Marco luce cansado. No ha dormido desde la madrugada, está preparando el tradicional pan de muerto que vende desde hace 10 años para la celebración del Día de Muertos.

Es la colonia Granjas México, en la alcaldía Iztacalco, aquí Marco adaptó una panadería en su domicilio, pues desde que comenzó la pandemia las ventas de su local cayeron hasta el punto de tener que cerrarlo.

Pese a ello, Marco prepara cientos de panes de muerto hechos por encargo de sus clientes. Él considera que es una forma de mantener viva la tradición que de a poco se va perdiendo por la innovación de algunos tipos de panes —sus proceso de elaboración— y por las tiendas departamentales que sacan ese pan.

Fatigarse lo vale por conservar tradición, dice panadero
Fatigarse lo vale por conservar tradición, dice panadero

Y añade: “También es difícil la situación, ya que muchas personas ya no quieren comprar aquí el pan, lo hacen en tiendas departamentales, ahí lo venden por paquete y más barato; sin embargo, la calidad es distinta, el sabor es distinto porque lo preparan a granel”.

La casa de Marco es pequeña, en un cuarto de dos por tres metros buscó la manera de adaptar una máquina revolvedora, una rack para charolas, un horno y una mesa en la cual prepara la masa para el pan de muerto, desde ahí hace de día y noche las cientos de piezas de pan que le piden sus clientes y negocios locales.

“Desde las cinco de la mañana estoy preparando el pan, hago uno por uno, por eso la tardanza, en ocasiones como hoy, tengo que velar para terminar los pedidos, es pesado; sin embargo, vale la pena porque además de que a weso me dedico, sirve para conservar la tradición”, explica.

Esa tradición de la que habla Marco la conoció en Morelos cuando su tío le enseñó a preparar pan, ahí se dio cuenta de la importancia que tiene esta fecha para las familias mexicanas.

Fatigarse lo vale por conservar tradición, dice panadero
Fatigarse lo vale por conservar tradición, dice panadero

Y recuerda: “Había personas que el 2 de noviembre decían que tenían que estar antes de las seis de la tarde en sus casas, pues a esa hora llegaban sus difuntos, decían que una brisa en el pueblo les avisaba que estaban por llegar, yo nos les creía, pero cada año que estuve ahí a eso de las cinco de la tarde una brisa recorría el pueblo, eran los santos difuntos”.

La pandemia por Covid-19 no sólo dejó a Marco sin local, también disminuyó sus ventas y ha dejado a muchas familias sin poder comprar el tradicional pan de muerto, además de una extraña sensación en el ambiente.

“Por la contingencia no sólo perdí mi local, también bajaron mucho mis ventas, hay personas que no pueden comprar pan de muerto, pues muchos se quedaron sin trabajo, además esta pandemia le da una connotación diferente a mi trabajo, sé de la importancia que tiene por los difuntos y por la tradición me hace querer más mi oficio”, concluye el panadero.

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