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Una nieve ligera caía sobre Craiova, en el sur de Rumanía, cuando Sorin Velcu llamó a su madre para pedirle los 20.000 euros que le había entregado para que los guardara a buen recaudo. Pero aquel dinero estaba congelado -literalmente-, enterrado en la tierra helada del patio trasero.
“Alguien tiene que cavar ya que está congelado”, le dijo Paula Velcu a su hijo, de acuerdo con las grabaciones de una conversación que se produjo el 16 de diciembre del 2018 y que los fiscales rumanos proporcionaron a un tribunal, argumentando que pertenecían a una organización criminal.
Ese dinero en efectivo era solo una fracción del dinero que la banda escondió alrededor del mundo. Liderada por Florian Tudor, conocido como el Tiburón, la organización se especializó en robar información bancaria mediante cajeros manipulados para más tarde retirar dinero de las cuentas de las víctimas.
Aunque Tudor y otros miembros clave de la banda procedían de Craiova, llevaron a cabo su actividad criminal en países como Indonesia, México y las islas caribeñas de Barbados y Granada. El Tiburón estableció la base de su actividad en la Riviera Maya, en la península mexicana de Yucatán, donde se aprovechó de los millones de turistas que la visitan cada año.
Entre 214 y 2019, la estafa les permitió obtener un estimado de 240 millones de dólares al año, sumando ganancias totales de 1.200 millones dólares, según un exmiembro de la banda.
Era una operación complicada. La banda de Tudor cargaba los datos de las cuentas robadas de las víctimas en tarjetas bancarias clonadas, que luego empleaban para sacar pequeñas cantidades de dinero a la vez, en sitios de todo el planeta. Los fajos de efectivos tenían que juntarse y luego blanquearse para crear la impresión de que esos beneficios venían de negocios legales.
Periodistas han seguido el rastro de este dinero, que a veces llevaban encima miembros del grupo de un lugar a otro o que era transferido mediante compañías como Western Union. Parte de ese dinero era invertido en bienes raíces.
Para descubrir el sistema de blanqueo de dinero, los periodistas buscaron registros de propiedad en cuatro continentes, entrevistaron a docenas de fuentes y se sumergieron en cerca de 15.000 páginas de documentos policiales de México, Rumanía, Indonesia y Estados Unidos.
Velcu actualmente espera ser juzgado en Rumanía, donde las autoridades lo acusaron en enero de ser parte de una organización criminal, de extorsión y de porte de arma de fuego. Otros cinco miembros del grupo han sido acusados. El Tiburón permanece libre en México, donde está bajo investigación por cargos que se desconocen.
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Velcu ya había sido encarcelado al menos una vez antes en Indonesia, donde pasó siete meses tras las rejas tras se condenado junto a otros tres integrantes de la banda. Los encontraron con tarjetas clonadas de víctimas procedentes de diez países de Europa y Estados Unidos.
Velcu y su equipo -incluida su compañera Alisa Sardaru- fueron detenidos en marzo de 2019 en la isla indonesia de Bali durante uno de sus viajes para recaudar el dinero. Viajaban por el mundo, retirando de diferentes cajeros el dinero de sus víctimas. Para evitar ser detectados, sacaban solo pequeñas cantidades a la vez.
En esos países lejanos, Velcu y sus chicos conseguían gente que realizaban giros a Rumania por Western Union. El dinero le llegaba a otros en Rumania, incluyendo residentes de Craiova, reclutados por la banda y Rebeca Tudor, la mujer del Tiburón. Los fiscales rumanos encontraron numerosas personas de esa ciudad, incluyendo trabajadores de la construcción, estudiantes e incluso un sacerdote, que recogían sumas de hasta 3.000 dólares, según sus declaraciones.
Eduard Costel Raicea, de 28 años, le dijo a los fiscales que trabajaba en una casa que estaba construyendo Rebeca, cuando ella se le acercó a ella y a otros 10 compañeros y les pidió un favor.
“Nos pidió que recibiéramos un dinero de México por Western Union que su marido le hacía llegar. Al ser una cantidad muy grande de dinero ella no lo podía retirar, lo necesitaba para terminar la casa”, le dijo a los fiscales.
Rebeca le dio a cada uno de ellos un pedazo de papel con un número de control de transferencia y ellos retiraron cantidades entre 2.800 y 3.000 euros, explicó. Por la gestión, cada uno de ellos recibió 100 leis rumanos (unos 20 euros).
Al transferir cantidades relativamente pequeñas de dinero y al usar a diferentes personas para hacerlo, la banda evitaba una potencial investigación por blanqueo de dinero.
Pese a los esfuerzos de la banda para que las transferencias se mantuvieran por debajo del radar, la unidad de Inteligencia Financiera de Rumanía se fijó en esas sospechosas transacciones y lo notificó a la policía en 2016.
La banda también escondía el dinero en paquetes y lo enviaba por DHL o simplemente lo llevaba escondido entre sus ropas en vuelos internacionales, según la policía rumana.
