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La de Ovidio Guzmán, El Ratón, es también la historia de los jueves negros o los dos Culiacanazos, jornadas de violencia y terror que vivieron los habitantes de la capital de Sinaloa en la época reciente.
EL UNIVERSAL hizo una amplia cobertura de ambos episodios. Como lo narró el 17 de octubre de 2019, el Ejército intentó capturar sin éxito a Ovidio Guzmán López, uno de los líderes del Cártel de Sinaloa e hijo de Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo.
Pero todo se salió de control. Lo detuvieron un momento, pero lo liberaron después ante las amenazas del cártel de atentar contra civiles. En ese primer jueves negro falló la inteligencia, se minimizó el poderío del rival y se realizó un operativo en un sitio y horario extremadamente complejos.
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Aquel jueves negro, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, resaltó que la medida de retirar del operativo al personal que no calculó la reacción, en la que grupos armados dispararon contra el cuartel de la Novena Zona Militar y retuvieron a un oficial y cuatro elementos de tropa, fue para salvaguardar a la población que se vio inmersa en una serie de ataques en el noroeste de Culiacán.
El arresto de Ovidio Guzmán convirtió las calles en un campo de guerra en el que comandos terminaron por obligar la liberación del hijo de El Chapo.
El saldo de las balaceras fue de ocho personas fallecidas, cinco de ellas, integrantes de los grupos delictivos; también se reportaron 16 heridos, cinco de los cuales eran oficiales de la Guardia Nacional.
El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció —días más tarde— que la decisión de liberar al capo fue suya, para no poner en peligro a la población.
El segundo Culiacanazo ocurrió el 5 de enero de 2023.
En esa ocasión, el Ejército planeó mejor su estrategia.
En vez de llevar a cabo el operativo en la tarde, cuando la gente va por sus hijos a la escuela y sale del trabajo para ir a comer, fue ejecutada en la madrugada.
La captura no sucedió en el Desarrollo Urbano Tres Ríos, la zona comercial más importante de la ciudad y una de las áreas habitacionales más utilizadas. El Ejército optó por detenerlo en la sindicatura de Jesús María, poblado alejado de la urbe.
Las autoridades estatales reaccionaron relativamente rápido: suspendieron labores oficiales, clases, rutas de autobuses urbanos y buena parte del sector comercial permaneció cerrado ante el claro mensaje y el ambiente violento.
A la población se le pidió no salir de casa.
La operación sí funcionó. Se informó que se establecieron fuertes anillos de seguridad.
En 2019, éstos no se consolidaron, fueron quebrados por los hombres armados del Cártel de Sinaloa que tomaron el control.