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Alejandra ha permanecido cinco días en el Hospital Regional General Ignacio Zaragoza, del Instituto Mexicano de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), porque su esposo está en el área de urgencias.
A pesar de que su pareja tiene un absceso en el hígado y problemas en la vesícula, Alejandra reclama que entre el lunes y jueves lo mantuvieron en un sofá y sin practicarle ningún análisis para saber cuál es el problema.
“La verdad sí está muy deficiente el servicio, no hay camas, no hay materiales, los médicos no te explican bien cuál es el problema. A mí me dijeron que no le iban a poder hacer estudios a mi esposo porque eran muy caros, pero aun así hemos permanecido”, comenta.
Describe que en el área donde está su familiar hay un ambiente de mucha depresión: “Se deprime uno de ver a los pacientes cómo están, sin máquinas e incluso ni material médico o medicamentos, cuando llegan las medicinas las enfermeras apartan algunas por si se acaban”.
Además de padecer todo esto, Alejandra tiene que dormir en unas bancas que se encuentran al aire libre afuera del área de urgencias, de lo contrario no le comunican si su familiar tiene una complicación.
En la misma situación se encuentra Carlos, quien desde el miércoles pasado internó a su hermana en el mismo hospital regional, porque su problema con la diabetes se agudizó.
“La trajimos a urgencias y se tardaron dos horas en recibirla. Luego la dejaron en unos sillones, porque no hay camas y no había médicos para atenderla”, señala.
Al igual que Alejandra, denuncia que la institución no cuenta con los recursos materiales y humanos para atender a los pacientes:
“El miércoles que vine y entré a Urgencias había como 30 personas esperando una cama, mientras las ponen en un sofá y ahí les colocan el suero”, relata.
Por motivos de seguridad y temor a represalias, Alejandra y Carlos pidieron que sus nombres reales fueran cambiados.
En un recorrido hecho por EL UNIVERSAL en clínicas del IMSS y el ISSSTE este diario detectó que las principales molestias de los derechohabientes se atribuyen al maltrato del personal, la lentitud con la que atienden y la falta de medicamentos.
Rosa María, por ejemplo, comparte que para tratar su tromboembolia pulmonar ella ha tenido que comprar sus medicamentos, pues en el Hospital Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS no los tienen.
“El IMSS debería manejar los medicamentos que yo necesito, porque son de especialidad; hay algunos que valen más de mil pesos y además del dinero hay que conseguir las recetas médicas”.
Por esta clase de situaciones, considera que la calidad de la seguridad social mexicana ha ido a la baja.
“Hace unos 10 o 20 años había más calidez en la atención del IMSS. Adentro los doctores dicen que no tienen presupuesto, pues entonces que el gobierno se los dé porque son millones de pacientes en toda la República y mal atendidos”, considera Rosa María respecto al Hospital Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS.