Good morning, se escucha detrás de la puerta del camarote, acompañado de dos golpes, que son la señal, a las cuatro de la madrugada, de que la operación debe comenzar.
Es poco el tiempo que se tiene para alistarse y estar en la cubierta del barco para iniciar o reanudar la misión.
Los minutos son contados para dirigirse al mess room (el idioma que se utiliza dentro de la nave es inglés); ahí, parte de la tripulación base integrada por personas de Francia, Chile, España, Taiwán, Corea del Sur y México, por mencionar algunos, además del equipo de investigadores, se preparan algún alimento. Un sándwich, fruta o cereal es lo más práctico antes de comenzar a trabajar.
Los horarios son claros, ni un minuto más ni uno menos. El Arctic Sunrise, de Greenpeace, en el que EL UNIVERSAL estuvo a bordo, navega con bandera neerlandesa y se rige con horarios de Europa del norte, pero en aguas mexicanas no falta quien llegue algunos minutos tarde a las actividades. El desayuno es a las 8:00, el almuerzo a las 12:00 y la cena a las 18:00 horas.
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Salir a la cubierta de la embarcación antes del amanecer es rodearse de un aire tibio y de completa oscuridad, que obliga a que las maniobras para preparar el submarino —que por primera vez la organización internacional utiliza en sus investigaciones en aguas mexicanas— y dos lanchas, sean precisas, pues sólo algunos focos alumbran el quehacer de la tripulación.
Cualquier actividad, hasta bañarse o ir al sanitario, se vuelve retadora con un vaivén las 24 horas que por momentos es más intenso debido al golpeteo de las olas o el tránsito del barco.
En sus tiempos libres, mientras se navega en el Golfo de México, la tripulación e invitados tienen varias opciones. El Arctic Sunrise cuenta con aparatos de gimnasio, biblioteca, WiFi y un lounge (salón de descanso) en el que se reúnen para tocar algún instrumento, tomar bebidas y platicar.
Otros eligen estar en el exterior y ver el atardecer o el anochecer que regala el hallarse en medio del océano; sin embargo, para los nuevos que viajan en el Arctic Sunrise, las mejores aliadas son unas pastillas para el mareo. Fueron dos semanas de investigaciones, en las que miembros de la organización internacional, junto a científicos de la Universidad Veracruzana, han descifrado un secreto más de los mares, en este caso, del Golfo de México: descubrieron que la biodiversidad de los ecosistemas arrecifales en el Golfo va mucho más allá de lo que se ha explorado y mapeado, y no están protegidos.
“Se nos ha dicho que el Golfo de México solamente nos sirve para extraer petróleo, pero estamos mostrando que dentro de estas aguas hay ecosistemas que protegen a nuestro país y que además le dan sustento a miles de personas que son pescadores”, destacan los científicos a bordo. Los arrecifes de coral son una barrera natural ante el cambio climático, nos ayudan a frenar tormentas, nortes, huracanes”, explicó Pablo Ramírez, coordinador del programa de energía y cambio climático de Greenpeace México.
Esta riqueza, denuncia, se ve amenazada por la construcción del gasoducto Puerta al Sureste, proyecto desarrollado en conjunto por la empresa TC Energy y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
De acuerdo con el portal de la empresa, el proyecto tendrá una capacidad de transportar mil 300 millones de pies cúbicos de gas por día y abastecerá otros proyectos estratégicos.
Irá de Coatzacoalcos, Veracruz, hasta Paraíso, Tabasco, donde se conectará con otros ductos, “asegurando el suministro de gas natural en la Península de Yucatán, donde atenderá las plantas de generación combinada de CFE”.
La construcción de dicha infraestructura, que tendrá un tramo submarino y que justo pasará por los ecosistemas arrecifales desprotegidos, es una amenaza contra la vida en los océanos, asegura la organización internacional, pues es inminente que se presente un accidente como el denominado “ojo de fuego”, ocurrido en julio de 2021 en las aguas del Golfo, cuando se registró un incendio fuera de control cerca de una plataforma petrolera de Pemex.
“En esta zona de México existen muchas fugas de metano a través de toda la infraestructura energética que se encuentra debajo del agua. Es muy difícil de ver porque a diferencia de otros combustibles fósiles, como las gasolinas o el crudo, el gas es invisible.
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“Esto no fue otra cosa más que una fuga de metano de un gasoducto que explotó por una chispa en el mar. Estuvo prendido más de cinco horas y fueron muchísimos los impactos que debió haber tenido, pero la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), que es la encargada de evaluar este tipo de impactos, nunca hizo público el análisis”, asegura Ramírez.
El barco, que es operado por 17 tripulantes y en el que pueden viajar hasta 36 personas, es capaz de desalinizar el agua de mar para hacerla potable. Por ahora el Arctic Sunrise ya abandonó el mar territorial mexicano, y tras su misión de proteger los ecosistemas arrecifales y de evaluar la construcción del gasoducto Puerta al Sureste, arribó a Curazao, en el Caribe, para un periodo de mantenimiento de tres semanas.