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En un pasillo del Hospital que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) adaptó en el Autódromo Hermanos Rodríguez, la enfermera Alondra Ruiz recuerda que llegó a esta unidad un día después de su inauguración y que a sus 25 años su principal objetivo era apoyar a México en la lucha contra el Covid-19.
“Estar aquí es una experiencia única. [Para] todos los que estamos aquí, desde laboratorio, médicos, rayos X, nutrición, los compañeros de higiene, enfermería, es una experiencia inigualable, pues diario recibimos pacientes. Hemos tenido a familias completas que se han infectado, y es triste cuando alguno se recupera, pero debe regresar a casa sin un ser querido, es de lo más difícil”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.
Frente a los pabellones en los que atiende a pacientes con coronavirus, la joven recuerda que desde niña tuvo el deseo de convertirse en enfermera.
“Todo surge desde la familia, la mayor parte de la mía está en el área de salud, algunos en el IMSS o en otro país, pero lo que nos mantiene aquí es la vocación, me gusta lo que hago: atender a mis pacientes, estar con mis compañeros”, dice.
Originaria de Michoacán, inició su labor en una clínica privada. Cuando llegó la pandemia a México, la unidad médica decidió que no atendería a pacientes con Covid-19; sin embargo, le dieron la capacitación necesaria para hacerle frente al virus.
Meses más tarde, el Seguro Social abrió su bolsa de trabajo y tuvo que dejar su hogar para trasladarse a la capital. Su misión empezó en el hospital que el IMSS acondicionó en 30 días y el cual contaba con 218 camas. Hoy, esa capacidad se extendió a 400 camas.
“Se presentó la oportunidad de entrar al instituto, la tomé, dejé mi estado, a mi familia y me vine a hacer ahora sí que el proceso de admisión, el cual se llevó a cabo exitosamente, por lo cual estamos el día de hoy aquí; al llegar al hospital se nos dio toda la capacitación necesaria para entrar a pabellones de atención [y así] colocarnos el equipo de protección y para estar directamente [a luchar contra] este virus”.
Alondra llegó a la capital del país cuando el número de contagios y defunciones comenzó a crecer de manera exponencial; recuerda a las primeras personas que atendió, cómo los subieron a los diferentes pabellones, cómo se colocó el equipo.
“Parece algo teatral con todo el equipo, pero uno atiende normal a los pacientes, no los ves como con la cara del virus, no lo ves con que son un riesgo para ti, los sigues viendo como son: pacientes a los cuales tenemos que ayudar y atender diariamente”, expone.
La enfermera reconoce que la llegada del virus al país no creyó que fuera a ser tan grave ni que los hospitales se saturarían.
“A todos, inclusive a personas que nos están en el área de la salud, nos tomó por sorpresa esta pandemia; considero que poco a poco se va mejorando la atención y la gente también está siendo un poco más consciente, tomando las medidas de higiene y respetándolas”, señala.
A pesar de tener cerca de un año en la atención a pacientes Covid, Alondra afirma que no se siente cansada, que su ánimo está intacto y su único objetivo es ayudar a la gente que lo requiera: “En lo personal, no me siento cansada, sí nos gusta los que hacemos y disfrutamos de nuestro trabajo, realmente no es cansado, es un reto el venir diariamente, el conocer a nuestros pacientes, colocarnos el uniforme, pero ya después de un año completo es mucho más fácil, realmente el equipo de protección es parte de nuestro uniforme, entonces ya no es tan agotador y pesado como antes”.
Alondra está convencida de que su vocación es más grande que cualquier virus, a sus compañeros les da las gracias y les pide seguir en pie en esta lucha. “Quiero decir a mis compañeros que estoy muy orgullosa de cada unos de ellos, que les agradezco, que sigamos echándole muchas ganas, que no bajemos la guardia, [pues] así lo lograremos”.