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La economía mexicana había mantenido históricamente una tasa de crecimiento promedio de entre 2% y 2.5% anual; desde 2018, hemos observado un crecimiento de 0.2% que puede ser tomado como un estancamiento ante el cual el empresariado mexicano ya empieza a tomar medidas.
La inversión privada, reflejada en la formación bruta de capital fijo, se ha desacelerado de manera alarmante. Datos del Inegi indican una caída de 5.7% interanual al mes de febrero, lo cual sugiere que la incertidumbre política y económica está impactando directamente en las decisiones empresariales. Esta tendencia se arrastra desde finales de 2024 y refleja tanto el freno del sector público por el cambio de sexenio como una reacción cautelosa del empresariado ante el entorno nacional e internacional.
Uno de los factores más corrosivos ha sido el aumento en la incertidumbre sobre la política económica. El Índice de Incertidumbre en Política Económica para México de la Universidad de Stanford muestra que el país alcanzó niveles no vistos desde la crisis global de 2008-2009. Este entorno frena a los inversionistas, que naturalmente toman precauciones cuando no hay claridad sobre las reglas del juego.
Entre los focos rojos, la política arancelaria de Estados Unidos vuelve a generar presión. Aunque el gobierno estadounidense ha afirmado que respetará el T-MEC, se estima que cerca de 50% de las exportaciones mexicanas no cumplen con los requisitos del tratado, lo que las haría susceptibles a aranceles de hasta 10%, o incluso 25% en algunos casos. México desaprovechó el tiempo desde el inicio de la administración Trump en 2016 para adecuarse a este nuevo entorno. Hoy enfrentamos las consecuencias.
La industria del acero es una de las más vulnerables, pues podría enfrentar un arancel de 50% si prosperan las propuestas comerciales del expresidente Trump. Sectores como el automotriz y el de maquinaria también sufrirían el encarecimiento de insumos. La amenaza es generalizada, y la renegociación del T-MEC —prevista para octubre de este año — añade más tensión.
En cuanto al entorno monetario, la más reciente encuesta de expectativas del Banco de México revela una reducción en las proyecciones de crecimiento económico: de 0.11% en abril a 0.08% en mayo. Aunque se mantiene una política de baja en tasas de interés, el alza en la inflación —cada vez más cercana al límite superior del rango aceptable— podría revertir esta tendencia.
El segundo semestre será clave. Si bien podríamos haber alcanzado el pico de incertidumbre, la economía sigue estancada. Solo una renegociación favorable del T-MEC y una política interna coherente podrán reactivar la confianza y apuntalar el crecimiento.
*Profesor del Área de Entorno Económico en IPADE Business School.