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Hace dos años, el doctor Jesús Alejandre García se jubiló del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) sin saber que su presencia volvería a ser necesaria. La fase 3 del coronavirus impactó su vida, como la de millones de mexicanos; sin embargo, él no quiso quedarse en casa, por lo que tomó la decisión de salir a combatir este nuevo mal.
Cuando el doctor Alejandre vio las noticias y escuchó la voz de sus amigos supo que debía salir del retiro porque su experiencia de algo podría ayudar: con 61 años, él atendió el primer brote del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), atravesó por el coronavirus de 2002 y también colaboró en la atención de la influenza H1N1.
“Ahora sí, este es mi debut y despedida”, dijo el doctor a su esposa e hijo cuando les informó su decisión de viajar de Morelia, Michoacán, a la Ciudad de México para hablar con las autoridades del INER y que le abrieran un espacio en el campo de batalla.
“El INER es mi casa y justamente tenemos un juramento hipocrático. Cuando uno entra a la Facultad de Medicina dejas de ser médico hasta que te vas de este mundo; entonces, lo menos que podemos hacer es sumarnos a los jóvenes y con los colegas en esta epidemia”, señala el especialista en neumología.
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Su voz esconde cierto temor, pero también la emoción de quien está ante un nuevo reto. En su regreso al instituto, Jesús Alejandre no tiene el mismo cargo que ocupó durante 26 años —subdirector médico de turno especial—, pero sí tiene protagonismo en la atención del Covid-19 todos los fines de semana. Ahora trabaja mano a mano con los residentes revisando casos clínicos, instruyéndolos, analizando las altas y las defunciones de pacientes con este virus.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el médico reconoce que cuando salió del instituto lo hizo con el corazón partido en dos: por un lado sabía que iba a extrañar los campos clínicos y la emoción que sólo conoce quien ha salvado cientos de vidas, pero por otra parte también estaba su familia, a la que no le había dedicado el tiempo suficiente.
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Al final ganaron su esposa y su hijo. Jesús Alejandre tomó sus cosas, agradeció a sus compañeros del INER, volvió a Michoacán y se convirtió en profesor investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Michoacana.
Pese a que a su familia le sorprendió la decisión, el médico logró convencerla al explicarle el panorama: “si algo falta en los hospitales sedes de Covid-19 son manos, no nada más de médicos o equipo de salud, me refiero a camilleros, intendencia, trabajo social, vigilantes, choferes”.
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Jesús Alejandre pide a la población mantenerse en sus casas: “A mis estudiantes les digo que cuando hay una pandemia, nosotros estamos en la infantería y necesitamos que nos cubran la retaguardia. ¿Cómo lo puede hacer la gente? Precisamente no saliendo de casa”.
“Quiero dar lo que pueda en esta pandemia, y ahora sí que como los futbolistas: quiero tener un gran último partido en una gran sede”, afirma el médico.