De 44 años, el doctor Hugo de la Peña trabaja para el Colegio Real de Medicina Británica y para el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, así como en el Centro Británico de Inmunoterapia contra el Cáncer, donde diariamente se enfrenta cara a cara contra esa enfermedad.
De origen mexicano, cuenta con un doctorado en Inmunogenética del Cáncer por la Universidad de Londres y un postdoctorado en Inmunoterapia contra Cáncer por la Universidad de Cambridge, así como una especialidad en Cancerología por la Universidad de Oxford; es una de las pocas personas que pertenecen al llamado “triángulo dorado” por haber estudiado en las tres universidades más importantes del país europeo.
En entrevista con EL UNIVERSAL, comenta que a los 13 años le diagnosticaron un cáncer incurable, pero cuando estaba a punto de comenzar la quimioterapia, una revisión patológica de última hora reveló que había sido mal diagnosticado y que en realidad padecía el síndrome de Kikuchi, que imita el linfoma en su totalidad, pero no es maligno.
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“Que me dijeran que no tenía cáncer fue, sin lugar a dudas, uno de los mejores días de mi vida. No tanto por mí, sino por mi familia, porque pude ver el impacto que había tenido el diagnóstico de cáncer en todos los que me rodeaban. Entonces, decidí que iba a estudiar medicina como un medio y un fin: curar el cáncer”, resalta De la Peña.
Doctor, ¿cuál es su experiencia como responsable del combate al cáncer en Reino Unido (Cancer Research UK Campaign)?
—Es el reto más grande de mi vida, pero al que he decidido atacar de frente y sin miedo. El cáncer afecta a una de cada dos personas, así que no podemos enterrar la cabeza en la arena como las avestruces y rezar para que no nos pase nada. Tenemos que agarrarlo por los cuernos hasta vencerlo.
Esa es mi experiencia, pasión y responsabilidad, por lo tanto, necesito rodearme de expertos a nivel mundial para conseguirlo, éste es un esfuerzo mundial, no sólo de mi adorado México o de la Gran Bretaña.
¿Se visualizó de niño siendo lo que es hoy?
—No, para nada. En la vida hay cosas extraordinarias que le suceden a personas ordinarias como a mí, y esa situación extraordinaria te convierte en algo que tú no tenías pensado ser. Yo siempre tuve interés en la medicina y fui un excelente estudiante, pero ese diagnóstico de cáncer que a mí me dieron cuando era adolescente me cambió, consciente o inconscientemente, profundamente y me convirtió en un guerrero sin descanso y en el enemigo más grande que el cáncer ha visto.
El médico, quien durante su trayectoria ha recibido varios premios por sus investigaciones contra el cáncer, comenta que existen más de 200 tipos de esa enfermedad y sólo 50% de probabilidades de superarla, aunque confía en que en los próximos 15 años, con la terapia a base de células T, podrá revertirse completamente o convertirse en un padecimiento crónico.
Cada vez estamos avanzando más en la investigación de esta terapia. Cuando el cáncer no se puede curar, su objetivo es extender la supervivencia el mayor tiempo posible con la mejor calidad de vida, con el objetivo de que el cáncer se convierta en una enfermedad crónica en lugar de una que arrebate la vida.
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¿Qué siente cada vez que uno de sus pacientes libra la batalla contra el cáncer?
—Curar cáncer es la satisfacción más inmensa del mundo, no tiene precio, no tiene adjetivos ni palabras suficientes para describir los sentimientos, pero hay que recordar: pese a que curar cáncer me encanta, uno prevenido siempre será mejor que uno curado.
¿Qué le diría a los millones de mexicanos que actualmente sufren de ese mal?
—Qué confíen y que no se llenen de miedo ni de angustia. Las mejores líneas de tratamiento contra el cáncer existen gratis en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Hay que confiar en la medicina mexicana, los mejores tratamientos existen sin costo.
A pesar de que el cáncer es brutal y tristemente muy común, no es invencible. El cáncer lo curamos casi todos los días, pero eso no es suficiente. Ciertos cánceres no los podemos curar todavía, pero, insisto, los estamos convirtiendo en enfermedades crónicas y no letales.
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