas tiraron a jalones, en medio de cohetones, bombas de humo y piedras: “No se va a caer, lo vamos a tirar”, rugían las manifestantes.
Con cubrebocas en su rostro, las presentes desafiaron las vallas reales y simbólicas: “Nunca más la comodidad de nuestro silencio”, prometieron.
Fueron más de 20 mil, de acuerdo con los conteos oficiales del Gobierno de la Ciudad de México, las que llegaron al Zócalo abrazadas, blandiendo los puños y gritando consignas que se han convertido en emblemas: “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, reclamaron todas las que se hicieron oír.
Marcharon, al menos, siete contingentes que salieron del Monumento a la Revolución para protestar contra la epidemia más mortífera, que todos los días cobra las vidas de 11 mujeres.
“Hay una pandemia más mortal que el Covid: la violencia feminicida”, subrayaron, pero ésta no es la única.
Enojó e indignó la postura que han asumido el gobierno de México y el presidente Andrés Manuel López Obrador respecto a la lucha feminista y la violencia a la que todos los días sobreviven miles de mujeres: “Obrador, escucha, lo decimos en tu cara: eres feminicida”.
“Las feministas no tenemos partido, no somos infiltradas y despreciamos a todos los políticos que se quieren colgar de nuestra lucha. A las feministas les mandan operativos policiales en la noche, y a los pinches violadores les ponen candidaturas”, insistieron por el caso de Félix Salgado Macedonio, ungido por Morena para contender por la gubernatura de Guerrero.
Ayer, asistieron aquellas que han vivido que un familiar las viole; a las que su profesor acosó; a quienes su novio “quemó” publicando en redes sociales sus fotos íntimas, y también a las que su exesposo les pegaban.
Incluso arribaron quienes tuvieron que gritar porque sus hijas, hermanas y amigas ya no tienen voz para exigir justicia. Como Mauricio Zavala, padre de Fernanda, asesinada el 20 de junio de 2020: se fue a arreglar las uñas, luego a una fiesta y ya no volvió: “Hasta ahorita, las autoridades no han podido desbloquear el teléfono de mi hija, dicen que no tienen la tecnología”, dijo irónico el padre de familia.
Los gritos se repitieron sin importar el gas pimienta que arrojaron los policías, el polvo químico de los extintores —tintado en rosa, verde y morado para despistar— ni los golpes: “¡Ni una más, ni una asesinada más!”.
Tras las vallas
Del otro lado de la vallas metálicas también estaban mujeres que fueron atacadas, golpeadas, escupidas, insultadas y hasta incendiadas por las inconformes. No se defendieron, ni siquiera cuando estaban en el suelo y recibían patadas de las anarquistas. Al final del día, hubo 47 policías y 17 civiles lesionadas.
“No podemos hacer nada, tenemos la instrucción de no hacer nada, sólo de contener, contener y contener lo más que se pueda. Si hacemos algo, nos van a suspender y nos van a quitar el sueldo”, se quejaban algunas.
“Entendemos la lucha de ellas, pero no se dan cuenta que nosotras también somos mujeres, madres de familia, trabajadoras. No saben que también nos acosan, nos piden favores sexuales para subir de rango y encima tenemos que aguantar todo”, compartió Mariana, una de las 2 mil policías que la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México desplegó.