En febrero de 2019, a Maria Dumitre, una ciudadana rumana, le dieron el alto en el aeropuerto de Cancún, a donde había llegado procedente de Panamá. Llevaba encima 80.000 dólares de Barbados (unos 40.000 dólares estadounidenses). Le dijo a los agentes mexicanos que ganaba entre 15 y 26 dólares al día limpiando casas en la calle donde la banda de la Riviera Maya tiene propiedades. Afirmó que recibió el dinero de un millonario del “país árabe de Israel” a quien había conocido en internet.
Le contó a las autoridades que estaba escondiendo el dinero porque su marido era del tipo celoso y no estaba al corriente de su ‘infidelidad’ on line.
De hecho, su esposo era Gheorghe Dumitru, de quien la policía mexicana asegura que es uno colaborador cercano de Tudor y que ha sido visto entrando y saliendo de su casa. Dumitru es además el hermano de Velcu.
A principios de febrero, su primo, Antonio-Marian Dumitru, y otro integrante de la banda fueron detenidos en Barbados, solo unos días antes de que a María le dieran el alto en el aeropuerto de Cancún. Antonio-Marian es a su vez primo de Velcu.
Antonio Marian y su socio fueron detenidos realizando skimming en cajeros de Barbados. Un juez les multó con 20.000 dólares de Barbados y ordenó su deportación. Abogados de la isla contratados para defender a Antonio recibieron dinero de Craiova a través de Western Union en varios giros remitidos por distintas personas, entre ellas de su madre.
En julio del año pasado, los dos hombres estaban en la lista de buscados de la Royal Barbados Police Force, según la web de noticias Loop Barbados.
Un ciclo de blanqueo completo
Al realizar la mayor parte de su negocio con efectivo, la banda le complicaba a los investigadores rastrear el dinero. Sin embargo, hay registros de transferencias mayores a través de bancos.
En 2016, Rebeca Tudor recibió 109.755 euros en dos envíos realizados por su marido, que en ese momento dirigía su operación criminal en México. Ese año y el siguiente, recibió otros 299.419 euros, esta vez de parte de Adrian Enachescu, el hermanastro del Tiburón y accionista de Top Life Servicios, la compañía que la banda creó para instalar los cajeros trucados en México.
Más tarde, en enero de 2019, Rebeca giró 127.000 dólares a Enachescu en México. Esta vez, la transferencia hizo saltar las alarmas. El empleado de un banco la llamó al día siguiente. Ella explicó que era la devolución de un préstamo.
De hecho, el banco había descubierto como la banda lavaba dinero através préstamos inmobiliarios.
Ese día, horas antes, Rebeca había vendido un apartamento en Craiova por cerca de 92.000 euros a través de una sociedad que creó en 2016 llamada Seven Residence SRL. Ella había estado usando esa compañía para blanquear los fondos que iba recibiendo de la banda con préstamos a esa sociedad, que usó para construir un edificio de apartamentos.
El comprador del apartamento le pagó un adelanto de 30.000 euros en la cuenta de Seven Residence. El mismo día, la compañía envió 48.000 euros a la cuenta personal de Rebeca, donde se identificó como reembolso de un préstamo. Ella añadió a su cuenta 51.000 euros a través de un depósito en efectivo, que los fiscales afirman fue entregado por familiares de Velcu, incluidos los 20.000 dólares desenterrados en su jardín.
Después, hizo la transferencia a México.
Rebeca ha recibido dinero de la banda mediante transferencias bancarias y en metálico, que posteriormente se prestaron a Seven Residence para la construcción de apartamentos. Ella más tarde vendió los pisos a través de su compañía y enviaba de vuelta el dinero a la banda, completando el ciclo de blanqueo de dinero.
Inversiones internacionales
En paralelo al edificio residencial, Seven Residence instaló una torre de oficinas en Balta Craiovitei, una zona pantanosa a las afueras e Craiova que la ciudad había decidido desarrollar.
“Vamos a transformar Balta Craiovitei de una tierra de ranas y serpientes en una tierra de cuento de hadas para nuestros niños”, dijo Lia Olguta Vasilescu, la antigua alcaldesa de Craiova, en un anuncio de su campaña electoral del 2012.
Dos años después, cuando ya era alcalde, Vasilescu firmó permisos de construcción en parcelas de tierra compradas por Rebeca y su socio. Florian Tudor aparece como copropietario de varias parcelas, según un contrato de compra.
Vasilescu explicó a OCCRP que no conocía a los Tudor. “No conozco ni a la mujer ni al caballero”, dijo. “Un alcalde firma 600 documentos al día…. No acostumbraba relacionarme con aquellos que pedían permisos de construcción”.
Antes del proyecto de Seven Residence, Rebeca usó el dinero enviado de México para construir casas a las afueras de Craiova. Una de estas fue vendida en en julio de 2017 a un miembro de la banda de Tudor, Alin-Gabriel Stroe, que pagó 120.000 euros en efectivo.
Además de Rumania, el Tiburón también invirtió dinero en propiedades inmobiliarias en Estados Unidos y en Brasil. Pero las principales inversiones fueron en la región de la Riviera Maya del estado mexicano de Quintana Roo.
