David y su grupo de amigos, quienes forman parte de los por la administración del presidente Donald Trump, deambulan en riesgo por México, entre la delincuencia y autoridades indiferentes, ante la imposibilidad de volver a su país por la extrema crisis económica, pero también de intentar otra vez el sueño americano por las impuestas en Estados Unidos.

“Es muy peligroso, pero no nos podemos echar para atrás (...) No nos gusta México, pero regresar a Venezuela tampoco es opción. Ahora nos tratan como criminales en , en México, pero acá toca quedarnos a trabajar hasta que se pueda ir para allá”, comentó el originario de Estado Falcón, en Venezuela.

En 2017, cuando empezaron las protestas contra el régimen de Nicolás Maduro, David, Elmer, Josu y José se mudaron a Colombia junto con sus novias y familias para sobrevivir, pues vivían en condiciones de pobreza en su ciudad natal.

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Los cuatro ahorraron dinero para enviar a sus esposas, hijos y padres a Estados Unidos, a donde entraron de forma irregular, pero, tras vivir unos años allá, regularizaron su estancia.

Su meta, desde el 28 de febrero del año pasado, cuando dejaron Colombia, era reunirse con sus familias, pero las condiciones políticas actuales del país lo impidieron.

Esta es la segunda vez que David y sus amigos intentaban montarse en La Bestia, tren que cruza por San Bartolo, en Huehuetoca; la primera fue el año pasado.

“En diciembre sabíamos que se iba a poner duro [migrar], entonces me entregué en El Paso, Texas. Me tomaron preso y el 23 de enero regresé acá”, platicó.

Pese a todo, David dice que fue una fortuna recorrer ese camino y ser deportado con sus amigos, quienes al regresar a México se debatieron la posibilidad de quedarse a trabajar en nuestro país, pero por la inseguridad, el racismo y la violencia quisieron regresar a la frontera para cruzar a Estados Unidos, pero al intentarlo fueron detenidos.

Junto a Elmer, Josu y José, David decidió viajar hacia Monterrey, Nuevo León, ciudad en donde conoce a otros migrantes con los que piensa que podría trabajar en construcciones, cargando en mercados, como repartidor o en algún otro trabajo en el que no necesite documentación oficial; por ese motivo iba a subirse a La Bestia: para llegar al norte del país.

Los jóvenes —de 25, 26, 22 y 29 años, respectivamente— caminaron por media hora en una vereda de El Cenicero, de la periferia de Huehuetoca, seguidos por dos hombres con radios y otras personas en motocicleta que, aparentemente, los escoltaron hasta una estancia escondida en donde, insinuaron, alguien los esperaba para ayudarles a subir al tren.

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Al llegar a la zona, un hombre que portaba un arma los recibió. Los cuatro jóvenes se sentaron bajo un árbol a compartir alimentos y descansar junto a otro grupo de cuatro personas más, todo esto bajo la vigilancia de las personas que, presuntamente, les facilitan su estancia en el área mientras esperan al ferrocarril.

No pasó ni una hora cuando tres camionetas del Instituto Nacional de Migración (INM) y una más de la Guardia Nacional (GN) llegaron al árbol en donde las personas en situación de movilidad se congregaron; los agentes, con sus armas empuñadas, los persiguieron y los subieron a sus vehículos.

Tras detener a David, Elmer, Josu y José, la Guardia Nacional los escoltó mientras los hacía avanzar con la cabeza abajo para iniciar, una vez más, el vaivén sin fin de los migrantes entre delincuentes y autoridades.

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