En su trabajo como médico en un área Covid-19, Juan Eduardo Bones Gómez ha experimentado de todo: miedo de enfermarse y contagiar a su familia, tristeza por los parientes que ha perdido a causa del virus y alegría que lo desborda cuando ha logrado vencer y sacar adelante a sus pacientes.

Lo que no esperaba experimentar el médico general de 35 años son el enojo y la indignación por haber sido víctima de robo en las instalaciones de uno de los hospitales donde trabaja, el San Ángel Inn, donde personas con acceso a los vestidores le hurtaron 74 mil pesos correspondientes al pago de cinco quincenas como uno de los soldados en el frente de batalla contra la enfermedad de este siglo.

“Siento coraje y tristeza. Cuando me robaron sentí que el mundo se me cerraba y no podía pensar con claridad las cosas. Lo único que queremos tanto mi familia como yo es que se haga justicia”, exigió el militar.

Bones Gómez trabaja 40 horas a la semana en el área Covid-19 del Hospital 20 de Noviembre del ISSSTE. Son turnos de ocho horas en las cuales no se puede quitar el equipo de protección personal que, a veces, siente que le asfixia, especialmente en temporada de calor.

En los primeros meses de la pandemia el médico ayudó a sus pacientes a fortalecer sus pulmones y revisó los avances de quienes presentaban alguna otra comorbilidad para que ésta no impidiera el éxito en su tratamiento.

Ahora se dedica al área del triage, donde identifica la saturación con la que llegan los pacientes, les hace tomografías y revisa sus historias clínicas para valorar a profundidad la gravedad.

“He atendido a centenas de personas. En la mayoría de los casos es gratificante porque el paciente sale, pero a otros no puedes hacerles desafortunadamente nada”, señala.

Durante un año ha tenido que pasar por el miedo de contagiar a su familia, la indignación de observar cómo las personas relajan las medidas de seguridad sanitaria mientras los contagios por coronavirus no cesan y los enfermos graves son cada vez más jóvenes. También ha atestiguado el dolor que la enfermedad genera, luego de que su esposa perdió a su padre.

En un año tan difícil, también experimentó la indignación, porque le robaron su salario correspondiente a cinco quincenas. Los hechos ocurrieron en los vestidores del Hospital San Ángel Inn a donde llegó para iniciar su segunda jornada laboral.

Por las noches, Juan Eduardo acude a ese hospital privado a revisar a pacientes y darles seguimiento; ese segundo empleo le permite completar sus ingresos y costear el tratamiento médico de su hijo Diego Alejandro, de 12 años, quien vive con parálisis cerebral.

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