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El viernes 19 de mayo, el Poder Ejecutivo publicó un decreto en el Diario Oficial de la Federación en el que declaró la utilidad pública de la conservación y prestación del servicio público de transporte ferroviario de ciertos tramos de vías en Veracruz y mediante el cual, se ordenó su ocupación temporal inmediata. Estos tramos de vías, habían sido concesionados previamente a Ferrosur, empresa que es parte de Grupo México y cuyo director general es Germán Larrea. Esta concesión aún tenía varios años de vigencia, no obstante, el título de concesión no logró supervivir a este gobierno.
Germán Larrea es una de las personas más ricas del país y desde que en su currículum se puede leer la palabra “empresario”, pasó a ser parte de ese colectivo un tanto imaginario que según el discurso del señor López Obrador, automáticamente está en su contra y del pueblo. Desde que López Obrador llegó a la presidencia, la legitimación de su mandato y la justificación de sus acciones se han basado en dos aristas: por un lado, la magna tarea del combate a la corrupción – siempre y cuando no se trate de su propia administración – y, por el otro, la polarización de la sociedad mexicana. En lugar de acatar con lo que le corresponde, hablar de los problemas en México por su nombre y atender a la raíz, el presidente, mañanera tras mañanera, divide a la sociedad en un “nosotros” y un “ellos”. El “nosotros” está conformado por él y todos sus compadres, comenzando con las Fuerzas Armadas, así como por otro colectivo también un poco imaginario y sobre todo cambiante: el pueblo. El presidente desde su campaña supo concentrarse en sectores de nuestra población que históricamente han sido oprimidos u olvidados, tales como las personas adultas mayores o los trabajadores, eso le hizo ganar su popularidad y hay que reconocérselo. Sin embargo, como mexicanos no tenemos la certeza de si somos considerados como parte del pueblo o bien, si en algún momento llegaremos a ser excluidos y entonces pasar a ser parte del “ellos”. El “ellos” está conformado por aquellas fichas estratégicas que han tenido que caer en su gobierno y que el presidente disfraza de las viejas administraciones, de corruptos, del poder judicial, de delincuentes, y por supuesto, de empresarios.
Andrés Manuel nos demuestra una vez más su forma de gobernar: a través de decretazos sin verdadera motivación de fondo, en los que apela a su desgastada excusa de la Seguridad Nacional y acomodando la ley a su manera de hacer las cosas; entregando aún más atribuciones a las Fuerzas Armadas, rebasando la naturaleza de sus funciones y el número de tareas que por lógica puede realizar; y dándole un golpe de frente a la inversión, pues intentemos vivir, trabajar e invertir en un país cuyo gobernante parece estar deliberadamente en contra. A poco más de un año del término de su mandato presidencial, me pregunto, ¿quién será su próximo objetivo, a qué otro empresario se deberá sacrificar para satisfacer su voluntad?