“Nada más antiguo, nada más actual que el tema de este libro: un hijo habla de su padre”, es lo que en La figura del mundo hace Juan Villoro. El hijo del filósofo nos presenta la otra cara del personaje, ya no es Luis Villoro el maestro, aquel escritor que leímos en la universidad. Que nos enseñó a pensar, a cuestionar la realidad y a mirar nuestro pasado desde otras aristas. Villoro escribe de Villoro y no lo hace como una confrontación ni un ajuste de cuentas con su padre. Juan Villoro, uno de nuestros mejores escritores, recurre a la memoria para presentarnos trazos de una vida; y es a través de la palabra escrita que intenta dejar testimonio de la vida Luis Villoro.
La figura del mundo le da continuidad a nuestra tradición literaria: escribir de los padres. Diseccionar a aquellos personajes que forman y deforman nuestras vidas, y que pareciera solo en su ausencia se les intenta comprender y se logra describirlos, esto no como una crítica a lo que fueron o hicieron sino como la necesidad de dibujar esa imagen borrosa y en ocasiones deforme. Se acude a la memoria con la premisa de que todo intento de describir a los padres es un ejercicio único, que quiero decir: que cada quien habla del padre que conoció. El mismo padre puede ser diferente para cada hijo.
El escritor, hijo del filósofo, construye la figura de su padre con quien encontró su primer vínculo a través de la escritura “en cierta forma, escribir se convirtió en una permanente carta al padre.” Descubre Juan Villoro mediante la palabra escrita el espacio donde puede establecer el diálogo con su padre, pero el hijo sin imaginarlo al comunicarse de esa forma desarrollará su oficio: escritor. De manera que el padre sin intentarlo lo lleva a encontrar su vocación.
Luis Villoro, el personaje central fue un hombre entregado al conocimiento y la enseñanza, lejano estuvo de expresiones de afecto hacia sus hijos o su esposa, “no era una persona de caricias. Sólo una vez me dio un beso…”, y que con Juan Villoro encontraría otra manera de relacionarse: el futbol “a partir de ese momento –en el partido entre el Oro y el Valencia en 1963- supo que había encontrado una actividad ideal para compartir horas con su hijo.”
El hijo busca en su memoria y traza al padre que sus recuerdos van bosquejando. El padre nunca puede separarse del hombre público, aquel que tuvo una presencia importante en el movimiento estudiantil de 1968, con el exilio español y el EZLN. Un hombre entregado siempre a sus ideas y a las causas que coincidían con su pensamiento.
Juan Villoro construye al personaje y deja claro que Luis Villoro fue un hombre de convicciones fieles. Entregado a los libros y al pensamiento, de esa forma lo describía el hijo cuando en la escuela le preguntaban: ¿a qué se dedica tu padre? “Mi papá estudia el sentido de la vida.”
El nuevo libro de Juan Villoro nos revela al padre y ayuda a entender al filósofo; usa la memoria de su madre para reconstruir de una forma más completa la figura del padre. Logra a través de las páginas narrar una época y una vida –la de su padre, la de su familia, la suya y la de México- que rebasa el ámbito familiar. El lector terminará La figura del mundo con la necesidad de pedirle al autor que complete esa zaga familiar con el libro Estela Ruiz Milán, ya que “ser hijo significa descender, alterar el tiempo, crear un desarreglo, un desajuste que se subsana con pedagogía, a veces con afecto o trasmisión de conocimiento.”