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De un plumazo, el PRI sepultó 95 años de historia al aprobar reformas a los estatutos que eliminan la prohibición de que la dirigencia del partido se reelija. De nada sirvieron los llamados de los últimos días de priistas connotados como Dulce María Sauri, Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y Francisco Labastida para posponer la 24 Asamblea Nacional y tomar las mejores decisiones que beneficien al tricolor.
Como en los viejos tiempos del PRI hegemónico, los más de 3 mil 200 delegados se presentaron sólo para alzar la mano y avalar reformas estatutarias que ya estaban “planchadas” y “confeccionadas” a la medida del actual presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, quien podrá buscar dos reelecciones consecutivas y ocupar el cargo durante 13 años, por el año en que se extendió su mandato al coincidir el fin de su periodo original con el proceso electoral.
Así, con una Asamblea Nacional a modo, Alito Moreno Cárdenas, envalentonado, arremetió contra sus detractores dentro y fuera del partido, aunque no hizo la esperada autocrítica tras una derrota tan aplastante como la sufrida el pasado domingo 2 de junio.
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Por el contrario, el cónclave partidista parecía el de un partido victorioso y fortalecido por el apoyo de las masas. Luego de que a mano alzada los delegados aprobaron las reformas estatutarias, el diputado federal Rubén Moreira arengó en su discurso: “¡Viva el PRI!, ¡Viva Alito Moreno!”, mientras que Augusto Gómez Villanueva expresó un reconocimiento firme y decidido al dirigente priista por su “gran desempeño”.
“Su valor, talento y capacidad nos ha permitido desafiar a un gobierno dictatorial al que la historia calificará como el periodo de la destrucción del régimen constitucional y las instituciones”, destacó Gómez Villanueva.
“Los priistas a su lado escriben una página histórica. (…) No es usted un presidente solitario, tiene atrás un ejército civil que sabe donde nacen y se multiplican las voces de la calumnia, de la ofensa cobarde, anónima y destructiva”, dijo el decano de los diputados federales.
Pero no todo fueron elogios y aplausos al líder nacional del PRI. Un pequeño grupo de militantes que se colaron al acto gritó tímidamente en algunos momentos: “¡No a la reelección!, ¡No a la reelección!, ¡No a la reelección!”, pero sus voces fueron acalladas por las porras y vítores de los delegados.
Esos mismos militantes, minutos antes, habían forzado y destrozado una puerta de cristal del Pepsi Center, recinto sede de la Asamblea Nacional tricolor. Una veintena de militantes alegaba que tenían derecho a ingresar a la sesión, pese a que la invitación para hacerlo sólo era para los delegados.
Ni siquiera los medios de comunicación pudieron entrar para realizar la cobertura informativa, por lo que tuvieron que seguir la transmisión del evento en redes sociales y esperar en la calle la salida de los participantes, aunque todos los dirigentes abandonaron el inmueble a bordo de sus camionetas.
Los militantes que no podían ingresar denunciaron una supuesta “represión” ordenada por la dirigencia del partido, lo que provocó que se registraran empujones y que se intentara dar “portazo”. El resultado fue una puerta de cristal hecha añicos, y tras algunas discusiones, finalmente se permitió pasar a todas las personas.
Atrás quedaron los tiempos en que las “fuerzas vivas” del PRI se hacían presentes en estos actos partidistas. Hoy, la dirigencia está distanciada de las organizaciones del sector obrero, que antaño fueron pilar en su estructura y en la maquinaria electoral priista. Ahora fueron los grandes ausentes. Ni la CTM, ni el Congreso del Trabajo ni los ferrocarrileros, electricistas y mucho menos los petroleros —hoy con Claudia Sheinbaum— fueron partícipes de este acto.
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Acostumbrados a que el líder cetemista Carlos Aceves del Olmo acudía a todas las asambleas, los priistas lo incluyeron en su comunicado como parte de los asistentes al cónclave, por lo que, al darse cuenta, tuvieron que emitir una fe de erratas y aclarar que el líder de la máxima central obrera estuvo ausente.
Afuera del recinto donde se reunieron los delegados, sólo había una “batucada” que intentaba “poner ambiente”, mientras adentro se entronizaba al “rey” del PRI, que se dispone a terminar su primer mandato en septiembre, reelegirse para un primer mandato, hasta 2028, y luego enfilarse hacia una segunda reelección de cuatro años.
De no haber otra reforma a los estatutos durante sus mandatos, en total, Alito Moreno estará 13 años al frente del PRI.