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Al fraccionamiento Los Álamos, en Ecatepec, Estado de México, le llegó el día cero del agua antes de lo previsto por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), pues desde hace cuatro años el líquido escasea y desde hace unos meses no cae en las tomas destinadas para el abasto de hogares.
Por necesidad, de manera mensual, los residentes de 380 casas ubicadas en la colonia Jardines de Aragón gastan casi 200 mil pesos entre la compra de pipas y garrafones porque ni el Organismo Operador del Sistema de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento (Sapase) ni la Conagua se han ocupado de garantizar este derecho humano, pese a que ya presentaron quejas.
“Hace cuatro años aún había tandeo, pero hoy no hay ni ese privilegio, porque tener aunque sea unas gotas se convirtió en un privilegio. Hoy entre vecinos nos organizamos para pedir pipas, porque en las tuberías y en las reservas no hay. Hace cuatro meses que nadie tiene [agua] ni para hacer de comer, ni para lavarse las manos si quiera”, dijo a EL UNIVERSAL Diana Colín, representante del grupo de vecinos.
Todos los días entran cuatro pipas de servicio privado para abastecer a los hogares, que a su vez se coordinan para obtener un turno de entrega según su necesidad.
El distribuidor de agua del fraccionamiento acordó con las representantes vecinales cobrar 170 pesos por cada mil litros.
A diario, los más de mil 500 residentes de Los Álamos reciben cuatro pipas de 10 mil litros cada una para abastecerse, lo que resulta un total de 6 mil 800 pesos de inversión por día, 47 mil 600 a la semana y 190 mil 400 al mes.
Ese líquido no es potable, por lo que no sirve para cocinar, lavar alimentos o aseo personal, sino limpieza del hogar o la ropa, hecho por el que los vecinos de Los Álamos también deben comprar garrafones para beber, preparar comida, bañarse y lavarse los dientes.
Algunas madres de familia calculan que a la semana necesitan de seis a ocho garrafones, con un costo de 25 pesos para actividades que requieren agua limpia.
En total gastan 200 pesos semanales en garrafones, que resulta un total de 800 pesos mensuales.
“Empecé a vivir aquí hace un año y nunca me ha caído agua. Lleno todas las cubetas que tengo, botes y un tinaco, cada que viene la pipa y es agua que sólo usamos para limpieza porque cuando bañaba a mi hijo con ella, se le empezó a caer el cabello y le salieron granitos en la piel.
“El agua con la que trapeo la uso para el baño o para lavar el patio. Aprendimos a reciclar hasta la de la lluvia para no quedarnos sin una gota, porque aunque pagamos el servicio del gobierno, no tenemos, no nos mandan ni aunque estemos al corriente”, explicó Mariana Espinosa, vecina.
En 2020, varias familias de diferentes fraccionamientos en Jardines de Aragón y otras colonias aledañas cerraron la Avenida Central Carlos Hank González en protesta por la poca caída del líquido.
Actualmente no tienen una sola gota y ya se rindieron de protestar, de ponerse al corriente con sus pagos, de aliarse con autoridades y de exigir su derecho al abasto, pues ninguna solución pacífica o de resistencia ha servido para que el gobierno del estado les provea agua.
“Los políticos van y vienen con sus promesas de que tendremos agua. En tiempos electorales nos han pedido nuestras credenciales de elector con la promesa de abastecernos; cuando protestamos, también nos prometieron agua y nos la dieron por un tiempo, pero nos olvidaron después, entonces tenemos nosotros que ver la forma de tenerla, porque si no, ¿cómo vamos a vivir?”, cuestionó Petrita Abarca, residente del fraccionamiento Los Álamos.
En menos de una hora, dos pipas entran al conjunto habitacional a abastecer a más de 10 hogares.
Los vecinos conocen la rutina: mover sus autos para que el camión ingrese, pagar el monto correspondiente, corroborar que sean los litros exactos y sacar botes, tinas y tambos para obtener líquido extra que ya no cabe en sus cisternas y tinacos. “No queremos, pero así nos tenemos que acostumbrar a vivir. Estamos dispuestos a negociar con el gobierno, con lo que sea que nos pidan, pero que nos den agua, tenerla no puede ser privilegio de unos cuantos. Cuando en la escuela nos decían que en 2050 se iba a acabar el agua lo veíamos lejano, pero ese día ya llegó”, concluyó Diana Colín.