Cristian, Edison, Iván y Miguel son cuatro migrantes venezolanos que cargan mercancía, la acomodan, revisan el inventario y apoyan en diversas labores en bodegas de semillas de la Central de Abasto, para ahorrar dinero que envían como remesas a su país y también les servirá para continuar su avance a Estados Unidos.
“México nos ha recibido con los brazos abiertos después de todo lo que vivimos en Venezuela y en el camino para acá. La meta es llegar a Estados Unidos y para eso estamos en el campo laboral. La gente lo ha entendido poco a poco, gracias a muchas familias mexicanas tenemos dinero para enviar a nuestras familias y para seguir nuestro camino. Venimos de paso, pero a aportar”, dijo a EL UNIVERSAL uno de los cuatro jóvenes.
Cristian, Iván y Miguel viven en Apatlaco, a 15 minutos de la Ceda. Se levantan a las seis de la mañana para bañarse, desayunar y se trasladan a El Coahuilteco, negocio familiar en donde son bodegueros en un horario de 8 de la mañana a 6 de la tarde.
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Los originarios de Caracas, Zulia y Valencia reciben un sueldo de más de 2 mil pesos a la semana con el que proveen de alimento, techo y otras necesidades a sus esposas, hijos y madres que están en Venezuela. Con los ahorros de ese ingreso, también comprarán un boleto de avión cuando la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza les llame para gestionar su entrada a Estados Unidos.
“No hay nada allá. No hay vida. No tenemos futuro”, dijo Cristian, quien dejó a su familia completa en Caracas. En Zulia y Valencia, la madre de Miguel y la esposa e hija de Iván también los esperan con la promesa de que quizás volverán por ellas una vez instalados en Estados Unidos o que ellas volarán para alcanzarlos.
“Se me hace pasa el corazón por estar lejos, pero es quedarse a morir en Venezuela o irte para tener mejores oportunidades. Afortunadamente, en la Ciudad de México no hemos encontrado tanta xenofobia y pudimos encontrar una fuente de trabajo para que nos vaya mejor y para que aquí también les vaya mejor mientras seguimos nuestro paso”.
Edison, originario de Coro, trabaja como bodeguero en el local contiguo. Don Rigo, su jefe, emplea a otros cuatro migrantes venezolanos que generalmente permanecen de dos a 10 meses en la Ciudad de México y que, aunque tienen estudios universitarios, no pueden acceder a trabajos formales correspondientes a su nivel académico porque su paso es temporal y no tienen la documentación necesaria.
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“Yo trabajaba como analista de seguros, terminé la universidad y cuento con certificaciones en una empresa de seguros que quebró por la crisis económica, por eso tuve que tomar decisiones rápidas, para no dejar a mi familia con hambre y decidí venir, emplearme para comprar mi boleto a Estados Unidos para trabajar allá en lo que estudié”, comentó Iván Mavares.
Así como los cuatro jóvenes, quienes no pasan de los 36 años de edad, en los pasillos de la Central de Abasto se escuchan diferentes acentos extranjeros de trabajadores que arrastran diablos, barren, operan maquinaria, cobran y cargan cajas para subsistir en su paso por la Ciudad de México, a la espera de conseguir el sueño americano.
“México nos trata bien, pero la meta es ir a Estados Unidos porque allá son mejores pagados los trabajos. Gracias a Dios la gente ha sido amable, nos recibe, nos da empleo y ve en nosotros gente de confianza. Queremos que ya no haya racismo, ha sido menor y nosotros venimos a trabajar, como los mexicanos que se van a Estados Unidos o Canadá”, mencionó Cristian.
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De acuerdo con autoridades de la Central de Abasto, el flujo migratorio es variable pues no todos los meses se cuenta con la misma población de trabajadores en condición de movilidad, debido a que van y vienen conforme son llamados por las autoridades migratorias para gestionar su entrada a la Unión Americana.
Según un sondeo realizado a empleadores, la mayoría de los migrantes que llegan a pedirles trabajo son de Venezuela, Haití y Honduras, pero reciben personas de diferentes países de América del Sur y el Caribe, y destacan que han sumado a la mejora económica de los negocios que los alberga.
Arnulfo Enríquez, dueño de El Coahuilteco, quien empleó a tres de los cuatro jóvenes entrevistados por El Gran Diario de México, le abre las puertas de su negocio a cualquier persona en situación de movilidad desde hace tres años, para que pueda tener un sueldo digno mientras continúa con su viaje, y al mismo tiempo, le ayuda a sostener su actividad laboral.
“Las corrientes migratorias favorecen a la economía de cualquier país. Como ejemplo vemos a Estados Unidos y Canadá; ellos han crecido realmente por la migración, históricamente. Yo no la veo negativa a ayudarlos a conseguir trabajo. Al contrario, es positivo”, expresó el señor Enríquez.