La banda de Tudor compró una casa un terreno adyacente en junio de 2015 a través de su compañía inmobiliaria Investun, que Enachescu creó en México unas tres semanas antes. Pagaron 214.000 dólares por el edificio de un piso en Cancún, que previamente alojó el Instituto del Patrimonio Inmobiliario de la Administración Pública del Estado de Quintana Roo.
A finales de 2017, la banda de la Riviera Mata transformó el antiguo edificio gubernamental en un imponente gigante, con un gimnasio y un ascensor que llevaba a la piscina de la azotea. Este era el epicentro de las operaciones del Tiburón, pese a que dijo que era simplemente su vivienda familiar después de un registro policial del 11 de mayo de 2019.
Los vecinos explicaron a OCCRP que fueron intimidados por hombres armados que iban y venían de se complejo en expansión, que domina las demás casas. Los vecinos aplaudieron los operativos policiales, señaló uno de ellos.
“Todo el mundo en la manzana estaba feliz”, explicó uno de los vecinos que pidió mantenerse en el anonimato.
Pero esos residentes vieron con decepción como El Tiburón y su banda pronto estaban de vuelta a su cuartel general y a sus negocios. La policía aún no ha hecho pública la razón del registro o los motivos por los que Tudor y sus socios están siendo investigados.
“[Las fuerzas de seguridad] vieron que no podían hacerles nada”, señaló el vecino.
Inmobiliaria Investcun compró otra propiedad en 2017, un dúplex en la calle de detrás de la casa de Tudor 111.000 dólares.
A través de Inmobiliara Investcun, el Tiburón también posee un condominio de lujo y otras cuatro propiedades en Cancún, con un valor en conjunto de cerca de 2,2 millones de dólares, según registros obtenidos del ayuntamiento con peticiones de acceso a la información pública. Están todas en Puerto Cancún, una zona costera antaño cubierta de manglar y donde hoy señorea un nuevo edificio de 20 pisos en forma de aleta llamado Shark Tower.
El arresto en marzo de 2019 de Tudor y de su amigo Cosmin Adrian Nicolae, arrojó luces sobre otra empresa inmobiliaria en la Riviera Maya. Fueron detenidos en un retén de la policía mientras conducían al sur de Cancún hacia Puerto Morelos, un pueblo de pescadores que se convirtió en destino turístico. Los agentes encontraron una pistola Glock, de uso exclusivo de las fuerzas armadas, así como municiones y un total de más de 25.000 dólares en efectivo, en billetes de pesos y dólares, según la Fiscalía General de la República de Quintana Roo.
El efectivo, según la policía rumana, era para pagar trabajadores que construían un complejo residencial con un campo de golf en un terreno de 1.400 hectáreas cerca de Puerto Morelos.
Los registros de propiedad muestran que Tudor también es dueño de un condominio de 1.37 millones de dólares en Sunny Isles Beach, un lujoso barrio de Miami. Él y Juceline Belmonte do Amaral, a la que se refiere como su esposa, compraron esa propiedad en enero de 2016. En julio de ese año compraron un muelle adyacente por 94.500 dólares.
La pareja nunca vivió en ese condominio y lo han ido poniendo a temporadas en venta y lo han estado poniendo a la venta por temporadas desde noviembre de 2017.
En enero de 2020, crearon una compañía en Florida llamada Jucilene Amaral & Florian Tudor LLC, que luego usaron para obtener una hipoteca de 400.000 dólares sobre la propiedad.
La relación de Tudor con Belmonte do Amaral parece coincidir con inversiones inmobiliarias en Brasil, su país, y con actividades en la región de Foz do Iguaçu, su ciudad natal. La ciudad se ubica junto a las mundialmente famosas cataratas de Iguazú, en el cruce fronterizo con Paraguay y Argentina, una zona conocida por ser un centro de tráfico de drogas, contrabando y trata de personas.
En 2016, la policía paraguaya de Ciudad del Este – justo al otro lado del río desde Foz do Iguaçu- detuvo a dos rumanos que conducían un vehículo registrado a nombre de Julio, uno de los hermanos de Belmonte do Amaral. Llevaban tarjetas bancarias presuntamente clonadas y un lector de banda magnética. Uno de los hombres, Marian Zarcu, trabajaba para Tudor, coordinando equipos que retiraban dinero de las cuentas de las víctimas, según investigadores rumanos.
Dos años antes, Tudor le había comprado una empresa en México a otro hermano de los hermanos de Jucilene, Juliano Belmonte do Amaral. Es una casa de cambio de divisas, que hoy opera una red de agencias en toda la Riviera Maya y en otros destinos turísticos de México.
Las propiedades rumanas, estadounidenses y mexicanas identificadas por OCCRP sólo ofrecen una imagen parcial del portafolio de bienes raíces de la banda de la Riviera Maya. Las autoridades rumanas dicen que Tudor también posee terrenos en Brasil.
"El dinero obtenido de actividades ilegales ha sido y es invertido en bienes raíces que se venden o alquilan", señalaron los fiscales, añadiendo que los integrantes de la banda a menudo esconden el dinero ilícito en lugares poco ortodoxos, hasta que lo puede lavar.
"Parte del dinero está escondido, enterrado en patios traseros de las casas de los miembros del grupo".